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Crisis y renovación

Por: DCH. Edgar Josué García López
Doctor en Ciencias y Humanidades, por la UNAM y la UAdeC; investigador de la UCEM y del GICOM
edgarjosuegl@hotmail.com

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Lo primero que se debe considerar al hablar de crisis es que en la práctica siempre sucede; cuando no ocurre, en realidad, de lo que se está hablando es de amenazas, y esta diferencia es vital para emprender dos tipos de acciones que marcan el límite entre permanecer o extinguirse: vigilancia y gestión. El análisis del entorno y la identificación de posibles factores que afecten el transcurso de una planeación en marcha es considerado como vigilar las amenazas. Por otro lado, aquellas acciones para reducir las afectaciones que producen los cambios inesperados de consecuencias graves se denomina gestión de crisis. Se puede decir que el objetivo principal de dicha vigilancia es evitar las crisis; no obstante, ambas tareas son indispensables para gozar de longevidad en buen estado.

Una crisis es definida por la Real Academia Española como una situación difícil que es apreciada como un cambio profundo y de efectos importantes en un proceso, o en la manera en que es apreciado. A partir de entonces puede entenderse como la alteración del panorama que se había presupuestado debido a situaciones que obstaculizan el cumplimiento de las expectativas. Las causas que las generan son infinitas; aun así, se les puede clasificar en endógenas, cuando su origen proviene del interior de las organizaciones que las padecen, y exógenas, si son factores externos las que las provocan. También serán intencionadas, cuando son promovidas deliberadamente, o no intencionadas, al no haber un propósito voluntario de fondo.

El ciclo de vida de una crisis, como cualquier otro fenómeno, se compone de origen, desarrollo y cierre, es un proceso que puede ser en corto o largo tiempo, dependiendo de diversas circunstancias y razones. Ese lapso depende, en gran medida, de que sea reconocida con oportunidad o ya hasta que sea demasiado tarde. Ahora bien, el hecho de que sea advertida oportunamente no garantiza que se puedan evitar los daños, pero si puede ser factor para reducirlos.

Ante cualquier crisis es indispensable seguir estratégicamente cuatro momentos para gestionarla: impacto, contención, reestructuración y renovación. En el impacto, el cambio llega y lo altera todo, hay una sensación de miedo, inseguridad, dolor, desorientación y enojo que difícilmente desaparecerá en el resto de los momentos, no obstante, hay que reaccionar lo antes posible y actuar en consecuencia. En la contención corresponde buscar de nuevo el equilibrio y reorganización, mitigar los daños y reacomodarse, el objetivo es sofocar el problema. Para un tercer momento lo peor ha pasado, en la reestructuración toca diagnosticar el estado actual tras lo ocurrido, planificar y reorganizar, significa cerrar un ciclo y abrir otro que comienza con el último momento. La renovación se entiende como la ejecución del nuevo plan para seguir adelante, pretende establecer un nuevo equilibrio y crecer, puede ser el peldaño final, pero no el menos importante, ya que si no se desarrolla de forma correcta, nada de lo anterior tendrá sentido.

Renovar es cierre y apertura; así como se da por clausurado un proceso de adversidad, pérdida o riesgo, también se inauguran tiempos de expectativa, esperanza y optimismo, aunque eso no significa que la desconfianza se ha disipado o que no se deba guardar la cautela necesaria para emprender nuevos caminos. Este es el espacio ideal para construir algo distinto a partir de la experiencia, significa que si una crisis llegó es porque algo no estaba haciéndose bien, empezando por la vigilancia de las amenazas que seguramente mostraba fallas que no se identificaron; por ello, no es aceptable seguir haciendo las cosas de la misma forma. Es en la renovación donde se presenta una mayor resistencia al cambio, todo mundo anhela volver a un plano de confort, y es justamente ahí donde se requiere de un mayor esfuerzo que no siempre se está dispuesto a invertir. Para evitar llegar desgastado al final del ciclo es recomendable construir un plan de contingencia cuando hay tiempos de bonanza, lo que se traduce en destinar periódicamente un porcentaje de energía y recursos para estos fines.

Cinco puntos clave para gestionar la renovación como proceso posterior a una crisis:

  1. Es indispensable distinguir y dominar el oficio de vigilar las amenazas y de gestionar las crisis para mantener larga vida y buena salud, tanto en lo individual como lo organizacional.
  2. A las crisis hay que reconocerlas como situaciones que obstaculizan el cumplimiento de un plan que está en marcha, cuyas causas pueden ser endógenas o exógenas, intencionadas o no intencionadas.
  3. Un factor determinante en la gestión de crisis es advertirlas oportunamente, así como el momento del ciclo de vida en que se encuentran; identificarlas a tiempo no garantiza la ausencia de daños, pero sí los mengua.
  4. Una adecuada estrategia para afrontar las crisis considera acciones pertinentes en cuatro momentos clave, una vez que se presentan: impacto, contención, reestructuración y renovación.
  5. El momento más importante es la renovación, ya que es ahí donde se fragua una lucha entre la resistencia al cambio y la adopción de nuevos paradigmas.

La distancia que existe entre crisis y renovación se alarga o se acorta según la capacidad que se tenga para sistematizar la experiencia, es decir, hacer el registro de lo que ocurrió, las causas, las acciones emprendidas y los resultados. De igual forma, una correcta sistematización del proceso permite la construcción y consolidación de un plan de contingencia que favorezca una reacción con mayor fuerza para reducir los efectos negativos que conlleva toda crisis.