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ARTE Y CULTURA

El amado inmortal

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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El 26 de marzo de 1867 murió uno de los compositores más representativos del movimiento romántico: Ludwig Van Beethoven. Distinguido como un hombre de carácter difícil, violento, introvertido e insufrible, ya sea por la sordera que lo atormentó desde muy joven o por un pasado repleto de desgracias, las cuales iban desde el alcoholismo por parte de su padre en su infancia hasta la poca aceptación de las damas en su juventud; Beethoven, sin embargo, se convirtió en uno de los principales compositores de su tiempo. Son de todos conocidas sus obras más emblemáticas: “la 5ª Sinfonía”; la bagatela “Para Elisa”; “Claro de luna”, pieza que guarda –sobre su creación– varias leyendas tras de sí; la Sinfonía “Coral, la maravillosa 9ª, cuyo cuarto movimiento es también llamado “Himno a la Alegría” y que musicaliza el poema “Oda a la alegría”, de Schiller, o la “Marcha Turca”, la cual, lamento decirlo, es popular por ser la canción introductoria del programa cómico El Chavo del 8. Beethoven estallaría de furia de haberlo sabido.

Como buen representante del romanticismo, el joven Ludwig cayó presa de los encantos de Eros y se enamoró, como suelen hacerlo los artistas, apasionadamente. Dentro de las anécdotas que se cuentan de él, tenemos el hallazgo de una misteriosa carta dirigida a una dama que él describió como la Eternamente amada, mejor conocida como Carta a la amada inmortal. Nunca se ha podido descubrir la identidad de quien fuera la musa de tan fogoso escrito, se ha especulado sobre un gran número de mujeres que transitaron por la vida del compositor, ya que sólo se tiene como referencia una fecha incompleta: 6 de julio. La carta, escrita a lápiz en 2 hojas dobles –ocho páginas–, fue encontrada junto a su testamento y actualmente se conserva en la Biblioteca de Berlín. En ella, Beethoven da cuenta del inmenso amor que le provoca la misteriosa dama:

“[…] Todavía en la cama se agolpan mis pensamientos acerca de ti, mi amada inmortal; tan pronto jubilosos como tristes, esperando a ver si el destino quiere oírnos. Vivir sólo me es posible, o enteramente contigo, o por completo sin ti. Sí, he resuelto vagar a lo lejos hasta que pueda volar a tus brazos y sentirme en un hogar que sea nuestro, pudiendo enviar mi alma al reino de los espíritus envuelta en ti. Sí, es necesario. Tú estarás de acuerdo conmigo, tanto más conociendo mi fidelidad hacia ti, y que nunca ninguna otra poseerá mi corazón; nunca, nunca...”.

A través de estas líneas podemos intuir la pasión desbordante del genio compositor, del hombre enamorado, pero también los destellos de impotencia, de vacío y de soledad, todos ellos sentimientos que permitieron que su obra haya llegado hasta nuestros días. A 250 años del nacimiento del incomparable músico Ludwig van Beethoven, ahora él se ha transformado en nuestro amado inmortal.