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El ejercicio ¿mejora la capacidad intelectual?

Por: MSP. María Jocelyn Bravo Ruvalcaba
Médica egresada de la UASLP; maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México, del INSP
@Ma_joshyta

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La fascinación por cómo funciona el cuerpo humano es quizás uno de los tantos motivos que incentivan al estudio de la medicina, y aun cuando cada órgano y sistemas que lo conforman tienen su interés, el Sistema Nervioso Central es quizás uno de mis favoritos. Hoy en día es sumamente estudiado, pero he de señalar, que el conocimiento de cómo está constituido, sus funciones e interacciones con otros sistemas, podría decirse que es reciente, pues a finales del siglo XIX, como uno de los grandes avances en las ciencias de la salud es que se descubre la neurona, una de las células básicas del Sistema Nervioso, y por la que el médico español Santiago Ramón y Cajal, y el también médico italiano Camilo Golgi reciben en 1906 el Premio Nobel de Medicina.

Pero con este descubrimiento, nace una nueva interrogante, ¿es posible la neurogénesis, es decir, el proceso de proliferación de las células del Sistema Nervioso en el adulto?, es decir, se sabía que, a partir del desarrollo del embrión, comenzaba la producción de neuronas con base en la herencia genética, pero ésta se detenía pasada la niñez sin la posibilidad de regeneración. Nuevamente tuvieron que pasar algunos años para que se descubriera que algunas células neuronales pueden regenerarse influenciadas por factores ambientales, lo cual fue conceptualizado como “neurogénesis adulta” por el biólogo estadounidense Joseph Altman en 1962, desarrollando nuevas interacciones neuronales, denominadas “plasticidad neuronal”.

Adentrándonos en el tema de los factores que estimulan la neurogénesis adulta y la plasticidad neuronal, hace aproximadamente dos décadas que se descubrió la asociación de una proteína llamada Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro BDNF (del inglés Brain Derived Neurotrophic Factor), el cual favorece la diferenciación, maduración y supervivencia de las células neuronales, y en especial la función de neuroprotector cuando éstas están expuestas a situaciones de estrés.

Al incrementarse esta substancia en el cuerpo, se favorece la plasticidad neuronal y con ello procesos cognitivos como la memoria y el aprendizaje, a la vez que previene trastornos de ansiedad y depresión. Por ejemplo, en el caso de la depresión, se ha encontrado que algunas personas que decidieron suicidarse ésta substancia se encontraba disminuida. Con base en otros hallazgos, también se sugiere que los bajos niveles del BDNF se asocian a la degeneración neuronal que se produce en enfermedades como Parkinson, Alzheimer, Esclerosis Múltiple y Huntington; incluso se ha encontrado en estudios preliminares en ratones, que el BDNF regula procesos importantes en otros sistemas como el cardiovascular, inmune, respiratorio y endocrino, alterándose igualmente en el caso de padecimientos como la diabetes mellitus, obesidad y el síndrome metabólico.

Estudios recientes señalan que el ejercicio, el cual es una actividad física, planificada, estructurada y repetitiva, además de favorecer el suministro de oxígeno a través de incremento del flujo sanguíneo, estimula la producción del BDNF, de ahí el supuesto de que el ejercicio puede favorecer la salud mental, no solo en el aspecto del estado de ánimo, sino también en las habilidades cognitivas, e incluso en la inteligencia.

Pero ¿qué son las habilidades cognitivas? La palabra cognición proviene del latín cognoscere, que quiere decir conocimiento. Según Feldman, la cognición se define como los procesos mentales superiores de los seres humanos que influyen en la forma en que las personas conocen y comprenden el mundo, procesan la información, hacen juicios, toman decisiones y describen su conocimiento y comprensión a los demás.

Mientras, a la capacidad con que cada persona desarrolla estas habilidades mentales a través de su interacción con el medio ambiente, se le denomina inteligencia, de tal forma que ahora se habla de que existen múltiples inteligencias. Según Howard Gardner, psicólogo estadounidense, existen las inteligencias lingüística, musical, lógico-matemática, cinestésico-corporal, espacial, intrapersonal, interpersonal, naturalista e incluso moral y existencial.

Con base en esta evidencia, podemos señalar la importancia de los efectos que tiene la actividad física en nuestra salud, como sus la reducción del riesgo de desarrollar hipertensión arterial, diabetes, infartos, accidentes cerebrovasculares, cáncer y osteoporosis, los cuales son ampliamente promocionados y conocidos; pero que también se reflejan en la salud mental a nivel emocional y de habilidades cognitivas; es decir, favoreciendo el tipo de inteligencia que se desarrolle.

Por ello se recomienda que toda persona, con base en su edad, habilidad física, gustos, posibilidades sociales, y habiendo sido valorada previamente por personal médico, realice actividad física de manera frecuente, ya que ésta, además de favorecer nuestra capacidad cognoscitiva, nos ayuda a prevenir enfermedades neurodegenerativas y cardiovasculares; teniendo siempre presente la máxima “mente sana en cuerpo sano”.

Referencias bibliográficas

  • Bathina, S., & Das, U. N. (2015). Brain-derived neurotrophic factor and its clinical implications.Archives of Medical Science : AMS11(6), 1164–1178.
  • Sleiman, S. F., Henry, J., Al-Haddad, R., El Hayek, L., Abou Haidar, E., Stringer, T. Chao, M. V. (2016). Exercise promotes the expression of brain derived neurotrophic factor (BDNF) through the action of the ketone body β-hydroxybutyrate.eLife5, e15092.