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ARTE Y CULTURA

El quijote, incluye

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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“En une lugare de le Manche, de cuye nombre ne quiere acordarme, no ha muche tiempe que vivía une hidalgue de les que lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaque y galgue correder. Une olle de algue más vaca que carnere, salpicón les más noches, dueles y quebrentes les sábades, lentejes les viernes, algún palomine de añadidure les domingues, consumían les tres partes de su haciende”.

Y disculpe usted el daño que mis palabras ocasionan al amable lector, pero no pude resistir la tentación de trasladar a lenguaje inclusivo ciertas palabras de la obra cumbre de la lengua española, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; suena exagerado y algunos envidiosos dirán que no es así como se aplica, pero, señores (nótese que esta palabra ya está en inclusivo), es así como se lee y se oye.

Si bien es cierto que toda lengua abreva e incorpora nuevas palabras de otros idiomas de forma constante y que la sincronía –diría el lingüista Ferdinand de Saussure– está a la orden del día y que, demás está decir, si no existe la palabra para nombrar al artefacto tecnológico en boga, la lengua se encarga de incorporar el neologismo en cuestión, y que lo diga el guasap, por favor, el cambio a inclusivo me parece una exageración.

En defensa apasionada de la lengua española, como diría el admirado escritor Alex Grijelmo, he de resaltar que no estoy en contra de la incorporación de nuevas palabras, que sí de conceptos que pueden ser descritos por una palabra equivalente en español, como esa tontería de decir accesar, cuando tenemos dos verbos equivalentes: ingresar o entrar. Tampoco estoy en contra de platicar con personas cuya elección dé un giro a su género; me he topado con mujeres que me piden que me refiera a ellas como “ellos” o al revés. Y eso no importa, lo relevante aquí es conversar y aprender de seres inteligentes, el género es lo de menos. Es así que cambiar la letra A y la letra O por la letra E, me parece una barrabasada. Este tema ha levantado ámpula en todos los medios, provoca discusiones arrebatadas entre las feministas, enferma a filólogos y lingüistas y, como todo tema controvertido, desencadena comentarios de odio o defensa apasionada ante la política correcta que permea en todos los ámbitos: ser inclusivo, no ofensivo, defender a los grupos vulnerables, respetar la opinión ajena y mucho menos criticar las creencias del otro. 

Por otra parte, el lenguaje incorpora términos de a poco, primero lo usa un grupo pequeño y, al cabo, toda una comunidad adopta el concepto en cuestión. Algunos términos llegan y se quedan, otros desaparecen al paso del tiempo, y esto es normal. Los hablantes hacen a la lengua, pero es imposible forzarlos a adoptar convenciones lingüísticas que no les gustan o les acomodan. Es más, prefiero decir soldada, jueza o pilota a utilizar jueze, pilote o soldade. Una persona puede ser inclusiva de diversas formas: respetando del pensamiento ajeno o interesándose en aprender nuevas posturas o formas de pensamiento, que, finalmente, cada quien puede hacer de su vida una tómbola de luz y de color; lo relevante aquí sería si esa persona con la que se interactúa es buena estudiante, es empática o congruente con lo que dice y hace. Hasta ser inclusiva con quienes prefieren esa “E” tan popular hoy en día.