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Generación de cristal: ¿exceso de derechos?

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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En los pasados juegos olímpicos de Tokio, los ojos del mundo estaban puestos en la atleta Simone Biles, se esperaba que arrasara con las medallas de oro, como en su momento lo hiciera otra superestrella del deporte: Michael Phelps. El momento no llegó. Biles decidió retirarse del resto de las competencias en medio de críticas y aplausos, donde señalaba que priorizaba su salud mental.

Muchas de las voces que se elevaron tras su salida la señalaban como parte de la “generación de cristal”, que parece hipersensible a las críticas, la presión, las injusticias, el trabajo duro, las caricaturas, los programas de televisión y lo que se vaya sumando. Este mote, acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera para hacer referencia a los nacidos posterior al año 2000, ha sido cada vez más usado en nuestro vocabulario de una manera peyorativa ante estos jóvenes que parece que “no aguantan nada”.

Pero donde se ven jóvenes hipersensibles, yo veo una generación que tiene más herramientas jurídicas para la defensa de sus derechos, así como un ambiente más apto para levantar la voz ante lo que le resulta injusto.

Y aquí es donde me parece interesante la correlación que existe entre el marco de derechos con la forma en la que nos relacionamos en una sociedad. Hasta hace unos años, no se tenían leyes progresistas (al menos en México), como lo son el matrimonio igualitario o la paridad de género en materia electoral, tampoco existía la ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, coexistíamos en una sociedad que se regía por leyes antiguas que se veían ajenas e inservibles al momento actual.

No debería sorprendernos que la siembra de estas semillas ha permitido a las nuevas generaciones vivir en un Estado más consciente de la inclusión y defensa de grupos vulnerables o minoritarios. De hecho, se espera que eso ocurra.

Recordemos que cuando un derecho humano se suma a los derechos fundamentales de una legislación, la tarea no se encuentra completa, pues el Estado tiene la obligación de fomentar su espacio en la vida pública, a través de educación, campañas de información y aplicación de este, por lo que parece congruente y plausible que las personas que se van incluyendo a la sociedad sean más receptivas a la aceptación y defensa de sus propios derechos. Dicho en otras palabras, ¿cómo podríamos pedirles a las nuevas generaciones que actúen de la misma forma que hace décadas, si están más conscientes de sus derechos?

Tener la piel delgada ante las injusticias es la respuesta natural que deberíamos poseer como colectivo, no la indiferencia y el “aguante” con el que crecimos como mexicanos.

Sin embargo, tampoco podemos evitar pensar que, en pro de la defensa de algunos grupos, se han transgredido los derechos de otros. Lo que me recuerda el año 2019 con la integración constitucional de la Ley de Paridad de Género, la cual promovía “la participación y representación equilibrada de hombres y mujeres en los puestos de poder y de toma de decisiones en todas las esferas de la vida”, que aunque necesaria no fue precisamente aceptada, pues las protestas afirmaban que, tratando de proteger la participación de la mujer, se discriminaba a los hombres que tenían el conocimiento y la trayectoria electoral para participar en las elecciones populares, sin embargo, la propia Corte de Justicia de la Nación resolvió que en ningún caso era discriminativo con el sexo masculino, pues, como ya lo mencionamos renglones arriba, el Estado debe procurar un espacio para los grupos vulnerables o minoritarios en la esfera social, utilizando su poder coercitivo para “normalizar” la participación de la mujer en los cargos de elección.

El fondo del ejemplo anterior es que, aunque parece ser una ley que resulta transgresora para el sexo masculino, debe verse a la luz de la EQUIDAD, es decir, ciertos grupos merecen una mayor protección justamente por la constante y reiterada violación de sus derechos.

Así pues, la lucha por el equilibrio social está apenas comenzando y lo que es rescatable de una generación que parece muy sensible es justamente la intolerancia a la injusticia, al abuso y a la discriminación, lo demás, será estudio de otra materia.