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Gengis Kan y el mayor imperio terrestre

Por: MGT. Andrés Salomón Pedraza
Maestro en Gestión turística del patrimonio cultural y natural por la Universidad de Barcelona
andres.salomon@strategamagazine.com

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Todos aquellos desgraciados que realizaron la titánica tarea de construir el mausoleo del Gran Kan fueron asesinados, y también los verdugos de estos. Se dice que incluso se desvió un río de su cauce para posteriormente regresarlo y así cubrir dicha zona. Esto con el fin de que la ubicación del más grande de la historia nunca fuera hallada. Temuyín, el Gran Kan de los mongoles, pereció, supuestamente, por una caída que sufrió de su caballo en 1227. Una muerte insípida para un coloso de la talla de este asolador de tierras, que de haber tenido más tiempo, sin lugar a dudas, hubiera podido penetrar al continente europeo. Sin embargo, su dinastía se encargaría de hacerlo, llegando hasta las puertas de Viena y dejando así tallado en letras de oro y sangre su legado.

En su máxima expansión, el territorio conquistado por sus hordas era equiparable al tamaño del continente africano; esta hazaña (carnicería, mejor dicho) le tomó únicamente 25 años llevarla a cabo; algo que, según los historiadores, le tomó 400 a los romanos, aproximadamente. Pero los datos extraordinarios apenas comienzan: hay estudios que señalan que 32 millones de habitantes de los territorios subyugados a su imperio llevan sus genes. Esto es, geográficamente hablando, unos 32 países actuales y genéticamente .05% de la población mundial. Se dice, además, que el 10% de la población fue aniquilada.

Temuyín (su nombre real) nació en el seno de una familia noble en las estepas mongolas, en una forma de gobierno totalmente feudal y nómada; sin embargo, desde muy joven, él y su familia se vieron en la necesidad de luchar por tener una vida digna, ya que su padre había sido envenenado por los tártaros y su tribu le dio la espalda debido a su corta edad. Poco a poco se fue haciendo de fama por su pericia y carisma; y fue así que se formó de aliados y de andas (o hermanos de sangre) como lo fue Boghurtschi y posteriormente Jamukha, un joven noble de la zona, el cual fue clave para la fidelización de más hombres a las hordas del Kan.

Su historia de expansión comienza con el secuestro de su esposa por una tribu vecina. Se dice que fue ultrajada y que dio a luz a un bebé, pero sin importar este suceso trágico, Temuyín, en un gesto raro para la época, recibiría a los dos. Metódicamente, el ahora Gengis (océano) Kan (rey) comenzó a unificar las tribus mongolas y se dedicó a expandir su influencia y terror por Asia.

Tenemos, por supuesto, que hablar del poderío militar de los mongoles que básicamente consistía en dos componentes primordiales: sus arcos cortos y sus caballos compactos criados para largos trayectos. El ejército mongol era experto en tirar flechas mientras montaba y recorría largas distancias de territorio en poco tiempo. Básicamente una Blitzkrieg antigua. Hay historiadores que aseguran que ellos fueron los creadores de la guerra bacteriológica, pues años después en su asedio a Caffa lanzaban cadáveres de personas infectadas con la peste negra, que en ese preciso momento comenzaba a asolar Asia y Medio Oriente. Desde 1206 hasta 1215 lanzó a sus hordas a todo galope en contra de los reinos chinos del norte de aquella época, rodeando la Gran Muralla y engullendo prácticamente a todos. Se hizo posteriormente hacia el oeste, anexionando territorios de fe musulmana en Asia Central y Medio Oriente. Su sadismo y barbarie no son exagerados, existen múltiples relatos en donde se describe la forma en que torturaban, saqueaban, violaban y demás actos inhumanos narrados únicamente en la Divina Comedia.

Es pertinente señalar que no todo fue sangre y terror; para empezar Gengis Kan apoyó a las mujeres con la promulgación de la Yassa, una especie de ley, en la cual la mujer fue atribuida con derechos en distintas índoles (algo impensable en aquella época), entre ellos acceder al ejército. Del mismo modo, implementó la meritocracia, él premiaba, ascendía y honraba las hazañas de sus hombres en batalla y no por el hecho de ser de alta cuna. Y, por último, pero no menos importante, la libertad religiosa y de culto en los territorios invadidos.

Concluyo con el Gran Kan: “una acción cometida con ira es una acción condenada al fracaso” …