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ARTE Y CULTURA

Jano, o las dos caras del arte

Por: MDG. Irma Carrillo Chávez
Maestra investigadora UASLP
@IrmaCarrilloCh

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Se dice —y digo “se dice”, porque ya lo dudo— que los humanos necesitamos rodearnos de belleza para experimentar el goce estético en nuestras vidas. El arte ha sido una manifestación del ego del retratado, de la batalla, de la alegoría, de la devoción e incluso hay quienes se han ganado el cielo ocupando el pomposo cargo de “mecenas del arte”. Cuando las formas de representación evolucionaron, el arte se convirtió en una manifestación más o menos adecuada de las emociones, las pasiones, las denuncias, los saberes o, simplemente, encargos para el ornato, como aquellas que se venden en masa en los centros comerciales.

Pocos son los que tienen acceso al mercado del arte, porque si bien el artista se escuda con el argumento aquél tan trillado de “yo hago arte porque así expreso mi yo más íntimo”, de algo tienen que vivir. Y es ahí donde el arte contemporáneo ha realizado una escalada en la bolsa de valores a partir del erudito juicio de un cerrado círculo de expertos integrado por el mismo artista, su representante, las galerías y museos, los críticos de arte, las casas de subasta y los medios de comunicación. El arte, lamento decirlo, ahora se produce en masa. Si usted está pensando en invertir su dinero en el mercado del arte, antes de que suceda, debe detenerse a reflexionar sobre estos factores:

  1. En la actualidad, la valoración justa y ética casi no existe, siempre se ven involucrados todos los miembros de la cadena alimenticia del arte arriba mencionad
  2. El marketing Si nos dicen que el artista es bueno, a partir de una voz de autoridad como una revista de arte o un crítico que publica en el Times, lo creemos.
  3. A mayor costo, mejor inversión. Pensamos que adquirir arte es una de las mejores inversiones que podemos hacer, ya que nos hacen creer que el arte continuamente se está revalorand
  4. El consumo “líquido”. Este término, acuñado por el entrañable Bauman, hace referencia al fenómeno de la inmediatez y el descarte de lo adquirido a partir de nuestra ansiedad por el estatus: no hay mayor felicidad que adquirir una obra al momento de la apertura de sala para recibir los aplausos y reconocimiento del público
  5. La compra de Cuando vamos a una exposición de obra esperamos que nos produzca el consabido “goce estético” y para ello se nos invita a leer el texto de sala con la retorcida explicación que el artista —o vaya usted a saber quién— nos comparte respecto del tema abordado. Normalmente es un texto incomprensible que se refiere a descriptores como: metafísica de la evasión, elevación de las ausencias o la arqueología del anhelo.

Como conclusión diré que yo me declaro decimonónica: que prefiero los claroscuros a un montón de muñecos de peluche en una esquina; que me inclino ante la perspectiva y no ante una serie de tiras de peluche colgadas del techo; que admiro el dominio de las técnicas y los materiales y no una pila de latas de spray para el cabello alineadas en círculos. En el tema del arte, debemos confiar más en nuestros instintos de compra, porque si seguimos así, no nos quedará más remedio que rezar para que el joven artista muera pronto,  podamos vender su obra y recuperar la inversión.