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Jaque mate al rey

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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En ajedrez, el rey es la figura más importante. Es de conocimiento público que la partida la gana aquel contrincante que lo ponga en “jaque”, es decir, que su captura sea inminente. Pero nunca debemos perder el control de las demás piezas, pues una sola jugada basta para hacerlo caer.

Así pues, en la vida como en el juego, el monarca debe ser lo suficientemente hábil para manejar un circo de tres pistas, donde, por un lado, tiene que ser carismático para el pueblo, pero tener suficiente autoridad para no ser tildado de inepto, eso sin mencionar que debe ser astutamente neutral para no herir susceptibilidades de la clase política y todo esto sin que realmente pueda garantizar el statu quo de la monarquía.

Poco recordamos de la “Institución” que un soberano simboliza, el velo de divinidad que envuelve a los reyes y que se representa con ciertos artículos durante la ceremonia de coronación, como el cetro de la paloma, símbolo del Espíritu Santo, el designio de Dios para ser representado por el monarca en la Tierra. Algo anticuado, ¿no?

Actualmente, existen un total de 26 monarquías que rigen 43 naciones, siendo la Casa Windsor, de Gran Bretaña, la más grande y popular con un total de 16 naciones bajo su soberanía. Según el diario español El País, Isabel II cuenta con un 86% de aceptación entre los británicos. En realidad, les gusta tener una familia real, a la que se le designa un porcentaje de los impuestos (Sovereign Grant) y que inunda los tabloides con notas rosas de la vida que ostenta y que para cualquier mortal sería un sueño. Pero los ingleses tienen una lectura distinta, para ellos se trata de la aportación cultural e histórica que le trae a Inglaterra y países aglomerados, el protocolo y el misticismo que encierra la monarquía ha permitido su aceptación y su intrínseca permanencia.

La mayoría de las monarquías actuales es constitucional o parlamentaria, la figura del soberano es más un referente diplomático y protocolario como Jefe de Estado que una pieza activa en la vida pública de los países. Las distintas casas, incluida la de España, Gran Bretaña, Holanda o Bélgica, en Europa, parecen estar “a gusto” siendo un recuerdo de la política antigua, después de todo son una empresa lucrativa y para muestra, un botón: en 2017 la revista Forbes calculó el valor total de la familia real británica en casi 100 mil millones de euros.

Pero ni la nostalgia del pasado ni la herencia cultural que representan pueden garantizar una larga vida. El año pasado se involucró a uno de los hijos de Isabel II en temas escabrosos de pedofilia y este año la separación de los duques de Sussex atizaró un duro golpe a la Casa Real, desempolvando el debate si debería o no desaparecer la monarquía en Gran Bretaña.

Las generaciones más jóvenes no están muy convencidas de seguir manteniendo a la aristocracia, parece algo de siglos pasados y se contrapone con las nuevas ideologías de igualdad. Heredar un cargo de tal magnitud sólo por haber tenido la fortuna –o desgracia– de haber nacido en la familia real, supone una supraespecie de individuos de primera categoría.

Por lo anterior, no me parece casualidad que los países con monarquías arraigadas comiencen a cuestionar su importancia, sobre todo si lo analizamos desde el punto de vista de la sociedad de lo “orgánico”. Somos la sociedad de la inclusión, de las redes sociales, de la inmediatez, del megxit, donde los duques de Sussex prefieren perder su lugar en la familia real, pero conservar su nombre en la cuenta de Instagram, porque resulta más lucrativo.

¿Será el fin de la realeza? Algunos británicos aseguran que eso dependerá del siguiente monarca: Carlos, de Inglaterra, quien con una edad avanzada y con muy poco carisma, ascenderá al trono para suceder a su madre Isabel II, quién dicen es la Institución con poco más de 68 años al frente, siendo el reinado más largo en la historia del Commonwealth.

La Casa Windsor ha sabido evolucionar y deshacerse de apellidos, costumbres y personajes que no han contribuido a sostener la monarquía. ¿Será suficiente para convencer a los más jóvenes de mantener la tradición o será un jaque mate?