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La doctrina del shock

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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En los años 40, psicólogos y psiquiatras realizaron una serie de experimentos que buscaban la cura para enfermedades mentales, a través del electrochoque. La idea de los médicos de realizar tales experimentos era “limpiar” la mente humana para dar paso a un nuevo comienzo del individuo, “librarlos de la enfermedad” (cualquiera que esta fuese). El resultado fue un desastre. La idea de un nuevo comienzo resultaba inhumana cuando regresaba a los pacientes a un estado infantil, pero ahí, donde la ciencia había fracasado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) encontraba una oportunidad.

Para la siguiente década, la CIA elaboraba un manual de interrogación para los prisioneros basado en los experimentos del electrochoque, el manual se aplicó de 1963 a 1983 y tenía un único objetivo: doblegar la moral de las personas, por medio del “shock”, para obtener su obediencia completa.

Para obtenerla y que el prisionero estuviera más abierto a compartir información, utilizaba técnicas que desorientaban al individuo causándole una parálisis psicológica, con privación del sueño, golpes, posiciones de estrés, aislamiento. Era en este momento cuando se obtenía el resultado deseado, aunque fuera por un breve periodo.

Los métodos descritos en el manual son útiles también para la colectividad. Naomi Klein, en su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, describe que un golpe de estado, una guerra, un desastre natural  o una pandemia, generan un estado de parálisis psicológica en el colectivo, dejando a una sociedad entera en extrema vulnerabilidad y desorientación, con una profunda necesidad de buscar líderes que salvaguarden su persona, su familia, su soberanía y su Estado, aun cuando implique aceptar las políticas económicas más agresivas.

El impulsor de esta ideología fue el padre de la economía moderna: Milton Friedman, quien, desde la Universidad de Chicago y con sus discípulos, los llamados “chicago boys”, comenzó una cruzada alrededor del mundo, convenciendo a líderes de naciones de su teoría, que llamó “tratamiento económico del shock”. Friedman aconsejaba elegir los momentos de mayor vulnerabilidad colectiva para impulsar las poco populares políticas económicas. Abriendo paso al libre mercado, que ha reflejado mayor ganancia para algunos y ha mermado la calidad de vida de los que viven con un dólar al día o menos.

La idea fue bien recibida por múltiples líderes de Estado, desde Estados Unidos de América, Gran Bretaña y países en vías de desarrollo como Chile, en la época de Augusto Pinochet; todos esperaron a que se produjera una crisis de primer orden para después vender al mejor postor los pedazos de la red estatal, mientras los ciudadanos se recuperaban del trauma, para rápidamente lanzarse sobre reformas permanentes de libre mercado.

Un claro ejemplo que otorga Klein es la privatización de la red escolar pública en Nueva Orleans. En menos de 19 meses, después de Katrina, de las 123 escuelas públicas que operaba la junta estatal, quedaban sólo 4. Con una rapidez y precisión inusitada, los maestros que solían jactarse de pertenecer a un sindicado fuerte y sólido, veían cómo el dinero destinado a las víctimas de las inundaciones, se utilizaba para eliminar un sistema de educación público y sustituirlo por uno privado, donde varios quedaron sin empleo y muy pocos volvieron a contratarse como maestros en escuelas privadas con un salario más bajo.

No sólo los desastres naturales se utilizan para aplicar la “teoría económica del shock”, algunos se crean. Para 2006, en territorio mexicano, fue declarada “la guerra contra el narcotráfico”, por el entonces Presidente Felipe Calderón, quien celebró con su homólogo estadounidense George W. Bush, en 2007, la implementación de la “iniciativa Mérida”, con la finalidad de dar combate a los cárteles de la droga. Diez años después, México había destinado 50 mil millones de dólares contra los 3 mil millones aportados por Estados Unidos en armamento militar. Ante el pánico social, los ciudadanos vieron con buenos ojos la intervención económica y de inteligencia del país vecino, aunque no supieran a dónde habían ido a parar las finanzas públicas y sus derechos humanos se hayan violentado.