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La prostitución, ¿legal o no?

Por: MDE. Karen Lizbeth Ayala García
Abogada en el Departamento Jurídico Corporativo STRATEGA Consultores
karen.ayala@strategamagazine.com

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Pensar en la palabra prostitución nos trae diferentes percepciones, como “vender el cuerpo por dinero”, “persona de mala reputación” o “mujeres sin dignidad ni derechos”.

La prostitución es una actividad ejercida desde los orígenes de la sociedad primitiva para el intercambio de recursos, muchos autores –a nivel internacional– se han manifestado en pro de que deje de ser estigmatizada de forma denigrante, pues se etiqueta como gente con bajeza y, a diferencia del concepto de “comercio sexual”, en este se incluye al cliente y, por lo tanto, se considera un proceso de compra-venta.

De esta práctica se derivan dos sentidos a considerar, y que han causado polémica en el entorno social y cultural en el mundo, el primero precisa la prostitución como una forma de maltrato, violencia, explotación y denigración hacia las personas que la ejercen y por esa razón se exige que sea prohibida y castigada; y, por otro lado, se le considera una “actividad laboral” como cualquier otra y que, lejos de impedirse, debería ser regulada para garantizar derechos y seguridad a quienes la practican, y así evitar ser susceptibles a la explotación o violencia por terceros.

En la actualidad, el comercio sexual ha aumentado o quizá sólo se ha hecho más evidente, esto refleja que existe liberación de ideas respecto a la sexualidad, un cambio en las costumbres, no sé si buenas o malas, se muestra en el sector económico, ya que empresarios han optado por aprovechar este rubro, con la apertura de sex shops, servicios de acompañamiento, table dance, agencias de strippers, entre otros negocios; esta industria ha llevado a muchos a ser millonarios y a emplear a miles de personas.

Sin embargo, al ser todavía un tabú para cierto sector de la población mexicana, así como la poca o nula existencia de regulación legal, persisten organizaciones que se benefician de esta liberación ideológica y se dedican a acciones criminales, como la trata de personas; y al ser un país que a la fecha no ha podido garantizar empleos formales, prestaciones y sueldos suficientes, la gente se ve en la necesidad de profesar el oficio –considerado por muchos– más antiguo del mundo: la prostitución, para independizarse, pagar alguna carrera, emprender un negocio o simplemente como una forma de subsistir, que en ocasiones la lleva a caer en manos de estos delincuentes.

Se han generado discusiones sobre si debe o no ser legal, tal es el caso del amparo promovido en el 2014, en la Ciudad de México, por varias sexoservidoras, en el que se les concedió el reconocimiento como “trabajadoras no asalariadas” y con derechos al acceso a servicios médicos y a recibir capacitaciones en actividades técnicas para “elevar su nivel de cultura y propiciar su mejoramiento integral”.

Este fallo es muy interesante, ya que reconoce que la prostitución debe ser tutelada por la Constitución, y considerarse como ocupación digna y sustentada en el artículo 5°, únicamente si se realiza de manera voluntaria, de esta manera se supeditó al interés general por la protección de los derechos fundamentales, asimismo se ordenó a las autoridades laborales credencializarlas como “trabajadoras no asalariadas” y que se les ofrecieran cursos o talleres en caso de querer cambiar de oficio.

Si bien es cierto que en México no existe una ley o reglamento que regule obligaciones o responsabilidades para los usuarios o “clientes” de este oficio en ninguno de los niveles de gobierno, sí los hay para los sexoservidores, en algunos Estados, en los cuales se les obliga a registrarse ante la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, asimismo se les incita a realizarse exámenes médicos y utilizar “medidas preventivas” para evitar enfermedades de transmisión sexual.

Lejos de estar en favor o en contra, la regulación de este oficio en leyes y reglamentos cubriría las lagunas legales, a fin de especificar las condiciones del trabajo, límites y responsabilidades de los usuarios, así como otorgarles el derecho de abandonar esta práctica en cualquier momento y, por consiguiente, sería la mejor maniobra para combatir la trata.