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PANORAMA INTERNACIONAL

Latinoamérica en el 2018

Por: MHA. Carlos Tapia Alvarado
Historiador egresado de la UNAM y CEO de la Consultoría para la Reflexión Epistemológica y la Praxis Educativa “Sapere aude!
@tapiawho

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Como África y buena parte de Asia, Latinoamérica es un espacio continental lastrado por su pasado colonial, así como también porque, después de las independencias de sus metrópolis y de que éstas se convirtieran en naciones-estado, la inmensa mayoría de ellas compartirán la historia común de haber sido gobernadas por personas guiadas por ideales fabulosos o dominadas por sujetos que adoran la perpetuación en el poder y que entienden sus mandatos como la despiadada explotación de un territorio que se visualiza como propiedad personal. Estos seres tan carismáticos se denominan caudillos, figuras persistentes hasta hoy, los cuales surgieron a raíz de las luchas libertarias del siglo XIX.

Un ejemplo lo constituye el Mariscal Francisco Solano López, presidente de Paraguay y quien llevó a su nación a enfrentarse contra Brasil, Argentina y Uruguay, entre 1864 y 1870. Este terrible conflicto sirve también para ilustrar otro de los lastres que Latinoamérica soporta desde el siglo XIX al presente: la presión de los intereses comerciales del gobierno inglés, dominio que perderá frente a los Estados Unidos de América. Este dato es importante porque nos permite comprender el establecimiento de modelos económicos generados por los abanderados del capitalismo hacia las áreas periféricas donde se extiende su dominio. La irrupción del capitalismo en Latinoamérica se dio a través de inversiones que privilegiaban la posesión y explotación de productos estratégicos en la minería y en el petróleo. Así pasó durante el porfiriato en nuestro país. Pero las versiones más salvajes de este capitalismo rapaz fueron protagonizadas por empresas inglesas o estadounidenses que ejercían tal control que maniataban gobiernos a través del consentimiento de oligarquías propensas al lujo. Tal fue el caso de la tristemente célebre United Fruit Company, que tuvo influencia profunda dentro de Costa Rica, Honduras, Guatemala, Cuba, Panamá y Colombia.

Otro de los lastres de esta parte del continente han sido las oligarquías, definidas por Waldo Ansaldi y Verónica Giordano como formas “de ejercicio de la dominación política”. Estas formas son ejercidas por grupos en el poder que, secundariamente tienen intereses económicos, siendo su principal motivación la conservación de sus privilegios y el no renunciar en lo más mínimo a ellos. En este sentido, son oligárquicos tanto los “barones del estaño” bolivianos como la clase política mexicana. El siglo XX sumará otro aspecto a la parafernalia política de los estados latinoamericanos: el populismo, tal como ocurrió con Cárdenas en México, o Getúlio Vargas en Brasil, o Juan Domingo Perón en Argentina, y que se caracteriza por un reforzamiento del Estado como generador del bienestar social al tiempo que se controlaba al país mediante mecanismos de clientelismo político o de franca coerción militar. Tenemos forzosamente que hacer énfasis en la constante presencia estadounidense en esta parte del continente a través del establecimiento de las dictaduras militares, apoyadas sin excepción por el gobierno de Washington, tales como las de Alfredo Stroessner en Paraguay o Augusto Pinochet en Chile.

Todas estas circunstancias constituyen el marco de lo que es Latinoamérica hoy: un conglomerado variopinto de naciones con diversos modelos políticos funcionando con diversa fortuna. Pero de cara al presente, podemos trazar en líneas generales las tendencias políticas y económicas por las cuales transitan nuestros países en este año. En términos generales, algunos críticos han hecho notar que en el continente se nota una tendencia hacia la derechización política y social en la mayor parte de los países latinoamericanos. Asimismo, en este 2018 se vivirán procesos electorales para elegir nuevo mandatario en Costa Rica, Paraguay, Colombia, México y finalmente en Brasil. En este breve espacio referiremos algunos problemas puntuales de algunos de los países más representativos de la región.

En diciembre de 2015, Mauricio Macri asumió la presidencia de la Argentina. En su campaña prometió someter a juicio por corrupción a funcionarios y empresarios que hubiesen estado involucrados en este tipo de delitos. Y en efecto, han sido varios los políticos que han caído en manos de la justicia, entre los que destacan el vicepresidente de esa nación de 2011 a 2015, Amado Boudou. La propia expresidenta y hoy senadora Cristina Fernández de Kirchner está bajo los reflectores de la justicia impartida bajo el mandato de Macri. Al parecer, su propósito es hacer de su país una nación políticamente moderna, donde sí se aplica la ley, imparcial ante todos y cada uno de los ciudadanos. El principal reto a vencer de Macri es controlar la inflación, cuya expectativa para este año es del 15%, por lo cual también se espera que el dólar siga subiendo, lastimando los ingresos y el poder adquisitivo de los menos favorecidos, así como una paulatina pauperización de la clase media.

Venezuela sufre un aislamiento tremendo del continente por la obstinación de Nicolás Maduro para preservar su poder. Si en el 2017 realizó su famoso “golpe de Estado” al traspasar las competencias de la Asamblea Nacional (el poder legislativo, contrario en su mayor parte al chavismo del presidente) al Tribunal Supremo de Justicia, en este año seguirá reforzando sus poderes extraordinarios en materia política, social, económica y militar, a objeto de sacar de la jugada política a los competidores que están en contra del régimen actual. El desabasto, el encarecimiento y la revuelta social son problemas que parecen insolubles, y la única luz de Maduro en el futuro inmediato lo constituyen tanto China como Rusia, que se verán tremendamente favorecidas si el presidente se aviene a sus dictados en materia económica.

Honduras constituye el ejemplo más claro de crisis política que tiene el peligro de potencializarse hacia la violencia extrema, de no aceptarse la victoria en las urnas del candidato opositor Salvador Nascalla. Recordemos que el año pasado se llevaron a cabo elecciones presidenciales en ese país, donde se enfrentaron el presidente en turno, Juan Orlando Hernández, quien busca la reelección, y el ya mencionado Nascalla. Cuando se revisaban los resultados, el conteo de votos se demarcaba claramente favorable hacia el candidato opositor, pero el conteo se detuvo día y medio, y al reanudarse, la victoria se adjudicaba al presidente Hernández. Este es apoyado abiertamente por el régimen de Trump, por lo que vemos que los Estados Unidos siguen siendo factor determinante para el establecimiento de gobiernos favorables a sus intereses.

En Chile, Sebastián Piñera asumió la presidencia el pasado 11 de marzo de este año. Se enfrenta a un déficit que le dejó el gobierno de Michelle Bachelet, y que se calcula en -1.9 % del Producto Interno Bruto, aumentando la deuda pública. Se sabe que Chile es un país que goza de una de las economías más estables del continente, y además se ve firme en el proceso de democratización paulatina después de los despiadados años de control pinochetista. El nuevo presidente tiene cuatro años para seguir manteniendo a Chile en el camino de un desarrollo sustentado y responsable.

Brasil, el gran gigante sudamericano, ha tenido en estos últimos años una serie de crisis políticas, sociales y económicas, agravadas por la realización (cosa que hoy nos parece inconcebible y hasta irracional) tanto de una copa mundial de futbol soccer, como de unas olimpiadas que dejaron a la economía brasileira exhausta. El presidente Michel Temer dejará el mandato en este año de elecciones presidenciales, ante una sociedad muy lacerada y con un proceso electoral que se ve tremendamente problemático, dada la radicalización de la ultraderecha, representada por el candidato Jair Bolsonaro, un exmilitar defensor de la dictadura, y que protagoniza una andanada de retórica violenta contra intelectuales, feministas y artistas que se identifican tradicionalmente con la izquierda. Y ésta, a su vez, ve la esperanza en un candidato que está alcanzando un repunte de popularidad, pero que a la vez se ve amenazado con ser encarcelado ya que en el juicio promovido en su contra, Lula da Silva (a él nos referimos) ha sido encontrado culpable de malversación de fondos y corrupción, cosa que Lula niega categóricamente.

Este es el panorama que se presenta en este año en Latinoamérica, en el cual México, como siempre, juega un papel que más bien tiende hacia la disociación que a la integración.