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PANORAMA INTERNACIONAL

Nostradamus y el caos mundial

Por: DA. Javier Rueda Castrillón
Analista económico en diferentes medios; autor de artículos sobre política y economía
jruedac@me.com

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Rusia, Israel, guerras comerciales entre Estados Unidos y China, la conquista silenciosa africana y los populismos peligrosos que radicalizan ideas siniestras, todo se conjuga para dar razón a las cuartetas escritas por Michel Nostradamus, un profeta para muchos, un agorero para otros.

El devenir del mundo y la humanidad parece haber quedado sellado aquel 1955, las profecías que salían a la luz en un libro con innumerables interpretaciones han sido tema de discusión, entre coincidencias o visión de futuro, todo tomó sentido cuando la muerte de Enrique II durante un torneo no dejaba duda, el profeta había anticipado cuatro años antes el deceso y con ello se había ganado el título de clarividente.

Años después, el ataque a Enrique IV en París resultó ser otro tino profético, el rey murió a causa de las heridas recibidas y la leyenda se agigantaba, la fama y el respeto hicieron que cada escrito se convirtiera en una aseveración, el destino quedaba descubierto y cualquier interpretación cuadraría a la perfección. Un prólogo de las Centurias anunciando una "renovación de siglo" encajó como pieza hecha a la medida en 1792, la abolición de la monarquía y el asentamiento republicano hicieron de Francia un referente político mundial, la huida de Luis XVI quedará en la historia como un acierto más para el credo profético.

Lo cierto es que el anuncio de desgracias concretas genera una tendencia capaz de asustar a cada lector, arrastrarlo a un mundo imaginario lleno de terror, más angustioso que la realidad vivida y a exagerar los desastres futuros para poderlos presentar de forma hiperbólica. Nostradamus es un profeta al más puro estilo bíblico, el futuro aterrador siempre es un excelente guion para afligir al pueblo de Dios, un imán hacia la fidelidad y un desapego al reino del mal.

La lectura del futuro es desalentadora, Asia contra Europa, un mundo árabe lleno de odio y rencor ante una América incapaz de perdonar heridas pasadas, alianzas para aumentar la fuerza en cada ataque que destroza un mundo apocalíptico: Rusia flirteó con China, Estados Unidos guiña a Europa y el último pergamino encontrado en Italia gracias a los Carabineros, más allá de caer en una subasta ilegal, regresa a la Biblioteca para posicionarse ante el enigma de un futuro incierto.

“Como el sol, la cabeza sellará el mar resplandeciente, los peces vivos del Mar Negro casi hervirán”, sabias palabras para definir un cambio climático real, otro detalle más para una lista de pendientes que deberían ocupar las principales agendas políticas. Sobran augurios, siempre en modo catástrofe, desastres naturales derivados del cambio climático, siguiendo por una hambruna derivada de una profunda crisis económica, el fin de la Unión Europea con un Brexit, ejemplo para más desertores, la gran guerra europea, el inicio asiático taiwanés y el fallecimiento de algún importante líder político mundial…

El futuro está en nuestras manos, al menos quiero creer en esta aseveración voluntariosa, aunque la interpretación de cada profecía ofrece un paraíso para la especulación. Monstruos de dos cabezas (Oriente y Occidente) con tres brazos (los signatarios alemanes, franceses e italianos) dispuestos a imponer sus creencias entre guerras comerciales y mediáticas, pugnas al estilo medieval, pero con lanzas tecnológicas de gran poder.

Demos lugar a la duda, leer el futuro no debe ser tan complicado cuando los hechos son tan predecibles, la fuente de todas estas desgracias la encontraremos en el mal que habita en el hombre, la capacidad que tiene el ser humano de ser un lobo para su prójimo, de romper todas las reglas y existir a toda costa.

El mundo cambia con ritmo atropellado, seguramente sea tiempo para reconocer a Nostradamus, algunos lo harán como el clarividente más acertado de la historia, otros lo catalogarán como el gran inventor del más insólito género del periodismo contemporáneo: las fake news del siglo XXI.