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PANORAMA POLÍTICO

Silenciar a Donald Trump

Por: Carmen Aristegui
Una de las conductoras y líderes de opinión más importantes del país. Egresada de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM / Agencia Reforma
@aristeguicnn

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Catapultado por una de las más graves y profundas crisis en la historia de la democracia estadounidense, el debate sobre la libre expresión y el papel de los gigantes tecnológicos y plataformas de comunicación digital alcanza ya niveles planetarios.

Las muy cuestionables decisiones tomadas por Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, Snapchat para cerrar las cuentas, algunos de forma definitiva, del presidente Donald Trump con motivo de los insólitos acontecimientos del asalto al Capitolio el 6 de enero pasado, han desatado una avalancha de reacciones –en las propias redes sociales– a favor y en contra de quitarle al presidente Trump las poderosísimas herramientas de comunicación con las que gobernó, paradójicamente, estos últimos cuatros años, desde la Casa Blanca.

Especialmente Twitter se convirtió en una trinchera para librar sus batallas en contra de adversarios políticos y de los llamados medios de comunicación "tradicionales", a quienes llegó a señalar como "enemigos del pueblo", y otros muchos ataques frontales.

El grado de responsabilidad que Donald Trump tiene en los lamentables acontecimientos que han avergonzado a la gran potencia frente al resto del mundo y que la mantiene, aún, en situación de riesgo, es enorme, ni duda cabe.

El segundo juicio político al que será sometido lleva un único cargo que lo dice todo: incitar a la insurrección; punto.

Ya veremos si la instancia reconocida como la legal y políticamente competente para ello, es decir, el Congreso, lo declara culpable, lo inhabilita y/o le impide volver a competir por la Casa Blanca.

Por lo pronto, las grandes plataformas de redes sociales decidieron adelantarse y emitieron un veredicto propio. Determinaron que el sujeto representa un peligro y que los que, hasta ese momento, se habían convertido en los canales de comunicación más poderosos y eficientes, no sólo con sus partidarios, sino con todos los demás, tenían que ser cancelados por los peligros que representa, según sus valoraciones, el titular de la cuenta.

Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, señaló que mantendrían cerrada su cuenta hasta que se completara la "transición pacífica del poder" porque se consideró que Trump pretende socavar esa transición "...pacífica y lícita del poder a su sucesor electo, Joe Biden".

No hay duda de que Trump con su conducta, en el antes, durante y después del proceso electoral, socavó los ejes y la confianza en la contienda y con frío cálculo fue sembrando dudas, discordia sobre el propio proceso, con señalamientos y acusaciones que nunca pudo probar pero que cumplieron el clarísimo propósito de polarizar, radicalizar e incendiar los ánimos de gente que salió a las calles, muchos no sólo con furia, sino con armas en mano, en un intento por dislocar el proceso de certificación e impedir la consumación de un "gran fraude" y la llegada de Joe Biden a la casa presidencial.

Todas las instancias electorales que procesaron las acusaciones las desecharon por no tener sustancia que permitiera echar abajo las elecciones, pero eso ya no importaba mucho. La insurrección estaba inoculada.

Más allá de los alegatos de los representantes de las plataformas para silenciar, de sus espacios, al presidente de Estados Unidos, el tema no es si tienen razón o no en lo que argumentan sobre el mandatario y sus conductas, sino las graves implicaciones que también tiene el hecho de que las grandes empresas que dan soporte a las redes sociales determinen, sin la intervención de autoridad judicial alguna, ni nada que remotamente se le parezca, el silenciamiento en esos espacios, cuyo impacto público es enorme, de la voz de un individuo que, además, resulta que representa –por más odioso que resulte en este contexto– a millones de habitantes del país que aún gobierna.

Emulando a las grandes televisoras que, en otro momento, también silenciaron al mandatario.

La discusión sobre la actuación de las empresas ha dividido opiniones de manera profunda. Jack Dorsey, cofundador de Twitter, defendió la decisión de cerrar la cuenta de Trump, aunque reconoció que sienta "un precedente peligroso" y que Twitter no había hecho lo suficiente para fomentar "conversaciones saludables". Una suave manera de aproximarse al debate impostergable sobre la grave responsabilidad de las plataformas en la creación-inducción de un clima social envenenado, polarizado y altamente tóxico, tal como se relata en el documental The Social Dilemma patrocinado por Netflix.

ÁTICO

Más allá de los alegatos para silenciar al presidente Trump, el tema es si las redes sociales pueden hacerlo sin autoridad judicial.