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Tiempo de más

Por: MBA. Horacio Marchand Flores
Fundador de Hipermarketing.com, el portal más grande de mercadotecnia en Iberoamérica
@HoracioMarchand

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¿Qué haces con tu tiempo libre? ¿Qué haces para conseguir tu tiempo libre? ¿Qué haces para evitar tener tiempo libre? Hay infinidad de variantes en cómo el ser humano se posiciona frente a su tiempo. Por un lado, necesitamos estructurarlo, por el otro, nos puede aprisionar y limitar. Tan frustrante es no tener nada que hacer como no tener holgura.

Esta reflexión me llega en un encierro forzado. El huracán "Fernand" me hizo quedarme inesperadamente en casa. Cancelaron clases y muchas empresas fomentaron el home office. En mi caso, estuve solo y sin luz por 5 horas. Afortunadamente tenía que escribir mi columna, pero por un tiempo sentí ansiedad. Sin televisión, sin batería del iPhone, sin querer gastar la del iPad, sin internet, sin poder salir por la intensa lluvia.

El manejo del tiempo es quizás el elemento más revelador del tipo de vida que tiene una persona. La realidad es que tener tiempo libre es algo relativamente nuevo para los humanos. Millones de años en evolución fueron marcados por una estructuración del tiempo enfocada totalmente a la supervivencia.

Hace unos 150,000 años aún no domesticábamos ni el fuego. Los días pasaban en busca de refugio y comida; las cuevas eran casas temporales, la esencia era el movimiento.

El tiempo estaba consumido en la búsqueda de alimento, seguridad y defensa de la tribu. No había holgura.

Hace unos 10,000 años empezaron los asentamientos humanos y nacen los oficios: había agricultores, herreros, constructores, cazadores, etc. Los artesanos eran el ejemplo perfecto de la dedicación absoluta a la producción de una cosa de principio a fin.

Hacemos fast-forward y llega el Siglo 19. Nacen los principios de la administración científica y hacia el Siglo 20 ya se habían consolidado la economía de escala, la división del trabajo y la hiperespecialización. Eran los tiempos de eficiencia, que también impactó la estructuración del tiempo: se trabaja de lunes a sábado en horarios fijos; se trabajan 50 semanas para vacacionar 2; la vestimenta se estandariza; el retiro llega a los 65 años donde el sistema te suple por alguien más joven y barato.

Superada la pobreza económica caemos inevitablemente en la pobreza de tiempo.

Viviendo en la escasez de tiempo, el organismo se acostumbra a una actividad repetitiva y constante. El ocupismo se convierte en una forma de anestesia existencial y ante la incertidumbre de vida se consolida como si fuera un destino resuelto. El acelere se convierte en adictivo. Nos quejamos, pero lo procuramos; nos lamentamos, pero incluso lo presumimos. Nos hacemos tan buenos en esto que pareciera que nos volvemos discapacitados en la forma en que usamos el tiempo.

Vivir acelerado y ocupado resulta ser un tipo elegante de neurosis, además de que tiene ganancias secundarias: es la excusa perfecta para no hacer introspección, para no establecer contacto real.

Ligado a lo anterior, emergen los aditamentos rompe-presente. El teléfono celular es la herramienta perfecta para continuar en la evasión y perpetuar el ocupismo. Tener que tomar una llamada, tener que contestar un mensaje es la fuga justificada del aquí y el ahora. Es más fácil fugarse que lidiar con la ambigüedad del momento, es más fácil el iPhone que reconocerse aburrido, es más fácil el iPad que conversar un tema denso.

Pareciera que hay algo peor que tener pobreza de tiempo: la inhabilidad de vivir sin tener algo preciso que hacer sin los aditamentos electrónicos acostumbrados.

La estructuración del tiempo es cosa seria. Una leve modificación en la rutina y nos exhibe como autómatas programados por el sistema. Nos recalca que somos un insumo que en algún momento dejará de ser útil.