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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Tus datos no te pertenecen, el legado de nuestra generación en la tecnología

Por: LCC. Gabriel Moreno Rodríguez
Productor; académico en el ITESM; director de noticias; analista en temas de tecnología y CEO
@gabofanfare

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Es difícil ver el pasado como una suma de esfuerzos y sacrificios humanos. La mayor parte de las veces olvidamos (o ignoramos) que las herramientas, caminos, edificios, puentes, leyes y hasta el mismo país que habitamos costaron la vida de un incontable número de personas, entre obreros, científicos, filósofos, arquitectos e ingenieros.

El pensador William James hablaba del legado como algo que no se deja “para las personas”, sino “en las personas”. Si hacemos un ejercicio por simplificar (sin menospreciar) la herencia de nuestros abuelos, encontramos las luchas por los derechos civiles, el derecho al voto, a la educación laica, la división de poderes y la equidad de género. Pero la pregunta que da partida a este artículo es: ¿cuál va a ser nuestro legado?

Y no hablo del que dejamos cada uno de nosotros a nuestros seres queridos inmediatos, ni siquiera a nuestros amigos o conocidos, hablo del que como humanidad en este siglo, le vamos a dar a las generaciones de 2100, 2200, quién sabe, a lo mejor muchos siglos más adelante.

La respuesta para su servidor está en los datos, esos que generamos cada vez que tomamos nuestro celular, computadora, tableta o cualquier dispositivo conectado a Internet.

El concepto big data se refiere a todos esos rastros que quedan en las redes digitales cuando vemos un video en YouTube, nos suscribimos a una aplicación, damos clic a un anuncio o resolvemos un breve acertijo para autentificar nuestra identidad (sólo por mencionar algunos).

El analista Bernard Marr, de la revista Forbes, estima que los humanos producimos aproximadamente 2.5 quintillones de bytes en data y ¡eso apenas en 2018! Incluso destaca que tan sólo en los últimos dos años, con el crecimiento del Internet de las cosas, los humanos habíamos generado el 90% del total de data que existe en el mundo.

En pleno 2019 los resultados son palpables, de pronto escuchamos cada vez más los términos inteligencia artificial, algoritmos, aprendizaje de máquinas y programación basada en datos, entre otros.

Con los datos hemos generado –en esas horas invertidas en Google, YouTube, Facebook, Netflix, Amazon, Instagram (entre miles de otros)– un efecto secundario sin darnos cuenta: regalar los cimientos a las nuevas inteligencias digitales para entendernos, predecirnos y adelantarse a nosotros.

De pronto, descubrimos que la nueva serie de Netflix, que cautiva a las audiencias, fue hecha con base en la información que la compañía ha recabado sobre nuestros hábitos de consumo, y nos sorprendemos cuando el celular nos sugiere la ruta más rápida para llegar a casa desde nuestro trabajo, antes de que siquiera sepamos que necesitábamos esa ayuda.

En 2019 el debate sobre la privacidad acapara reflectores y la atención de muchos que ven el uso de nuestros datos como una invasión de la intimidad, pero lo cierto es que, al paso que vamos, nuestro legado es muy claro: somos la generación que educa máquinas, que enseña a las inteligencias artificiales y, sin saberlo, hicimos al mundo inteligente para nuestros hijos. ¿Demasiado inteligente?