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Un siglo de esterilizaciones forzadas en EUA

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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En este mismo espacio y en ediciones anteriores, ya hemos hablado de las prácticas eugenésicas de los nazis para controlar las características físicas de la raza aria, así como de la eliminación de personas con alguna enfermedad mental y homosexuales, pero de lo que no hablamos es de cómo Estados Unidos de América fue precursor de los controles de natalidad obligatorios para ciertos grupos “indeseables” y que ha seguido ejerciendo de manera sistemática y reiterativa a lo largo del último siglo.

Para controlar a dichos grupos, el gobierno optó por realizar esterilizaciones forzadas a través de histerectomías, retiro del útero o ligadura de trompas en mujeres. Todo esto bajo una premisa: no eran aptas para reproducirse.

Para inicios del siglo XX, ya se había aprobado la ley que permitía realizar este control de natalidad en treinta y un estados que conforman la Unión Americana, siendo California el que más impulsó y accionó esterilizaciones forzadas, donde 20 mil mujeres (casi todas ellas afroamericanas) fueron obligadas a realizarse algún procedimiento quirúrgico para evitar la reproducción entre los años 1920 y 1930, de acuerdo con datos de Miroslava Chávez-García, profesora de historia en la Universidad de California.

La esterilización tenía como encomienda un control racial y de supremacía blanca, por ello se aplicaba sólo a mujeres de color y que, en su mayoría, eran de escasos recursos, violando así no sólo su libertad de autodeterminación, sino llevando el racismo a su máximo nivel.

El movimiento adoptado en muchos estados y que contaba con la venia de la Suprema Corte dejó de ser “bien visto” después de la Segunda Guerra Mundial, pues era sabido que los nazis la ejercían. Sin embargo, a pesar de ser poco popular, siguió practicándose “a puerta cerrada”.

California volvió a sobresalir en el tema, pues entre 2006 y 2010 se abrieron investigaciones sobre la esterilización a 150 mujeres sin su consentimiento en cárceles del mismo estado. Las víctimas no sólo fueron mujeres de color, también mexicanas.

La esterilización, para finales de los años 60 y principios de los 70, reflejaba el descontento de EUA por la creciente población de mexicanos en su país; California, como el principal afectado por la ola de migración, endureció sus políticas de natalidad y comenzaron a realizarse histerectomías y ligados de trompas a mexicanas que llegaban a dar a luz en el Angeles County-USC Medical Center. Muchas de ellas no sabían hablar inglés y fueron obligadas a firmar autorizaciones que no entendían; otras regresaron a sus casas sin saber que, mientras daban a luz, eran esterilizadas.

El documental No más bebés narra la historia de latinas que fueron obligadas a someterse a procedimientos quirúrgicos para controlar a la población migrante en California. En el avance del documental se escucha la consigna del locutor en la radio americana de la época: “algo drástico se debe hacer con la población creciente”. Y lo hicieron.

Septiembre 2020, la noticia de, al menos, seis mujeres mexicanas esterilizadas en el Centro de Detención del Servicio de Control de Inmigración y de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) del Condado de Irwin, en Georgia, se divulgó rápidamente, lo que llevó al canciller Marcelo Ebrard a aceptar que había solicitado una investigación al gobierno estadounidense para que se esclarecieran los hechos.

Las profundas violaciones a los derechos humanos por parte de los gobiernos estatales y federales del vecino país del norte durante décadas son el claro ejemplo de un racismo disfrazado, al que yo llamo: racismo silencioso.

Las huellas emocionales y físicas de los agravios cometidos quedan muy presentes en quienes padecieron esterilizaciones inhumanas. La respuesta emitida por los gobernantes e involucrados es ejemplo de una revictimización por parte del Estado; pero también lo son las voces que sentencian a las mujeres por su calidad de migrantes, olvidando que no por eso dejan de ser personas.