INICIO | CIENCIA Y TECNOLOGÍA
CIENCIA Y TECNOLOGÍA

¿Tu empresa tiene TDAH? El enemigo silencioso que sabotea tu productividad

Por: LI. José Eduardo Carrillo Castillo
Gerente de sistemas e informática STRATEGA Consultores
eduardo.carrillo@strategamagazine.com

Share This:

A la memoria de quienes han abierto treinta pestañas del navegador para leer este artículo y, sin embargo, siguen aquí.

 

Cuando escuchamos el término TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) pensamos en aulas repletas de niños incapaces de permanecer quietos. Hoy, sin embargo, el diagnóstico se extiende más allá de las escuelas y se filtra en las salas de juntas, en los cafés con Wi-Fi potente y en los chats corporativos que nunca duermen. ¿La causa? Una epidemia silenciosa de estímulos digitales que secuestra nuestra atención.

Vivimos en un mundo donde cada notificación compite por un fragmento de nuestra corteza prefrontal (la encargada del enfoque). Según datos del portal Statista, una persona promedio recibe más de 100 notificaciones al día entre correos, redes sociales y apps de mensajería. No es de extrañar, entonces, que muchos describan una sensación de mente dispersa, saltando entre tareas en cuestión de segundos. Ahí surge la pregunta incómoda: ¿estamos ante una epidemia real de TDAH o de distracción digital?

Los psiquiatras advierten que el checklist clínico no debería confundirse con el síntoma pasajero de la hiperconectividad. Sin embargo, las estadísticas se disparan: en la última década, los casos reportados en adultos crecieron más del 40 %. La línea divisoria entre un cerebro bombardeado y un trastorno neurobiológico se vuelve borrosa, y la industria farmacéutica, como de costumbre, ofrece la píldora adecuada para cada malestar.

Si el TDAH es un problema médico, a nivel empresarial es un conflicto de gestión. Lo veo día tras día en las sesiones de consultoría: fundadores que quieren lanzar un e‑commerce, abrir un podcast, incursionar en blockchain y, de paso, conquistar nuevos mercados internacionales… todo antes del primer trimestre. Suena heroico, pero el resultado suele ser una organización exhausta, objetivos diluidos y, al final, sin dirección.

El TDAH empresarial no aparece en los manuales diagnósticos, pero sus síntomas son inconfundibles:

  1. Impulsividad estratégica: adoptar la moda de turno sin un análisis de costo‑beneficio.
  2. Hiperactividad operativa: lanzar proyectos excesivamente producidos que nunca alcanzan la masa crítica.
  3. Déficit de atención al core business: descuidar el flujo de caja –lo que el consultor Peter Drucker llamaría “la prueba ácida del negocio”– por perseguir la última tendencia en TikTok.

La respuesta corta es la dopamina. Cada nueva idea libera un chispazo neuroquímico similar al que se consigue al desbloquear el nivel en un videojuego. La respuesta larga: vivimos en una cultura que premia la velocidad sobre la estrategia y la novedad sobre la consistencia.

En un país como México donde, de acuerdo a la Radiografía del Emprendimiento 2024 del Centro de Competitividad de México (CCMX), el 75 % de las pymes no supera los dos años de vida, el costo de la dispersión puede ser letal. En entornos de recursos limitados, querer hacerlo todo equivale a no hacer nada.

Diagnosticar el TDAH es importante; trivializarlo, peligroso. Pero igual de riesgoso es tolerarlo como una “cualidad” del emprendedor visionario. La innovación sin enfoque es un camino seguro al fracaso.

Cerraré con una advertencia y una esperanza. La advertencia: si todo es prioritario, nada lo es; y una compañía sin prioridades es un rompecabezas sin bordes. La esperanza: el antídoto a la dispersión no es menos creatividad, sino más atención. Y si usted llegó al final sin alternar entre WhatsApp y su correo, felicidades: acaba de demostrar que el enfoque sigue siendo posible.