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La batalla por el heartland: Rusia vs. Ucrania

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

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Al más puro estilo de Rocky IV del año 1985, la maquinaria de propaganda americana y occidente circuló las imágenes de Volodymyr Zelensky, el comediante ucraniano que logró ser presidente y que, tras la caída de su popularidad en octubre del 2021 por la salida a la luz de los Pandora Papers que lo involucraban, junto a otros oligarcas ucranianos, en corrupción, hoy, ataviado en uniforme militar, se ha convertido en héroe occidental.

De la Torre Eiffel al Empire State Building en Nueva York, la noche del 25 de febrero del presente año, los edificios más importantes del occidente se iluminaban de amarillo y azul, colores de la bandera de Ucrania en lo que se tomó como una condena al fascismo ruso de Vladimir Putin. Al mismo tiempo, Zelensky sentenciaba: “nos dejaron solos”. Y, efectivamente, se quedaron solos.

El 24 de febrero, apenas unos días después de comenzar el año 2022, que se pronosticaba como un buen año para retomar la vida diaria alrededor del mundo pospandemia, el presidente ruso marcaba el inicio del conflicto más importante en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, en lo que él llamó una “operación especial para desnazificar Ucrania” y donde días antes, desde el Kremlin, explicaba sus razones para defender el territorio ruso de la integración de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), además del interés real de salvaguardar la integridad de las poblaciones de Lugansk y Donetsk, territorios prorrusos que han sido constantemente atacados por los grupos extremistas ucranianos como Azov.

En aquel territorio, que algún día fue la “cuna” de la madre Rusia, ese 24 de febrero se escuchaban las sirenas que alertaban del posible ataque aéreo del invasor, se mostraban heridos y miles de personas en éxodo hacia Polonia, Rumania y, los que tenían un poco más de suerte, al occidente de Europa en calidad de refugiados. ¿Cómo explicar que dos países que comparten su origen étnico, cultural e, incluso, lingüístico se encuentren en sendo conflicto bélico? Para explicarlo debemos regresar al 4 de abril de 1949, cuando apenas unos años después de la Segunda Guerra Mundial y con una Europa occidental muy lastimada, se creaba la OTAN. Dicho bloque comenzó con 12 integrantes y una visión de ser una especie de “policía del mundo”, plasmando dentro de sus estatutos que, para temas relacionados a la seguridad y defensa de un Estado miembro, todo el bloque actuaría como uno solo, suponiendo una especie de escudo para los países europeos integrantes, y para EUA y Canadá, contra la expansión comunista rusa y que, evidentemente, atenta contra la estrategia capitalista americana.

Desde la creación de la OTAN el bloque se veía más como una organización política sin mucho que resolver, pero ante la negativa de los países miembros de aceptar a Rusia en sus filas, se crea el 14 de mayo de 1955 el Pacto de Varsovia por la ex Unión Soviética y los aliados de Europa del este (Albania, Hungría, Alemania Oriental, Polonia, Rumania). La creación de dos bloques dividió al mundo entre capitalismo y comunismo, y este movimiento dio origen al periodo de la Guerra Fría.

Para 1991 el Pacto de Varsovia quedó obsoleto, derivado de la disolución de la Unión Soviética, y hoy la Alianza Atlántica tiene 30 Estados miembros, entre los que se encuentran República Checa, Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovenia, Rumania y Hungría, países que algún día pertenecieron a la Unión Soviética o que tienen una posición privilegiada para contener a Rusia y su ideología política. La última pieza de este ajedrez: Ucrania.

La intención de rodear a Rusia y, por consecuencia, al otro gigante, China, deriva de una ideología previa incluso a las dos guerras mundiales: la conquista del heartland. En 1904 el político y geógrafo inglés Halford John Mckinder propuso un nuevo marco teórico, explicaba que aquel que dominara Asia central-Rusia central-Siberia (Eurasia) tenía amplias posibilidades de controlar Asia y Europa y, con ello, aseguraba su hegemonía en el orden mundial. Aunque la teoría propuesta por Mckinder data de 1904 y en algún momento parecía obsoleta con la creación de grandes flotas navales y con armas de largo alcance, la invención del ferrocarril puso de nuevo en el mapa la teoría del heartland, privilegiando, una vez más, la territorialidad. Santiago Armesillas, geopolítico español desmenuza –con reserva– la relevancia de dicha teoría en el conflicto actual en Ucrania, explicando que, a dicha hipótesis, debe sumarse lo dicho por Nicholas Spykman, científico politólogo americano que basaba su teoría no sólo en el control de Eurasia, sino en las franjas que le rodean, a esto le llamó “teoría del Rimland”, pues ante la lejanía de EUA de estar en el “corazón de la tierra”, debía asegurar su hegemonía mundial, cercando a aquellos países que sí tienen la ventaja geopolítica de encontrarse en dicho territorio, esto a través de la inestabilidad en la política interior de los Estados alrededor de los grandes jugadores, es decir, Rusia y China. Dicho de otra manera, si tienes que defender tu territorio en todas tus fronteras, ¿cómo podrías pensar siquiera en el expansionismo hacia el occidente? A este cóctel le faltaba una pieza y de ahí la defensa férrea por parte de la OTAN (que debe verse en realidad como EUA y aliados) de la adhesión de Ucrania a la Alianza Atlántica, no sólo por el malestar que causa al “oso ruso” y al “dragón chino” verse rodeados de bases militares americanas, sino porque se debe entender la relevancia del paso al Mar Negro de Rusia, eliminar la posibilidad del control marítimo supone un golpe duro a las bases navales de dicho país.

Entonces, ¿esto legitima la invasión de Rusia a Ucrania? Parece ser que eso sólo se sabrá cuando veamos en retrospectiva el resultado. Si Rusia logra mantener la paz e impedir la adhesión de Ucrania a la OTAN, el resultado será en positivo y legitimará un movimiento de tal magnitud, si, por el contrario, acelera el proceso para la aceptación de Ucrania a la alianza, la historia le condenará a Vladimir Putin el costo de vidas. Dice el dicho que “la historia la escriben los vencedores” y habrá que esperar quién escribe el último párrafo.

La conclusión de todo lo anterior invita a una reflexión mucho más profunda, sin el reduccionismo ideológico que pretende occidente, a cuestionar sí, a Putin, pero también a la figura de la OTAN, que parece ser más una organización formada para los intereses de EUA y su política expansionista capitalista que para el mantenimiento constante y duradero de la paz.