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La libertad de expresión y lo políticamente correcto

Por: MDE. Karen Lizbeth Ayala García
Abogada en el Departamento Jurídico Corporativo STRATEGA Consultores
karen.ayala@strategamagazine.com

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Este mundo tan moderno nos ha traído cambios importantes en la vida cotidiana y hasta en nuestro comportamiento, incluyendo nuestro lenguaje.

Si bien es cierto que cuando sabemos o intuimos que nuestra opinión puede incomodar o perturbar “la paz” de alguien, preferimos guardar silencio, sin embargo, cuáles son los límites entre la libertad de expresión y lo políticamente correcto.

¿A qué se le llama ser políticamente correcto? ¿Qué diferencia existe entre ser educado y ser políticamente correcto? Estas interrogantes son primordiales para abordar este tema importantísimo para la convivencia en sociedad.

El génesis de que algo dicho o hecho es “políticamente correcto” data de la década de los ochentas, como una necesidad de proteger a grupos minoritarios, esta forma de manifestación se hizo viral en la música, el cine, el teatro y el arte en general.

Por tanto, se considera que una persona que actúa de manera “políticamente correcta” es aquella que toma en cuenta los valores de todos los grupos humanos e impide cualquier posible discriminación u ofensa hacia ellos por motivos de sexo, preferencias sexuales, ideología política, religión, raza, cultura y economía, entre otros.

Palabras más, palabras menos, es la serie de actitudes para llevar a la igualdad a las diferentes sociedades minoritarias que, a su vez, componen otro grupo multicultural importante, pero con especial énfasis en dar poder a esos grupos que no cuentan con todos los derechos, oportunidades y, por ende, provocar a través del lenguaje una homogeneidad.

Al ser lo políticamente correcto una forma de “corrección” suele traer oposiciones y un sinfín de debates respecto a lo que de verdad debería calificarse como “correcto”, pues muchos lo consideran contradictorio e hipócrita, lo que trae como consecuencia una problemática en la estructura social y una intolerancia de ciertos grupos que se sienten “atacados” o “discriminados” por la “imposición” de lo políticamente correcto, ya que se vulnera su derecho a la “libertad de expresión”.

Según Amnistía Internación, la libertad de expresión es el derecho a expresar y difundir, buscar, recibir y compartir información e ideas sin miedo ni injerencias ilegítimas; es esencial para nuestra educación, para desarrollarnos como personas, ayudar a nuestras comunidades, acceder a la justicia y disfrutar de todos y cada uno de los derechos fundamentales.

Vemos que la línea entre libertad de expresión y lo políticamente correcto es muy delgada respecto al respeto y a los límites que conlleva el derecho de expresión, ya que, aunque nos da la facultad de expresarnos libremente, existen límites cuando inician los derechos de los terceros, con la vida privada, la intimidad, el honor y la moral, entre otros.

Sin embargo, en esta época, lo “políticamente correcto” ha alcanzado un nivel altísimo de popularidad y firmeza que ha llegado a un punto de descontrol en la sociedad, pues ha sido tal su exigencia que ha provocado una conducta exagerada, para que el tacto y la prudencia por no herir u ofender a alguien sea evitada.

La bandera de los grupos opositores es que esta conducta con el fin de no discriminar termina discriminando a otros, pues se tienen que autocensurar; reprimir constantemente su opinión provoca miedos y distanciamiento social e incluso limitaciones en su libertad de decisión, se acostumbran a coartar sus ideas y pensamientos, tal como ha sucedido con programas de televisión, música, noticieros, giras políticas y deportes.

A contrario sensu, se ha señalado que la censura debe estar en igualdad de condiciones que la libertad de expresión, una no puede estar sin la otra, pues esta última, si es llevada a cabo sin reglas, se puede descontrolar y causar caos en la sociedad, al abusar de las minorías y alentar a racistas, homófobos o fanáticos.

Hasta el momento no hay una definición exacta de lo que son y lo que no son las conductas y palabras “políticamente correctas”, dependen de diversas circunstancias y espacios particulares, y esto debería permanecer así, de lo contrario podría caer en el supuesto de coartar la libertad de expresión en una sociedad considerada libre y civilizada.