PANORAMA POLÍTICO
Nuestro país ha sido tendencia en diversas ocasiones, que si por la cultura, por el trato que se les da a los artistas o por alguna cosa menos positiva. Lo que en este escrito se quiere retomar es cómo México se unió a las polémicas electorales este 2025, a través de un experimento. Lo llamamos así porque es la primera vez que se implementa y, en cualquier ámbito, cuando se está probando un esquema nuevo y se van a analizar los resultados y la ejecución de este, es un experimento.
Cuando en 2024 se anunció la reforma al Poder Judicial y la elección que tendría lugar este año hubo un gran alboroto. Por un lado, se tenía a la bancada de MORENA aplaudiendo la clarísima consigna de acercar el Poder Judicial al pueblo y democratizar el proceso que, de acuerdo con el discurso presentado, es corrupto, no obedece a los principios democráticos y a las ideas de la 4T. Por otro, se tenía a la oposición que puso “el grito en el cielo” aludiendo a la imposibilidad de realizar un procedimiento como el propuesto, reiterando las “oscuras” intenciones morenistas de apropiarse del país y eliminar toda posibilidad de oposición, diálogo y contrapeso.
En medio de todo ese fuego cruzado se encontraba la ciudadanía, todos nosotros los de a pie que podemos entender mucho o poco de lo que sucede, que en ocasiones hacemos caso omiso a las campañas políticas, que no siempre estamos al día con las decisiones que se toman y, otros tantos que ocupan sus jornadas trabajando y poco interés tienen en estos asuntos. Sin afán de justificar o restar importancia a la responsabilidad democrática de investigar a los candidatos y candidatas de cualquier proceso electoral y político, es necesario reconocer que una buena parte de la población, aunque no esté conforme con el contexto y la situación en la que se encuentra (en términos de ser gobernados), no siempre cuenta con los medios para estar informada y dedicar ese tiempo adicional a ello.
Decíamos que esta propuesta es un experimento electoral como otros –por ejemplo, el voto digital–, pero nos interesa por la novedad. Muchas críticas a esta decisión provinieron de la oposición, pero también de ciudadanos y ciudadanas preocupados por la logística. Sabiendo que se dedicaría menos presupuesto que a un proceso electoral regular y que el tiempo no sería suficiente para desarrollar una estrategia que permitiera recabar la información, vigilar y evaluar debidamente la operación y garantizar que los ciudadanos y ciudadanas tuvieran acceso a los elementos necesarios para cumplir con la crucial labor que se les encomendó.
Este fenómeno nos permitió ser conscientes de varias cosas a la vez. Primeramente, el tiempo es un factor importante, pero no es impedimento, no se trata de juzgar si se logró ejecutar pulcramente, se trata de apuntar a que se quería realizar la elección y se hizo, en un año; es curioso cómo hay cosas que llevan en el tintero más tiempo porque no se encuentra la manera o el presupuesto para realizarlas.
También demostró que la participación ciudadana sigue siendo poca y menor de lo esperado, aunque se insista en lo contrario. De manera regular, en México la aportación en procesos electorales es baja, la mayoría de las veces oscila entre el 40% y 60%; en esta ocasión se contó con 13% (no es la cifra más baja registrada alguna vez, por cierto).
Asimismo, expuso que quienes participaron no siempre tenían claro qué hacer o cómo votar, hubo gente interesada en aprender que realizó sus notas y acordeones y otros muchos que anularon sus votos. Como todo experimento, hay áreas de oportunidad, tanto en cuestiones logísticas como en accesibilidad de la información para que a la gente le resulte manejable. Habrá de evaluarse el resultado en términos de la aplicación de justicia y las obviadas críticas a candidatos, pero ese es otro tema. En 2027 viene la segunda parte de esta votación, habrá que ver si hacen cambios en lo ya señalado o caeremos en el bucle de dejar las cosas al aire.
