
El 2025 ha entrado fuerte, más de una persona puede coincidir conmigo en que luce como un año fuera de lo común. De un momento a otro parece que estamos enredados en una telaraña de acontecimientos y decisiones nacionales, internacionales y locales que nos tienen en incertidumbre constante. A lo largo de estos primeros meses hay muchas voces en los medios y en el día a día, cada una tiene una interpretación de lo que acontece y en el mismo sentido pronostican, predicen y más ansiedad se genera. Ya está de más decir que no vivimos en una burbuja y que, en el mundo interconectado y globalizado, las cosas que se dicen, se proponen y se hacen de conocimiento público impactan a cada territorio.
Decía que se escuchan discursos sobre lo que sucede y puede suceder en el mundo en los próximos años. Algunas de esas voces perciben que entramos en una especie de bucle de tiempo y vamos hacia atrás. ¿Cómo es ir hacia atrás? Se percibe un retroceso en diferentes áreas y eso lleva a cuestionarse ¿estamos retrocediendo en la historia?, ¿el discurso de ultraderecha, conservador, proteccionista y nacionalista, no lo habíamos vivido ya? Pareciera que tenemos un déjà vu colectivo, pero sólo algunos de nosotros porque quienes están decidiendo a lo grande parecen estar descubriendo el hilo negro. Voy a poner algunos ejemplos que me parecen urgentes y brutales, posteriormente pondré algo menos drástico, pero igual de importante a consideración.
Desde el 2021, hay preocupación por la pérdida de derechos adquiridos y no estoy hablando de cuestiones laborales, me refiero a una ola de prohibiciones, amenazas y discursos que se orientan a grupos minoritarios y mujeres de ciertos países que históricamente han luchado por el reconocimiento de su identidad, diversidad y el acceso a derechos humanos básicos. Un claro ejemplo son las mujeres en Afganistán, se les ha prohibido la educación y trabajar fuera de su hogar, no pueden circular de manera libre, es decir, para poder salir de casa tienen que estar acompañadas por un hombre que tenga parentesco con ellas; además, deben cumplir con un código de vestimenta que las mantiene cubiertas de la cabeza a los pies. Estos son algunos de los retrocesos a los que se hacen alusión, en pleno siglo XXI, con tanta información, con los movimientos feministas y proderechos humanos en auge ¿cómo es posible que los regímenes políticos y económicos nos metan en una cápsula del tiempo?
El caso de la comunidad LGBTIQ+ es otro emblemático, sobre todo en Estados Unidos, recientemente las redes sociales se inundaron de denuncias ante ataques hacia las personas que se identifican como parte de esa comunidad, las prohibiciones y señalamientos públicos en contra de derechos y reconocimiento que habían ganado en los últimos años son abiertos, frontales y oficiales.
El proteccionismo económico es otro ejemplo, la dinámica de sustitución de importaciones la vivimos en México en 1940; ahora el asunto es colocar aranceles e impuestos para desincentivar la compra de productos no nacionales y encarecer el proceso para los exportadores, después se reconsidera la acción ¿hay algún plan de respaldo oculto del cual no sabemos? De otra forma no se explica nadie por qué dañar la economía interna con esa presión buscando probar un punto político. Claramente acciones y proyecciones de este tipo llevan a otros países a reaccionar de forma similar o a prepararse ante la posibilidad de represalias económicas.
No hay sistema económico autosuficiente, la globalización se encargó de eso. ¿Por qué pretenderíamos cortar suministros queriendo cultivarlos en nuestro jardín cuando las condiciones no están dadas para hacerlo de manera inmediata? ¿Por qué parece que estamos en una especie de simulación de viaje en el tiempo?
Y, aún con eso, no está todo perdido, hay voces buscando denunciar estas “nuevas políticas”. Es cierto que algunos países se detienen a considerar las opciones de respuesta táctica que no les implique coartar a sus ciudadanos y ciudadanas. Quizá estos “retrocesos” son como ese instante en el que apretamos un resorte para dejarlo saltar más lejos, ¿podríamos aprovechar ese momentum y unirnos para impulsar cambios que beneficien a la mayoría y consideren a las minorías?