Hay dos fuerzas fundamentales y sumamente disruptivas que están cambiando los modelos de negocio. La primera son las pantallas de móviles, iPads y televisores, cargadas de aplicaciones de todo tipo y para todos los gustos, y la segunda es la tendencia a nichar: estar y hacer casa.
Ya nos acostumbramos a la disponibilidad inmediata y al deseo caprichosamente satisfecho. Todo es a través de una pantalla. Las tiendas, restaurantes, bares, puntos de reunión, y demás, se mudaron a una pantalla. Ahí empieza y termina todo.
Respecto al teléfono, es tan fuerte que lo tenemos prendido 24 horas. Y así como está pintado en la Capilla Sixtina, donde Dios le da vida al humano con un toque de su dedo, nosotros le damos vida al móvil cuando lo tomamos. Como si fuera una entidad con vida propia que nos atiborra de notificaciones, noticias, memes, entretenimiento, morbo, propuestas y actividades.
Nos impone demandas de respuesta y nos da una sensación falsa de importancia: recibo notificaciones y entonces existo; recibo likes y entonces valgo. Esos llamados nos sacan de nosotros mismos, nos anestesian existencialmente y nos dan un quehacer.
El móvil es la nueva fuga y el nuevo encuentro, es el que estructura el tiempo. Alguien podría dedicar su vida entera a contestar y reaccionar a lo que el teléfono le pide. El teléfono nos hace vivir en la reacción y, por ende, nos niega la autocreación.
¿Cual es el propósito de tu vida? ¿Tu vocación? ¿Tu misión? ¿Tu destino? ¿Tu trabajo? Infelizmente, muchos podrán decir que, en el fondo, es ver y atender su teléfono.
La segunda fuerza es nichar. Nichar lo defino como la tendencia sociológica de instalarse en casa: invertir en tecnología, comodidad, personalización del ambiente, arte, recuerdos de viajes y ahí sentirse como si fuera un refugio del mundo. El hogar como un santuario.
Las ciudades se han convertido en abrumadoras: el tráfico imposible, los restaurantes ruidosos, el trabajo corporativo cansado y estéril. Queremos ahora nichar.
En la vida familiar o de pareja, hay otra pantalla más: televisores gigantes cargados con Netflix, Roku, Amazon Prime o Hulu. Las series son rituales compartidos. ¿Viste Irishman, Messiah, The Man in High Castle, Black Mirror, los Medici? ¿La nueva serie de Gwyneth Paltrow?
¿Y los modelos de negocio? Si la pantalla del móvil es el equivalente a la lámpara de Aladino, entonces, como un episodio posible en la serie de Black Mirror, el futuro lucirá con pocos paseos por zonas comerciales, un número reducido de bares para conocer a alguien aleatoriamente, sin tiendas departamentales gigantes y sobreinventariadas y pocas salas de exhibición de cualquier tipo. Todos los catálogos de productos, servicios y personas estarán en línea y a un clic de distancia.
Ya desaparecieron las filas de taxis en los hoteles esperando a que los huéspedes salgan y los contraten; ya hay Uber, Lyft, Didi. Las tiendas departamentales siguen desapareciendo y, dicho sea de paso, Amazon ya vale un trillón de millones de dólares en market-cap, que es igual a 18,653,120,000,000,000,000 pesos, como se diga.
Travis Kalanick, el fundador de Uber, tiene como nuevo proyecto a las dark kitchens, que son pequeñas cocinas concentradas en su back-office, donde su cara comercial sólo está visible en Internet y sus ventas son todas a domicilio. El canal: UberEats, Didi, Rappi, etc. Las inversiones en la industria restaurantera también se están replanteando.
La pantalla y la tendencia a nichar seguirá imponiendo nuevos modelos de negocio y obsoletizarán a los tradicionales. El río está revuelto y habrá ganancias de pescadores. Hay caos rampante y se reestablecerá un nuevo cosmos en los ecosistemas de negocios. El espíritu de los tiempos es ideal para ser emprendedor. Adelante. Hoy.