Para los fanáticos del deporte, la pasión no sólo se vive a través de los medios de comunicación. Para muchos de ellos, la mejor manera de disfrutar estos eventos siempre será lo más cerca posible de la acción, y tiene sentido, porque pocas cosas parecen más emocionantes que estar en una competencia rodeado de una multitud con un gusto afín.
Para la humanidad, las grandes conglomeraciones de gente alrededor de los deportes nunca ha sido una novedad. Por citar un ejemplo, el estadio Bramall Lane, hogar del equipo inglés de la Premier League, Sheffield United, abrió sus puertas en 1855. Con capacidad para recibir a casi 70 mil almas, ha sido foro para partidos de Cricket y Futbol.
Si bien hoy en día los juegos televisados son una gran fuente de ingresos para las organizaciones atléticas, nada puede superar lo que generan en el mismísimo lugar en el que se llevan a cabo, ya que es ahí donde convergen todos los elementos que los convierten en un auténtico éxito.
No sería lo mismo ver el Super Bowl, un US Open, la final del Mundial de Futbol o una Serie Mundial de grandes ligas sin público en el estadio. Incluso quien lo vive por televisión necesita del sonido que emite la gente y de una u otra forma contagiarse de lo que sucede.
El Super Bowl 100, que se llevó a cabo este 2020, en Miami, tuvo un costo que supera los 35 millones de dólares, contando infraestructura hotelera, seguridad, publicidad y otros factores que permiten el correcto desarrollo del partido. Estos fuertes gastos incluyen también espectáculos dentro y fuera de los estadios, y lo que se conoce como Fan Fest, una activación gratuita que se realiza afuera del estadio sede horas antes del partido. Definitivamente se justifica el elevado costo de las entradas.
En esta reciente edición, los accesos más económicos rondaban los 3 mil dólares, mientras que, en la reventa, los más caros alcanzaron los 30 mil dólares. Si se toma en cuenta que el Hard Rock Stadium tiene capacidad para recibir a 60 mil aficionados, tan sólo por venta de boletos se generarían ingresos por arriba de los 10 millones de dólares.
Otro buen ejemplo del flujo económico es la Champions League. Este torneo de la excelencia del futbol europeo, al igual que el Super Bowl, culmina con una gran final en cancha neutral. La edición más reciente, que se llevó a cabo en Madrid, tuvo un costo que superó los 100 millones de euros. En este caso, la capital española contribuyó con operativos de seguridad y el cierre exclusivo de algunas líneas de Metro para facilitar el desplazamiento de aficionados.
La gente que se dio cita en el Wanda Metropolitano tuvo acceso a entradas que rondaban entre 70 y 600 euros. Cabe destacar que algunos de estos precios se dispararon en la reventa. Este estadio tiene capacidad para recibir a unas 68 mil personas, lo que significaría una producción de casi 41 millones de euros solamente por concepto de boletos.
Al acumular estas ganancias con lo que se puede obtener de derechos de transmisión simultánea, crece de manera significativa el valor monetario de cada evento. Es oportuno señalar que estos dos ejemplos vienen acompañados de una larga temporada de preparación, pero sorprende lo efectivos que resultan aun cuando se realizan anualmente.
Quienes decidan aventurarse a dejar de lado las pantallas y animarse a asistir a uno de estos eventos. Debe prepararse para varias cosas: invertir una buena cantidad en el viaje, lo que incluye vuelos, hospedaje, viáticos y, por supuesto, la entrada.
Así que sólo te queda pensar… A cuál quieres ir y cuánto te va a costar.