Cada cuatro años el espíritu de los Juegos Olímpicos se esparce por el planeta. El ánimo deportivo se enciende en el verano, y comienzan a escribirse las fantásticas historias de lucha que se cierran con las ceremonias de premiación y las ansiadas medallas.
2020 será siempre recordado como año olímpico, Japón está más que listo para recibir a miles de atletas y a millones de fanáticos que llenarán Tokio con ánimos de competencia. Sin embargo, para que esto se dé sin contratiempos, fue necesaria una larga y costosa preparación que no puede escapar de las miradas de todo público.
Organizar unas Olimpiadas no es tarea fácil, ni siquiera para un país de primer mundo. Algunos medios especializados resaltan que el país del sol naciente ha invertido más de 20 billones en el desarrollo de la justa veraniega. Una de las grandes inversiones que hizo el comité olímpico japonés fue la construcción del Estadio Nacional, obra que se completó en noviembre del 2019 y tuvo un costo de casi 2 billones de dólares.
Cabe recalcar que la última edición de esta magna competición representó un gran problema para el gobierno local, dados los altos costos que el evento trajo consigo. Las Olimpiadas de Río 2016 generaron un impacto de poco más de 13 billones de dólares.
Si bien se podría pensar que para Japón la situación financiera no significaría un problema, el tema de las inversiones realizadas hasta el momento no ha sido fácil de llevar para el comité olímpico. Sin embargo, hasta ahora el panorama parece positivo a poco tiempo del arranque de actividades.
A diferencia de las situaciones particulares que enfrentaron otros países organizadores como Brasil o Grecia, Japón goza de una capacidad de organización superflua que hace que toda complicación se minimice. A pesar de todo, los señalamientos serán inevitables.
Una de las críticas, de las cuales prácticamente ningún país organizador logra huir, es el aprovechamiento de los costosos complejos que se construyen para los eventos deportivos. Esto incluye villa olímpica, estadios y otras edificaciones que tienen funciones muy específicas que pueden perder utilidad.
En China, por ejemplo, quedaron los vestigios de los JJOO del 2008. Hoy en día el Parque Olímpico de Remo, ubicado en la localidad de Shunyi, se encuentra en el abandono. En el mismo estado están las instalaciones que sirvieron de hogar a disciplinas como Voleibol y BMX.
Esta misma cicatriz se puede ver en Atenas, sede de los juegos del 2004, donde las construcciones más grandes lucen fantasmagóricas por más de una década de abandono. Fue hace unos años que la villa olímpica se convirtió en un campo de refugiados, una señal del poco aprovechamiento hasta el momento.
Con respecto a este tema, Japón parece estar preparado. Se habla de un desarrollo sustentable que permitiría a la nación nipona tener la capacidad de “reciclar” la mayoría de los complejos construidos para esta competición.
Sobra decir que otra de las grandes ventajas que esta nación tiene es su amplio desarrollo tecnológico, que convierte muchos problemas en oportunidades de innovación. Se espera que, con la llegada de los Juegos Olímpicos, salgan a la luz diversos proyectos que las compañías nacionales están preparando. Es por eso que ya se ubica a Tokio 2020 como los juegos inteligentes.
Con todo esto planteado, sólo queda esperar por lo más importante para una justa olímpica: los más de 10 mil atletas que competirán en 33 disciplinas, de las cuales 18 debutarán como deporte olímpico. Y es así como queda todo listo para ver quiénes se llevan las medallas, y cómo inicia el camino hacia 2024.