Estamos a un parpadeo de vernos de nuevo formados y formadas en las filas de nuestras colonias, frente a las urnas para emitir nuestros votos correspondientes.
Parece que fue ayer cuando escuchábamos en la televisión, leíamos en los periódicos y seguíamos transmisiones en Facebook en donde anunciaban a Andrés Manuel López Obrador como el nuevo ocupante del puesto presidencial, y como no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, ya se acabó este show.
La serie va llegando a la recta final, seis temporadas después, con altibajos y logros; pero no nos adelantemos, ni digamos de más o de menos, porque aún faltan unos meses y sorpresas puede haber.
Siendo este un espacio para reflexionar, recuerdo la primera vez que fui a votar como una ciudadana responsable y esperanzada en el ejercicio democrático a través de las urnas y los votos. Recuerdo que en el momento de tener en mi mano la boleta, mi mente estaba en blanco, y no es tan poético como suena, más bien parecía una catástrofe.
Blanca y en silencio mi mente, qué vergüenza; es por esto que decidí hacer una especie de instructivo para quienes votan por primera vez, o quienes lo han hecho varias veces, pero siempre se siente como la primera.
Pero no es un instructivo para emitir un voto, al final eso es cuestión de un par de movimientos, es más bien un ejercicio en el cual propongo cómo navegar por el proceso electoral, como espectador, y no perderse en el intento.
Y no me mal entienda no soy ninguna experta, me faltan sexenios para decirlo, y un par de malas decisiones para corroborarlo, sin embargo, lo que sí me gusta es ser consciente de mis acciones y, por ello, quizá algo de lo que aquí se diga le sirva para sentir paz (política) con su decisión.
Para comenzar, tomemos en cuenta que los candidatos, llamados presidenciables, de cada partido previamente fueron sujetos de un proceso de elección dentro de sus propios equipos; conviene informarse sobre ello, un claro ejemplo es el de Morena y sus tres “corcholatas”.
Un segundo punto, importante pero tedioso, es investigar la trayectoria de los candidatos con quienes más simpatizamos, enfocarnos en ellos nos permite no caer en distracciones ni guerrillas de opinión innecesarias, ¿por qué estar discutiendo con el vecino para hacerlo comprender que su candidato predilecto no es la mejor opción? Parece contradictorio lo que estoy diciendo, sin embargo, no es labor de uno (que por cierto no es militante) andar convenciendo a nadie, para eso se hacen las campañas, no nos desgatemos de más.
Hay que seguir los debates, es muy obvio, pero no se trata sólo de escuchar las discusiones, se trata de observar, revise el lenguaje corporal, el tono de voz, cómo se expresa de sus oponentes, si previamente llevó a cabo las recomendaciones ya mencionadas, esto le va a permitir formarse una idea más concreta y validar o rechazar su intención de voto.
Y ¿qué pasa si descubre algo que no le convence en su candidato o candidata? Sea humilde ante el error (si así lo considera), evalúe la gravedad del hecho, tome su segunda opción y repita el proceso cuantas veces sea necesario.
Absténgase del proselitismo, de aceptar mercancía y objetos que promuevan a los candidatos, ¿realmente necesita ese termo?, ¿una playera le hará cambiar de opinión? Nos quejamos sobremanera de lo que se gasta en las campañas (y lo asociamos a lo visible, claramente), pero podemos desincentivar el gasto en cosas materiales no aceptándolo y no llevando a casa elementos que terminan, inútiles, en la basura o en algún rincón.
Finalmente, recuerde, primero, que quien sea que ocupe el cargo es y debe ser un servidor público, es decir, se debe a la nación, al pueblo, y no al revés. Segundo, su tío, tía, compadre, madre y demás seres queridos son quienes estarán con usted cuando las cosas se pongan feas, de manera inmediata, no caiga en enemistades por política. Y, tercero, su voto puede ser siempre el decisivo, abstenerse es una opción, sin embargo, en México vale la pena arriesgarse a emitir un voto en las urnas.