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PANORAMA POLÍTICO

Salsa picante

Por: Denise Dresser
Analista política en radio y autora de numerosos artículos sobre política mexicana y relaciones México-Estados Unidos
@DeniseDresserG

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"Ningún chile les embona", lamentó el Presidente. De esa manera Peña Nieto subestimó nuestra indignación. De esa forma el primer mandatario trivializó nuestro descontento. Porque en su perspectiva deberíamos ponernos de pie, vitorear, hacer caravanas, y reconocer que su gobierno haya aprehendido a Javier Duarte. Lo que nos toca es aplaudir y agradecer que el facilitador del pillaje haya arrestado a un pillo. El gobierno que engendró al monstruo ahora nos pide celebrar que lo atrapó. Difícil aceptar que se coja un solo chile y que eso sea señal de la nueva cocina mexicana, cuando cuelgan tantos más en el huerto. Difícil festejar que se ase, se pique, se muela, se desvene, y se le quiten las semillas a Javidú cuando tantos que se le parecen son ingredientes de la salsa mexicana. La salsa picante. La salsa que encubre el mal sabor de instituciones y prácticas que huelen a podrido, que saben a rancio.

Esa salsa que todos los días se prepara en el Poder Ejecutivo con chiles tradicionales, sazonador esencial del recetario priista. El chile habanero, Emilio Lozoya, acusado de pedir un soborno de 5 millones de dólares a Odebrecht. El chile ancho, Gerardo Ruiz Esparza, cuestionado por la protección que le ha provisto a OHL. El chile jalapeño, Tarek Abdalá, ex tesorero de Javier Duarte y diputado federal a quien el PRI no quiere tocar. El chile piquín, Juan Armando Hinojosa, y la vasta red que Grupo Higa ha tejido con concesiones y licitaciones por todo el país. O tantos chiles pasilla, cascabel, costeños, coras y guajillos aderezando el paladar del patrimonialismo a lo largo del país. Curiosa dieta mexicana en la cual se retiran unos cuantos chiles ya clasificados como indigeribles, pero otros siguen allí. Curiosa dieta blanda en la cual todos los indiciados e investigados son ex gobernadores y ningún funcionario federal.

Sobre todo cuando la planta más prominente y más picante está a la vista de todos, con raíces profundas y ramas extensas. Odebrecht y su red de sobornos. Odebrecht y sus proyectos en Veracruz y otros estados. Odebrecht y sus contratos con Pemex. Odebrecht y los permisos otorgados por la Comisión Reguladora de Energía en el 2013, en este sexenio. Odebrecht investigada y multada en Brasil, en Perú, en Estados Unidos. Y aquí, el personaje central -Emilio Lozoya- protegido, cuidado, inmune. En diciembre de 2016, ejecutivos de Odebrecht confesaron en la Corte en Nueva York haber entregado sobornos en México por 10.5 millones de dólares. Hace unos días, Lozoya fue señalado ante el Tribunal Supremo de Brasil por las relaciones turbias que estableció con la empresa vía su director en México. Lo mismo con OHL. Acusaciones desde hace años por la expoliación a los usuarios en el Circuito Exterior Mexiquense. Acusaciones desde hace días sobre cómo la filial mexicana sobornó a miembros del Partido Popular español. Indicios importantes como para que comenzara una investigación; señales suficientes como para que hubiera más que una simple negación.

Pero para los cuenta chiles que nos regañan desde Los Pinos, basta con el arresto de Duarte. Basta con la extradición de Yarrington. Basta con un par de chiles selectos que no forman parte del equipo cercano del Presidente. Basta con dar sendos discursos sobre cómo -ahora sí- se combate la impunidad, cuando se siguen trastocando las reglas para asegurarla. La misma semana en la cual la PGR presume el arresto de Duarte, sabotea al Sistema Nacional Anticorrupción. Tramposamente el Fiscal Carnal, Raúl Cervantes, publica un acuerdo sobre la Fiscalía Anticorrupción que mina su autonomía y asegura su subordinación. El Fiscal Anticorrupción, que muchos se empeñan en elegir al vapor, llegaría con una mano atada detrás de la espalda. No podría designar a su propio personal, no podría realizar sus propios peritajes, no podría investigar a miembros de la PGR. No podría hurgar en la canasta de chiles secos, esos que siempre son de utilidad culinaria para quien los sembró.

Un ecosistema de corrupción con tierra fértil para el crecimiento de chiles de todos los colores, sabores, texturas e intensidad de picor. Duarte es solo uno de ellos y su singular huida y arresto solo demuestra cuán podrido está el vergel donde crecen y se reproducen. No nos "embona" el sacrificio ceremonial de un solo chile cuando el molcajete sigue siendo el mismo, y la salsa de impunidad también.