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ARTE Y CULTURA

La autenticidad de las imágenes (y lo que conocemos) en entredicho

Por: MCH. Arturo Haro
Diseñador gráfico, fotógrafo, escritor y músico
@arturoharophoto

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Muchos hablan del reto que representa distinguir (o no) el empleo de inteligencia artificial (IA) para crear imágenes y videos: ya no se sabe si lo que estamos viendo es “real” o estamos ante una simulación o falsificación que vaya usted a imaginar qué fines pueda tener: desde ilustrar un meme por sanos motivos de diversión hasta generar una confusión noticiosa o falsificar información crucial.

La creación de imágenes y videos falsos no es un fenómeno exclusivo de la IA, sino que tiene raíces profundas en la historia de la representación visual, impulsada por el deseo humano de manipular la percepción, ya sea por motivos artísticos, políticos, económicos o de mero entretenimiento. Todavía siguen en circulación fotos que son “pruebas indiscutibles” de la existencia del Monstruo del Lago Ness o del temible Sasquatch. En 1917, dos primas, Elsie Wright (16 años) y Frances Griffiths (9 años), tomaron fotografías en Cottingley, Inglaterra, que supuestamente mostraban hadas reales en un jardín (todas han sido desmentidas) y ya desde 1865 se conoce la existencia de un grabado con un excelente montaje de la cabeza del expresidente Abraham Lincoln, famoso por haber proclamado la Abolición de la Esclavitud, sobre el cuerpo de John C. Calhoun, ferviente defensor de esa misma esclavitud. La cuestión no es si hoy en día es más difícil detectar un montaje o no: las herramientas evolucionan y se modernizan, pero las intenciones de confundir a las masas no han cambiado y conviene recordar que, a diferencia de hace uno o dos siglos, hoy el mundo está superconectado. Basta ver números en redes sociales.

En 2013 Facebook reportó que sus usuarios ya habían subido más de 250 mil millones de fotos desde la creación de la plataforma y se estimaba que se subían aproximadamente 350 millones por día. Actualmente no tenemos mucha información fidedigna acerca de ese tema, pues mantiene bajo llave mucha información en cuestión de estadísticas y datos, incluso con el crecimiento continuo de usuarios y la popularidad de esta y otras redes sociales, es razonable asumir que el número de fotos subidas a diario ha aumentado significativamente, superando los 500 millones. ¿Quién puede lidiar con eso? Las redes conforman un enorme océano de imágenes en el que es muy fácil perderse y ahogarse. La popularidad de dichas plataformas aunada a la facilidad de generar y editar imágenes a través de dispositivos móviles contribuye a este crecimiento desbocado de oportunidades de engaño visual.

Giovanni Sartori propuso en 1977 un término para referirse a un ser que antepone el mirar sobre el razonamiento: el Homo videns es aquel que sólo entiende lo que ve con sus ojos. Si algo no se puede ver, no existe. El oculocentrismo en su máxima expresión. Tal vez desde siempre el ser humano confía demasiado en lo que percibe con la vista y desdeña el resto de los sentidos.

¿Qué es lo que vemos diariamente? ¿Tenemos el entrenamiento necesario para ver y descifrar las imágenes que nos bombardean todos los días? ¿Y para distinguir una auténtica de una falsificación? Y si logramos diferenciar lo real de lo apócrifo, ¿qué hacemos al respecto? ¿Qué decisiones tomamos? Por comodidad, ¿creemos en todo lo que vemos? ¿Lo investigamos? Lo más seguro es que no seamos capaces de notar con facilidad un fotomontaje bien hecho o una imagen o video realizado con ayuda de una IA y un buen prompt, pero siempre tendremos la oportunidad de recurrir a la investigación y el sentido común, porque esas actividades definitivamente no conviene confiárselas a una IA. Mejor dudar, cuestionar, investigar y confirmar todo por nuestra cuenta, ¿no cree?