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Los animales ¿tienen derechos?

Por: MDE. Karen Lizbeth Ayala García
Abogada en el Departamento Jurídico Corporativo STRATEGA Consultores
karen.ayala@strategamagazine.com

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“La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados, según la forma en que tratan a sus animales”.

Mahatma Gandhi

A inicios del presente año, amanecimos con la noticia de que en los festejos del 31 de diciembre, a “Miguel”, un perro de raza bóxer, le hicieron estallar cohetes en el hocico en la Ciudad de San Luis Potosí; este caso sólo es uno más de maltrato animal en México, casi diario se han detectado y publicado hechos similares que preocupan y que nos deberían atañer a todos; se ha desatado tanta polémica que han surgido sustancialmente grupos en pro de la vida y respeto a los animales, que exigen a los gobiernos que se legislen los derechos hacia estos seres vivos.

Los animales y los humanos hemos tenido una relación muy estrecha a través de la historia; desde nuestros orígenes hemos convivido con ellos en la naturaleza, en otras épocas, algunas culturas los consideraron dioses; sin embargo, con el desarrollo tecnológico, económico y social, la gente se fue sintiendo “superior” a estos seres vivos.

Para algunos filósofos, los animales carecían de razonamiento, por lo que no son entes susceptibles a derechos, a contrario sensu otros afirmaban que pueden pensar, percibir y sentir al igual que las personas.

Con la convivencia, se fue modificando la ideología y, por ende, la forma de actuar hacia estos seres, tan es así que se empezaron a crear leyes contra el maltrato animal, pero únicamente porque consistía en daño a las cosas o a la propiedad de las personas; no eran percibidos como seres vivos, sino como objetos o pertenencia de alguien.

Las nuevas generaciones comenzaron a dudar más en si de verdad los animales podían sufrir, pensamiento que tomó fuerza con la demostración científica de que los animales “no humanos” son sensibles y deben ser susceptibles a tener derechos, movimiento que tuvo su auge con el libro Liberación animal, del filósofo australiano Peter Singer, en 1975, en el cual destaca como objetivo central que los intereses de todos los individuos que pueden sufrir y disfrutar deben ser igualmente considerados, más allá de la especie humana, incluyendo a todos los seres sintientes, humanos y no humanos, con la única finalidad de prevenir o reducir el sufrimiento.

En México, en nuestro Código Civil Federal, se siguen reconociendo y regulando a los animales domésticos como bienes o cosas; sin embargo, en la mayoría de los Estados se han aprobado diversas leyes que protegen sus vida; de igual forma se han reformado los códigos locales en materia penal para incluir delitos de crueldad animal como la zoofilia, el maltrato y el abandono, prácticas que podrán castigarse con multas o prisión, dejando de catalogar a los animales como “cosas” y considerándolos como “seres vivos dotados de sensibilidad”.

La inclusión en los códigos penales de los delitos de abuso y crueldad animal es un parteaguas importantísimo, pues tiene una doble finalidad: se empieza a reconocer a estos seres vivos como sintientes y evoluciona el pensamiento, la sensibilidad y, sobre todo, el respeto humano hacia sus coexistentes en este mundo, llevando esta cultura de generación en generación y, por lo tanto, a mejorar la calidad de vida en la sociedad, ya que al detener la violencia hacia los animales se evita que escale hacia los humanos.

Según datos de la Brigada de Vigilancia Animal (BVA) en Ciudad de México, se atendieron 1,700 denuncias por maltrato durante 2018, y datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) demuestran que nuestro país es el tercero en el mundo con mayores actos de crueldad hacia estos seres.

Los animales domésticos se han vuelto tan cercanos que muchas personas los consideran un miembro más de la familia y aunque hace falta más esfuerzo para cambiar las cifras en contra del maltrato, es importante resaltar las acciones por parte de gobierno y asociaciones civiles hacia la concientización a los ciudadanos y el respeto a la vida de los animales “no humanos”; por lo que concluyo con la frase del filósofo Albert Schweitzer: “No me importa si un animal es capaz de razonar, sólo sé que es capaz de sufrir y, por ello, lo considero mi prójimo”.