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Las cruzadas: ¿guerras santas?

Por: MGT. Andrés Salomón Pedraza
Maestro en Gestión turística del patrimonio cultural y natural por la Universidad de Barcelona
andres.salomon@strategamagazine.com

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Deus lo vult! Exclamaban los fieles cristianos al haber escuchado con atención y admiración las palabras del papa Urbano II en Clermont, Francia; ¿el año? 1095 A. D. El papa les había comunicado que aquellos cristianos que fueran a Tierra Santa para liberarla de los turcos musulmanes serían absueltos de todo pecado, siempre y cuando, por supuesto, lo hicieran por piedad y no por riquezas o gloria… lamentablemente, muy pronto el objetivo sería justamente esto, el oro y la avaricia. Y fue así como nobles y gente llana ataviados con cruces rojas en el pecho se lanzaron hacia la gloria y la redención… o al menos eso imaginaron.

Hablar de las Cruzadas sería hablar de las nueve veces que el occidente cristiano incursionó al Medio Oriente para conquistar Tierra Santa, es decir, Jerusalén y otras zonas consideradas santas; cabe mencionar que nos tomaría más de dos cuartillas analizar cada una de estas incursiones. Lo que sí debemos saber y mencionar es el porqué y el resultado de tan sangrienta campaña, ya sea considerada religiosa o no.

Los turcos selyúcidas habían abrazado la religión y la cultura de la pujante fe islámica, engullendo prácticamente el norte de África, el Medio Oriente y después los Balcanes, incluso penetrando hasta Viena en el corazón de la Europa cristiana; sin embargo, la gloria la obtendría Mehmed II y sus jenízaros cuando tomaron la joya del Bósforo en 1453: Constantinopla (dando fin a la Edad Media). De las nueve Cruzadas, según varios historiadores, sólo se cumplió con el objetivo de hacerse con Tierra Santa en la primera, ya que en las otras los musulmanes retomaron las ciudades como Acre y Antioquía (las cuales habían sido conquistadas por los europeos cristianos) y repelieron las incursiones posteriores.

Las múltiples visiones, opiniones o paradigmas que se fraguaron con respecto a decidir cuál era el objetivo real de estas funestas conquistas fueron atroces; se tomó como justificación la invasión, el saqueo, la rapiña y el asesinato por el bien de la fe, una fe que, según occidente, era la única y verdadera; una fe intolerante.

Los cruzados en numerosas ocasiones violaban tratados de paz o de no agresión para atacar a fieles (sin importar sexo o edad) o a comerciantes musulmanes, como lo fue la orden dada por Guy de Lusignan, sin embargo, el gran Saladino no dejó pasar esta acción por alto, aprehendiendo y ejecutando a muchos responsables europeos en su mismísima carpa militar. Pero no se dedicaron a masacrar musulmanes exclusivamente; desde el inicio de la primera Cruzada, el pueblo judío en Europa sufrió el terror y el odio de la ignorancia mientras los cruzados atravesaban el continente para llegar a Tierra Santa.

Fueron varias humillaciones, decepciones muchas e innumerables derrotas militares, pero, sin duda, fueron aún más las atrocidades que las huestes cristianas cometieron; una de las más notables fue la invasión y saqueo de Constantinopla en la cuarta Cruzada. Esta exquisita ciudad heredera del imperio romano, cristiana y europea fue diezmada por bárbaros que compartían su fe (hasta cierto punto, ya que eran ortodoxos y no católicos). Se dice que incluso para deshonrar al Patriarca y burlarse de sus costumbres, hicieron sentar en el trono de este a una prostituta, la cual bebía vino del cáliz y blasfemaba a diestra y siniestra; dicho evento fue orquestado en la entonces magnífica catedral Hagia Sophia, hoy la mezquita (o museo) más importante de Estambul, Turquía. Los cuatro caballos que lucen victoriosos en el techo de la fachada en la basílica de San Marcos en Venecia, originalmente se encontraban en Constantinopla. Los equinos eran parte del botín.

Otro fracaso rotundo fue cuando se decidió enviar una Cruzada de niños para retomar Tierra Santa; el hecho de que los infantes, al ser puros y sin pecado, serían guiados hacia la victoria.… Por supuesto, fue una masacre y muchos de los niños fueron vendidos como esclavos. Hasta este grado llegaba la incongruencia, ceguera e idiotez de semejantes bárbaros que, según ellos, lo hacían en nombre de su Dios. Si tan sólo hubieran leído los Diez Mandamientos o algún Evangelio…

Concluyo con Nietzsche: “¡Seamos francos! Las cruzadas, ¡piratería superior, nada más!”.