Conozco muchas personas que sufren violencia dentro de su relación, cuántas veces hemos bromeado con esta frase de “pégame, pero no me dejes”. Existen muchas relaciones interpersonales que la llevan a cabo a la perfección, no sólo en el ámbito amoroso, sino en el familiar y el laboral.
Todo inicia como “miel sobre hojuelas”, hay amor y paciencia, aceptación y tolerancia en todos los momentos que se viven juntos, pero esto tiene fecha de caducidad, después de 6 meses a dos años todo empieza a transformarse.
Cuando se trata de personas maduras emocionalmente, se desemboca en un contexto de amor que rara vez va a tener tintes violentos. Por el contrario, cuando hay baja autoestima e inmadurez, se pasará de miel a hiel.
Al estar enamorados todo se ve color de rosa, no hay nadie en el mundo como él o ella. Pero no por esto la persona tiene que ser como tú quieres que sea, al paso del tiempo vas notando que tiene defectos y hace cosas que no te gustan, te lastiman o bajan tu autoestima.
El peligro es que nos acostumbramos a lo que se vive habitualmente, lo vamos viendo como una situación normal, cuando no es así. La primera vez que tu pareja hace algo violento en tu contra o en contra de alguien más, por supuesto que te das cuenta de que no está bien, pero crees que cambiará.
Al vivir con estas condiciones a diario, se llega a una situación de indefensión aprendida, es decir, no peleo para detener la agresión y empiezas a justificarla: “es que él o ella no es así”, “los otros lo hacen enojar”, “estaba borracho”.
Se genera un temor intenso a reclamar, a ponerle un alto a esa relación, que obviamente se volvió tóxica, pues te provoca miedo. Tú debes poder hablar de todo con tu pareja, expresar tus opiniones e inconformidades, siempre con respeto mutuo, sin que esto genere dificultades.
Dentro de un vínculo, ya sea amoroso, compañeros de trabajo, jefe-empleado, debe haber dos valores básicos: el respeto y la dignidad. El respeto te lo da el otro, la dignidad es tuya, naces con ella por ser tú, por estar vivo, y no te la puede quitar nadie.
Es muy importante no entregar la dignidad al otro, no permitir humillaciones ni maltratos. Si te faltan al respeto, debes poner un alto y nunca permitir que alguien pase por encima de tu dignidad. La convivencia con otras personas tiene que darle valor agregado a tu vida, debe sumarte para juntos multiplicar, no restarte, la relación tóxica merma tu energía, tu autoestima y tu ánimo diario.
Esto no quiere decir que si hay alguna dificultad con el otro debemos correr, siempre hay que tratar de resolver de la mejor manera los conflictos, pero cuando se ataca tu autoestima, existen faltas de respeto y se pretende pasar por encima de tu dignidad, hay que poner punto final. Las situaciones de violencia se vuelven circulares y tienen tres etapas; la primera se detecta cuando hay tensión, la persona que agrede inicia con pequeños actos, cualquier cosa es pretexto para insultar; la segunda ya es una crisis, el agresor usa sus acciones para tener el control del otro, se pierde toda comunicación u oportunidad de expresar las inconformidades, es posible que se presenten agresiones físicas; por último, la tercera etapa es la reconciliación, donde el agresor pide perdón y la víctima, por lo general, lo perdona, ya sea por la indefensión aprendida o porque le entregó su dignidad. Siempre hay una promesa de que no volverá a ocurrir y que hay mucho amor.
La víctima entra en un estado de confusión, le es difícil decidir con la cabeza fría, así que, la mayoría de las veces, perdona y continúa la convivencia, que tarde o temprano vuelve a tener episodios violentos, pero ahora de mayor intensidad.
Por lo anterior, si vives una situación amorosa o laboral tóxica, no dudes en poner un alto total a las agresiones; a continuación, te dejo seis puntos a tomar en cuenta para detectar y terminar con el dicho “pégame, pero no me dejes”:
1. Cuando hay violencia física, golpes, empujones, debes poner fin de inmediato, no importan las excusas que te dé el agresor.
2. Si no puedes predecir el comportamiento de tu pareja, no sabes si va a reaccionar de “buenas” o de “malas” y te da miedo hacer o decir algo.
3. Cuando te obligue a hacer cosas que no quieres o no te permita hacer cosas que quieres. Eres libre de hacer lo que te guste y vestirte como quieras, nadie puede ni debe prohibirte nada, mucho menos decirte con quién debes o no relacionarte.
4. Cuando hay violencia verbal y aislamiento. Es importante que no permitas los insultos, humillaciones, gritos, malas palabras y descalificaciones en público ni en privado. Incluidos los apodos que te hagan sentir mal, aunque te los diga en “buena onda”.
5. Cuando te muestra indiferencia o te castiga con la de “ley de hielo”. Esto hace que entres en un estado de ansiedad y desesperación, porque te has vuelto dependiente, y lo usa para controlarte de manera física y psicológica.
6. Cuando tú eres el o la causante de su comportamiento. Empiezas a dudar de tu cordura, sientes que no vales nada, y que eres un problema. Y al reclamarle te culpa por lo que hace, diciéndote que tú lo provocas. De hecho, puede acusarte incluso de sus conflictos familiares o laborales, de sus fracasos y errores.
En toda relación, de la índole que sea, cada integrante debe ser responsable de sus acciones y emociones.
Recuerda, si detectas algún punto de los anteriores en cualquier ámbito de tu vida, ¡cuidado!, haz un análisis y si necesitas pedir ayuda para cortar el vínculo, no dudes en acudir con un profesional y acercarte a tu familia. La dignidad nadie te la quita, tú la entregas cuando aceptas estar en una relación tóxica. No olvides que “más vale solo, que mal acompañado”.