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SALUD

Una mirada a la salud desde el enfoque de género

Por: MSP. María Jocelyn Bravo Ruvalcaba
Médica egresada de la UASLP; maestra en Salud Pública por la Escuela de Salud Pública de México, del INSP
@Ma_joshyta

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“Somos diferentes, pero no por eso desiguales”.

Reconocer que entre mujeres y hombres existen diferencias en cuanto a las necesidades en materia de salud, acceso y control de los recursos, y que estas diferencias deben abordarse con el fin de corregir desequilibrios, es lo que busca el enfoque de género. En el ámbito de la salud, la inequidad se traduce en las desigualdades injustas, innecesarias y prevenibles en el estado de la salud, la atención de salud y la participación en el trabajo sanitario.

Algunos ejemplos de las desigualdades en esta materia que señaló Amartya Kumar Sen, economista Premio Nobel, son:

  • Desigualdad en mortalidad: en países con ingresos bajos, la mortalidad en mujeres es mayor, principalmente por causas asociadas a la maternidad, mientras que en países más ricos las mujeres se enferman más que los varones, pero viven más que ellos. Por accidentes y enfermedades no transmisibles los hombres suelen ser los más afectados, todo ello relacionado a estereotipos sociales que los llevan a tener conductas de riesgo o retrasar la atención para no demostrar debilidad.
  • Desigualdad en natalidad: actualmente se dice que Asia está “masculinizado” debido a que desde hace décadas, por cuestiones culturales y políticas, países como China e India realizan abortos selectivos o, como incluso sucede en algunas culturas latinas, infanticidios femeninos debido al valor cultural que se le da al hombre sobre las mujeres.
  • Desigualdad en necesidades básicas: los hombres acuden menos a atenciones preventivas, tienen culturalmente más propensión a estilos de vida poco saludables con tabaquismo y exceso de ingesta de alcohol en una proporción de 4 a 1 en comparación con las mujeres. En materia de violencia, los hombres adolescentes y jóvenes son las principales víctimas de accidentes de tráfico y homicidios. Referente a la educación sexual y reproductiva, está más centrada en las mujeres y, por ende, se presentan más prácticas de riesgo en los hombres. Otro ejemplo es las barreras en la búsqueda en atención en salud mental por parte de los hombres, muchas veces debido a las normas convencionales de que la masculinidad exalta el estoicismo, la autosuficiencia y la fortaleza.
  • Desigualdad en necesidades especiales: el hecho de que socialmente las mujeres tengan poco acceso a una adecuada alimentación, falta de oportunidades de educación y poco

desarrollo profesional, se refleja en menos opciones para una buena salud y la de sus familias. Por otro lado, es común que, en el ámbito profesional de la salud, las mujeres sean las principales cuidadoras en atención sanitaria muchas veces con o sin remuneración, mientras que son, la mayoría de las veces, los hombres quienes tienen mayor capacidad de influencia política y toma de decisiones.

En el ámbito de la salud laboral, las mujeres perciben menor salario, sufren más acoso laboral y sexual, tienden a desarrollar más problemas de estrés, depresión, problemas de la voz y trastornos musculoesqueléticos. Mientras que los hombres pueden presentar más accidentes de tráfico y de trabajo, discapacidad relacionada con estos percances, dermatitis de contacto, enfermedades pulmonares, disminución de la agudeza auditiva o pérdida de esta, intoxicaciones, y lesiones principalmente en columna lumbar, brazos y rodillas, y enfermedades cardiovasculares.

Durante la pandemia, en el curso de la enfermedad y la atención en salud podemos encontrar desigualdades, con los datos disponibles se estima que los hombres tienen más riesgo de morir por COVID-19 y las mujeres de infectarse, y aun cuando se estudia la diferencia inmunológica entre sexos y grupos poblacionales, por género se postula que el riesgo elevado en los hombres puede estar relacionado a una mayor exposición al hábito de fumar y tener mayor prevalencia de enfermedades pulmonares, mientras que las mujeres a infectase, por ser las principales cuidadoras.

Como observamos, en el ámbito de la salud, el género no es sólo un aspecto determinante de inequidad, sino un eje explicativo de muchos de los factores que intervienen en el enfermar y morir de mujeres y hombres, de ahí que incluir esta perspectiva, además de los factores biológicos y las diferencias corporales en el desarrollo de políticas y estrategias enfocadas en el bienestar y desarrollo de la población, beneficiaría en mucho a nuestras sociedades y empresas, en donde la equidad será el medio; la igualdad, el resultado.