“Tomar agua nos da vida, tomar conciencia nos dará agua”.
(Anónimo)
Entre 50 y 70% del peso corporal de los humanos es agua, lo cual varía conforme a la edad, siendo mayor incluso en niñas y niños; en un bebé prematuro su constitución puede llegar a ser hasta de un 90% de agua, de ahí que el riesgo de deshidratación sea más relevante en una persona menor de edad ante la diarrea, el vómito o las altas temperaturas.
Para que nuestro cuerpo pueda funcionar adecuadamente se requiere de un equilibro hídrico, es decir, una constante entre la ingesta del agua (que no sólo se realiza por beberla, sino que también se encuentra contenida en alimentos como frutas y verduras) y las pérdidas (las cuales pueden ser a través del sudor, la orina, las heces e incluso la respiración).
Este balance normalmente se mantiene gracias a uno de los grandes mecanismos de supervivencia: la sed, que a través de una serie de regulaciones a nivel cerebral nos impulsa a la búsqueda de líquidos. No obstante existen situaciones que pueden llevar a la pérdida de ese balance hídrico, como el ejercicio, alguna enfermedad como la diabetes, la fibrosis quística, algún tipo de nefropatía o condición que genere fiebre, diarrea y/o vómito, el embarazo y la lactancia; de igual forma un clima húmedo y con altas temperaturas secundarias a las condiciones del medio ambiente o bien en interiores por falta de ventilación o equipos de climatización, aunado al tipo de trabajo físico o la ropa, pueden ocasionar un estrés térmico y con ello condicionar la deshidratación de las personas.
Para mantenernos siempre hidratados de forma general se recomienda la ingesta de 2 a 3 litros de agua simple al día o bien 8 vasos como mínimo, no obstante, hay que recordar que si se realiza ejercicio o el espacio laboral condiciona la deshidratación, la ingesta deberá incrementarse y hasta programarse. No debemos olvidar que ello debe de ir acompañado de una alimentación balanceada, pues podemos tener un 20% o más de ingesta de agua a través de comida.
Por lo general, beber agua natural en exceso no es un problema para la salud de los adultos sanos, a menos que se tena algún padecimiento, sobre todo de índole renal, por ello la importancia de promover siempre la hidratación como parte del cuidado de nuestra salud. Ahora bien, algunas recomendaciones generales para saber que se está hidratado son monitorizar la sed, llevar un conteo de la ingesta de agua y el color de la orina es amarillo claro. En cambio, una mala hidratación puede reflejarse en fatiga, estreñimiento, dolor de cabeza y resequedad en la piel, entre otros.
En ocasiones la pérdida de agua puede ir acompaña también de electrólitos, como el sodio, el calcio y el potasio, los cuales son minerales esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro metabolismo, y es ahí cuando, además de la ingesta de agua simple, se recomiendan las sales de hidratación oral, mejor conocidas en nuestro país como “vida suero oral”, una fórmula apenas descubierta en el siglo XX para la atención de los enfermos por cólera, que mataba a miles de personas, y avalada por la Organización Mundial de la Salud con concentraciones estandarizadas de sal (sodio) y glucosa principalmente para tratar la deshidratación, particularmente por diarrea.
Además de los electrolitos orales que otorga el sector salud, estos se pueden encontrar en las farmacias, no obstante, con mucha frecuencia, su formulación es diferente y suelen contener una mayor cantidad de azúcar que, al igual que muchas de las bebidas deportivas, en lugar de hidratarnos ocasionan mayor deshidratación, pues el exceso de glucosa en sangre incrementa la pérdida en la orina y también del agua; la sugerencia es consultar a un profesional médico y optar siempre por bebidas libres o bajas en azúcar. No se recomienda la hidratación en exceso con agua mineral, ya que puede causar distención abdominal por el gas; ni mucho menos bebidas azucaradas como jugos o refrescos, las cuales tienen niveles de azúcar y sodio superiores a las recomendaciones, siendo las actuales causantes de enfermedades como la obesidad, la diabetes y la caries.
No olvidemos tener una rutina de hidratación con base en nuestros niveles de actividad, considerando las exposiciones del medioambiente (sobre todo en temporada de calor e incluso en invierno), la dieta y nuestras actividades sociales y laborales, así como también nuestra edad, porque hidratar el cuerpo, mejora la salud.