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Una palabra: Tarantino

Por: Esteban Cortés Sánchez
Compositor de música para cine y director de orquesta
lecscorp.com

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Cualquiera puede tomar una cámara y hacer una película, eso es un hecho. Son pocas las personas que pueden tomar esa misma cámara y hacer una buena película y son aún menos las que logran un sello propio. Y una de ellas es Quentin Tarantino.

 Nació en Knoxville, Tennessee, en 1963 y a muy temprana edad se mudó al estado que también es hogar de la meca del cine: California. Fue en este lugar que dio sus primeros pasos hacia la producción cinematográfica, siendo tal vez el más importante haber tomado un trabajo en un videoclub. En dicho lugar, comenzó a gestar, junto a algunos amigos, varios proyectos, incluido uno llamado My Best Friend Birthday, cinta que, a causa de un incendio en la sala de edición, se tuvo que convertir en un cortometraje que jamás se estrenó oficialmente. Quentin reutilizó varios elementos para True Romance, que adquirió Tony Scott para realizar la película más tarde. Este periodo también vio nacer la historia de Natural Born Killers, filme de culto bajo la dirección de Oliver Stone y a quien Tarantino no perdonó en mucho tiempo por haberle hecho cambios a la historia.

 El “estilo Tarantino” había nacido 

Por la dificultad de que alguien diera una oportunidad a un desconocido, y con la idea de poder realizar una película “fácil”, el creador que hoy nos ocupa se dio a la tarea de escribir algo sencillo de filmar, y un nuevo guion vio la luz del día: Reservoir Dogs. El destino llevó el manuscrito hasta las manos del actor Harvey Keitel y le gustó tanto que logró que actores reconocidos como Steve Buscemi y Tim Roth se unieran al proyecto. Lo demás, es historia. 

 Reservoir Dogs fue un éxito y se convirtió en el boleto de entrada de Tarantino a la elite del cine (en este momento los guiones de Natural Born Killers y True Romance fueron comercializados); todo mundo quería un pedazo del pastel y las propuestas para diferentes proyectos no se hicieron esperar, sin embargo, él prefirió escuchar a su instinto y retirase a trabajar en su siguiente proyecto a sabiendas, o no, de lo especial que sería. 

 Pulp Fiction se estrenó en 1994 y fue aclamada tanto por el público como por la crítica y reafirmó lo que el mundo ya sabía: Tarantino había llegado para quedarse. 

 La crítica siempre ha estado presente en la vida de este director. Para bien por quienes le aplauden su visión creativa, para mal por aquellos que lo acusan de robar ideas del cine de los años 70 o de utilizar lenguaje racista en sus trabajos. Independientemente de la polémica, estamos ante un caso inusual no sólo por su manera de abordar sus historias –siempre llenas de escenas sangrientas– que suelen ser sólo para adultos, sino porque, de hecho, son (y todos amamos esta palabra en los negocios) rentables.

 Con ya nueve producciones, Rervoir Dogs (1992), Pulp Fiction (1994), Jackie Brown (1997), Kill Bill Vol. 1 y 2 (2003, 2004), Death Proof (2007), Inglourious Basterds (2009), Django Unchained (2012), The Hateful Eight (2015) y Once Upon a Time in Hollywood (2019), además de diversas colaboraciones que van desde actor y productor hasta haber trabajado en un episodio de la serie de televisión CSI, Quentin Tarantino tiene una fortuna estimada en 120 millones de dólares, y es uno de los pocos –muy pocos– en su área que ha sabido combinar el cine independiente con el éxito de la crítica especializada y comercial. 

 La idea de que este gran realizador cumpla su palabra de retirarse después de su novena película es algo para muchos inconcebible, incluido un servidor que como buen fan de Star Trek (al igual que Tarantino) recibió con gran entusiasmo la noticia de que trabajaba en un guion de la famosa saga espacial, aunque, ¿quién sabe? Tal vez, como dijo el cantante Neil Young, “es mejor quemarse, que apagarse lentamente” y si es cierta la retirada de Tarantino, la realidad es que no podría ser en un momento mejor.