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Migrantes: discursos de odio

Por: MDE. Karen Lizbeth Ayala García
Abogada en el Departamento Jurídico Corporativo STRATEGA Consultores
karen.ayala@strategamagazine.com

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Una de cada 133 personas en el mundo es un solicitante de asilo, un desplazado interno o un refugiado. (ACNUR/20 de junio del 2016).

El informe anual de Tendencias Globales remarcó que en el 2015, en promedio, 24 personas por minuto se vieron obligadas a huir de sus hogares y buscar protección en otro lugar, ya sea dentro de las fronteras de su país o en otros países. Unos 12.4 millones de personas se convirtieron en nuevos desplazados por los conflictos o la persecución en 2015. Entre ellos había 8.6 millones de personas desplazadas dentro de las fronteras de sus países y 1.8 millones de nuevos refugiados.

La movilidad de personas ha sido una característica inherente a los seres humanos a lo largo de la historia de la humanidad. Desde sus orígenes, las personas han migrado en busca de mejores condiciones de vida, para poblar otros lugares del planeta, o para huir y sobrevivir a amenazas causadas por el hombre o la naturaleza.

Aunque esta característica ha sido una constante a lo largo de la historia, no fue sino hasta la creación de lo que hoy conocemos como Estado-Nación, a partir de los Tratados de Westfalia de 1648, que trajo consigo el fenómeno que hoy se conoce como migración internacional, ya que se otorgó a los Estados el poder de ejercer autoridad sobre las personas que se habían establecido dentro de sus fronteras, así como respecto a aquellas que intentaban ingresar a sus territorios.

Durante los últimos años los Estados han tratado de regular la situación de estadía de las personas que pertenecen o ingresan a su país por cualquier causa: apátridas, tránsito, turismo, refugio político, trabajo, entre otras, a través de políticas, leyes, decisiones y prácticas a nivel internacional, regional, bilateral y unilateral.

Pese a que la migración trae múltiples beneficios al país receptor, como una sociedad multicultural e impulso económico, también estas personas enfrentan peligros durante la movilización y pese a la reglamentación a que se someten los Estados, los migrantes se ven confrontados con más dificultades al llegar al nuevo país, ya que se ven vulnerables, pues en muchas ocasiones suelen ignorar las leyes y el idioma del país receptor, y deben enfrentar la hostilidad por parte de la población e incluso de las autoridades.

Y ni que decir de los migrantes ilegales, que son sometidos a abusos y atropellos en su dignidad y derechos como personas, como por ejemplo arrestos arbitrarios y la ausencia de debido proceso, deportaciones masivas, discriminación para concesión de la nacionalidad o para acceder a servicios sociales, condiciones de detención infrahumanas, así como completa indefensión cuando son expuestos a circunstancias de explotación por parte de personas que les ofrecen empleos.

La pregunta es ¿A qué se debe tanto odio y discriminación? En los últimos años, han aumentado los discursos, twitts y mensajes por parte de políticos, funcionarios y gente de la farándula, dirigidos a fomentar el odio, la violencia y la discriminación contra las personas migrantes, refugiados y apátridas en diversos países del mundo, pues son acusados del aumento de la criminalidad, el terrorismo y el desempleo, sin suministrar datos estadísticos que prueben este tipo de afirmaciones.

A partir de la manipulación de la percepción pública sobre la migración, ciertos políticos han convertido a migrantes y refugiados en los principales chivos expiatorios que utilizan para alimentar el miedo en sus sociedades y ganar apoyo popular. Esto trae como consecuencia en la sociedad los denominados crímenes de odio y diversas formas de acoso contra estas personas, que no distinguen sexo, edad, raza, religión y mucho menos la situación por la que huyeron o salieron de su país de origen.

Han propuesto la construcción de muros migratorios, la detención y deportación masiva de migrantes y en general esto lleva a la estigmatización y criminalización de los migrantes, en particular de aquellos que se encuentran en situación migratoria irregular.

En muchos casos este tipo de medidas han pasado de los discursos a la práctica, ocasionando violaciones graves y masivas violaciones a los derechos humanos de los migrantes y sus familias.

Sabemos que existen dos tipos de migrantes, aquellos que deciden mudarse con el fin de mejorar sus perspectivas económicas así como las de su familia y el otro tipo que son los refugiados, apátridas, desplazados internos, entre otros, que salen de su país de origen por necesidad, ya que corren el riesgo, en caso de permanecer, de perder la vida, la libertad o estabilidad personal y familiar, por lo que carecen de protección de su propio Estado, viviendo si se quedan en su país una vida sin derechos y denigrante.

Por lo cual, es importante atender la problemática que deviene de los discursos de odio y xenofobia contra los migrantes, ya que traen consigo consecuencias en la mentalidad de la sociedad receptora de estos, de forma negativa y muchas veces errónea, lo que ocasiona problemas como acoso, violencia, persecución, muerte, discriminación, entre otras acciones en todos los ámbitos, como escuelas, trabajos, hospitales y otras esferas públicas.

Somos humanos y como tales somos susceptibles a creer en prejuicios y estereotipos que los medios nos proyectan y que difunden en la sociedad; sin embargo no siempre estos crímenes se cometen directamente por los discursos, cabe mencionar, más bien, que ya hay una estigmatización previa y deshumanización en los grupos a los que van dirigidos, aumentando los prejuicios y justificando la violencia hacia esas minorías.

Es por ello que es importante e indispensable que los Estados recuerden la obligación que tienen de adoptar las leyes y reglamentos a los que se sometieron internacionalmente para defender y respetar los derechos humanos y dignidad de los migrantes, como personas, y evitar ser los principales propagadores de odio; y que si ya existe cierta apatía hacia esta minoría, no se empeore ni se concrete en actos de violencia. Se debe proteger a los sectores afectados.

La protección de los derechos de las personas en el ámbito de migración se divide en dos sistemas normativos, siendo uno el derecho internacional de los derechos humanos y, el otro, los regímenes específicos de protección para refugiados, apátridas, víctimas de trata de personas y desplazados internos.

Los líderes de los países en el mundo deben ser tolerantes y respetuosos ante los reglamentos, adoptando las medidas necesarias a fin de garantizar el derecho a la vida, la integridad y la seguridad de los migrantes, así como ser más precavidos en sus discursos para no fomentar odio, actos discriminatorios o manifestaciones violentas contra migrantes u otras minorías, ya que los vuelven más vulnerables.

Deberían también buscar el sancionar, de manera que se erradiquen las acciones de discriminación, odio y violencia por parte tanto de los particulares como de las autoridades, y que no se tome como natural el hecho de clasificar o etiquetar a los migrantes como delincuentes o amenaza de su nación. Los migrantes deben ser tratados como personas con derechos y dignidad humana, como sujetos que pueden enriquecer en muchos aspectos al país que los acoge.

Para concluir cito las palabras del Comisionado James Cavallaro, Presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que expresó: "Ningún Estado, por ningún motivo, está legitimado para violar los derechos humanos de los migrantes. Ni siquiera a pesar de contar con el apoyo de algunos sectores de la sociedad, los derechos humanos de los migrantes no pueden ser violados"