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Las nenis y su rol en la economía

Por: MDE. Karen Lizbeth Ayala García
Abogada en el Departamento Jurídico Corporativo STRATEGA Consultores
karen.ayala@strategamagazine.com

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“La vida es un 10% lo que haces y un 90% cómo te lo tomas”.

Irving Berlín

Quise iniciar con esta frase, ya que ante un colapso mundial como fue y sigue siendo el brote de una pandemia que detuvo al planeta completo, hubo cambios en nuestro día a día ante los cuales no estábamos preparados, sin embargo, nuestro propio instinto de supervivencia nos incitó a seguir, es aquí que, ante la crisis económica que se desbordó, surgieron grupos de emprendimiento, sobre todo de mujeres que buscaron seguir respaldando sus necesidades, grupos que se convirtieron en el fenómeno denominado “las nenis”.

A pesar de que en México el índice total de población refleja que las mujeres ocupamos el 51.2%, sólo representamos el 38% de la población económicamente activa y 19% de los “emprendimientos formales” son dirigidos por mujeres.

Las comerciantes han existido siempre, se vendían los productos de puerta en puerta o a través de catálogos impresos, situación que fue evolucionando con la implementación y desarrollo de la tecnología.

A raíz de la pandemia, comenzamos a escuchar hablar más de la red de emprendedoras a quienes llamaron “nenis” en forma de burla, ya que muchas de ellas se dirigen a sus clientes como “nenas”, “bella”, “neni” o “hermosas” y usan como método de venta las frases “cierre de pedido”, “entrega inmediata”, “punto medio” o “último producto”.

Son mujeres que ofrecen una infinidad de elementos como zapatos, ropa, comida, obsequios, cosméticos, accesorios o intercambian bienes en forma de trueques a través de redes sociales o las aplicaciones de mensajes como WhatsApp, acuerdan sus entregas en un punto intermedio entre el vendedor y el comprador, operación de comercio que sirve para ganarse un “dinero extra” o porque el colapso económico ocasionado por la crisis sanitaria las dejó sin un trabajo formal y tuvieron que buscar una forma de autotrabajo.

Esta actividad económica usualmente se encuentra en la informalidad, ya que las transacciones, por lo general, se realizan en efectivo y no hay una regulación fiscal, sin embargo, son consideradas como microemprendedoras, pues se atrevieron a invertir y trabajan con sus propios recursos, rompiendo la brecha que existía entre hombres y mujeres, en donde se consideraba que no eran aptas para iniciar un negocio.

De acuerdo con las estadísticas del Inegi, ocho de cada diez mujeres que emprenden se encuentran en la informalidad, pero debido al alto índice de desempleo y escasez de ofertas de trabajo, esta forma de autoempleo ha sido vital para mejorar la economía del país, la mayoría son mujeres entre 25 y 45 años de edad, y pocas cuentan con capacitación en contabilidad, finanzas o formación en ventas.

El fenómeno se fortaleció, ya que a pesar de tener que quedarse en casa por la situación sanitaria, tenían que seguir trabajando para continuar siendo el sustento de su familia, o contribuir con él, convirtiendo la crisis en una oportunidad, para las “nenis” no existe horario laboral, mucho menos prestaciones o días de vacaciones, y, por si fuera poco, deben combinarlo con las tareas domésticas, estudios o hasta empleos formales, ya que laboran conforme se puede y cuando pueden.

Esta tribu urbana de emprendedoras cambió la forma de hacer negocio, dio una respuesta emergente propiciada por la necesidad que fomentó que la situación económica de sus familias y hasta del país no se viera afectada a pesar de los percances y contingencias, puso sobre la mesa la opción de seguir explotando alternativas económicas sustentables y justas.

Es una red o esquema que llegó para quedarse, en el que las autoridades deben tratar de tener un acercamiento no sólo con el fin de recaudación, sino más bien como una aportación a ese grupo de féminas para que puedan tener capacitación y apoyo, y así crecer su negocio y formalizarse en un futuro cercano, pudiendo convertirse, por qué no, en próximas empleadoras.