INICIO | CÁTEDRA
CÁTEDRA

México y la evolución del arte místico

Por: MDC. Daniela Paz Aguirre
Maestra en Derecho Constitucional y Derechos Humanos, por la Universidad Panamericana de México
dannypaz2107@gmail.com

Share This:

En México, la experiencia de recibir una limpia, encender una vela, los rituales, las hierbas y los pasillos enteros de santeros, chamanes y yerberos forman parte del folclor nacional, pero ¿por qué creemos tanto en la magia? De acuerdo con una encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México 2011 (Enpecyt), elaborada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el 72.24% de las personas cree más en amuletos y limpias que en la ciencia. Y este dato no sorprende tanto si echamos mano de nuestra memoria histórica.

Recordemos que, a lo largo y ancho del país, las culturas prehispánicas daban a la magia un lugar importantísimo en la vida diaria. Como en otras partes del mundo, el México antiguo también cantaba, bailaba y ofrendaba a sus dioses para la cosecha, la benevolencia del clima o contener a un volcán al que le hervían las entrañas. Aquello que los españoles miraban con asombro era, en realidad, la manera en que los hombres, de acuerdo con su cosmovisión, podían situarse en el mismo plano que sus deidades para comunicarse con ellas, así lo explica Alfredo López Austin en su libro La magia y la adivinación en la tradición mesoamericana, donde define a la magia como “un conjunto de técnicas que permitían la comunicación con las deidades que habitaban en la parte invisible de la realidad”.

Con la llegada de los españoles y con la evangelización de la mano, el fenómeno del sincretismo apareció, pues nunca se lograron erradicar las prácticas prehispánicas de adoración a los dioses, tal y como lo menciona Guillermo Soto Sasso, en su apartado “Magia y brujería en México: una perspectiva histórica”, las prácticas místicas actuales surgieron de la fusión entre culturas (la europea y la prehispánica), a raíz de la conquista. Las creencias sobrevivieron y se adaptaron en el cobijo de la clandestinidad y la lejanía del territorio como símbolo de la resistencia a las autoridades eclesiásticas de la Nueva España hasta el día de hoy.

Narra el mismo Soto Sasso que por allá de 1972, en la zona conocida como Los Tuxtlas, en el estado de Veracruz, se popularizó la práctica al punto de ser llamada “la capital de los brujos”, como una política turística para atraer visitantes inspirados en lo sobrenatural y con el fin de exaltar la diversidad y la belleza del paisaje, pero ante la negativa de los conocedores habitantes de origen indígena, se optó por reclutar practicantes que, sin tener conocimientos ancestrales, se dedicaban más a estafar que a promulgar las prácticas aprendidas de generación en generación.

Actividades como la anterior hicieron que la connotación sagrada que tenía el contexto de origen se diluyera en el camino y perdiera su verdadera esencia: la mistificación de lugares naturales y rituales a través de los cuales se veneraban a las deidades.

Tal vez, fundado en la “degeneración” de las prácticas, encuestas como la citada al inicio den pie no sólo a señalar la cantidad de mexicanos que creen en la magia, sino también a evaluar cuántos de ellos tienen un alto grado de estudios o cuál es su situación económica, dejando entrever que a mayor grado de ellos, mayor será la resistencia por creer en este tipo de experiencias. Pero no coincido en lo simplista de la conclusión, primeramente, porque autores como José Gil Olmos plasmaron la importancia que tienen el ocultismo y el esoterismo en la vida política y pública del país en libros como Los brujos del poder del año 2012 y del que, por cierto, se escribieron tres tomos y en el que se habla de personajes de suma relevancia como la maestra Gordillo, Madero y un sector “yunquista” de la sociedad. Prácticas que, aunque distan de aquello que los pueblos mesoamericanos realizaban, son resultado de siglos de evolución del arte místico.

Y, en segundo lugar, porque reducir a mera “ignorancia” la creencia en la magia, reduce también el bagaje histórico que encierra la construcción de nuestra propia identidad, en el entendido de que este tipo de temas tienen una perspectiva simbólica, habrá a quienes estas creencias les parezcan increíbles e irrealizables, pero para aquellos que son partícipes existe una significación en sus vidas, pues poco se pudo hacer para erradicar el cultivo de hierbas medicinales, honrar la muerte en el Miccailhuitontli o día de muertos en náhuatl, la única diferencia fue que, después de la conquista, lo hicimos en el nombre de Dios.