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CIENCIA Y TECNOLOGÍA

Spotify, ¿empresa de tiranos?

Por: LCC. Gabriel Moreno Rodríguez
Productor; académico en el ITESM; director de noticias; analista en temas de tecnología y CEO
@gabofanfare

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Nunca ha sido fácil para un artista triunfar en la industria musical y transformar su arte en un modelo de negocio sostenible que les garantice un sustento de por vida. Mientras que en un principio la música como negocio era vista en los conciertos, con el arribo de discos, casetes, CD y todos los formatos físicos, fueron las disqueras, las distribuidoras y las estaciones de radio las que se volvieron gigantes a expensas del trabajo de los músicos.

Con la llegada de Internet la industria musical recibió un impacto severo con la predominación de la piratería. De hecho, artistas como Ale Sergi –del grupo argentino Miranda!– platicó en una entrevista con Diario Portada que, en sus tiempos de apogeo, la exitosa banda apenas obtuvo ganancias económicas por su disco debut a pesar de liderar las listas de popularidad. ¿La razón? La elevada presencia de la piratería en discos distribuidos a una fracción del costo del álbum en formato original.

Para muchos, la llegada del streaming logró vencer a la piratería con una simple respuesta: conveniencia. La presencia de smartphones con conectividad 4G y el fácil acceso a sistemas de suscripción utilizando plataformas como la App Store y la Play Store permitieron que el paradigma del consumo musical volviera a medios “legítimos” y, por tanto, que las ganancias regresaran a los artistas y las disqueras. ¿Pero realmente ocurrió eso? En el panorama actual de servicios de streaming en música, Spotify es el indiscutible rey con una presencia de más de 57 millones de usuarios en territorio mexicano (siendo que, en total, al cierre del 2024 en México se contabilizaban 47 millones de usuarios).

La empresa sueca ha sabido consolidarse en el mercado con prácticas disruptivas como la implementación de algoritmos que permiten al usuario mantenerse actualizado y con recomendaciones diseñadas para sus gustos, además de una integración multiplataforma eficiente o la integración de podcast y una presencia de branding en medios tanto físicos como digitales.

Sin embargo, Spotify ha demostrado tener prácticas propias de una compañía que busca de forma voraz las ganancias por encima de la industria y el mercado que la sostienen. Entre los puntos más preocupantes es que ocupa uno de los peores lugares como plataforma en cuanto al pago a los artistas por las reproducciones de su música. Según el analista Darko Audio, en 2024, Spotify pagó 0.0029 dólares por reproducciones, muy por debajo de competidores como Apple Music, Amazon y Tidal, que llegaban a multiplicar la cantidad pagada a los músicos.

Igualmente, las prácticas de Spotify han sido cuestionadas en torno a la manipulación intencional de su algoritmo enfocado en presentar a artistas de su interés para promocionar por encima de los independientes o poco conocidos (práctica que recuerda a lo que hacían las estaciones de radio cuando tenían el monopolio de la atención del público).

Otra práctica cuestionable ha sido el formato y códec de comprensión, que dista de la calidad con la que la competencia presenta la música, usando formatos como el AAC o Lossless y Flac, los cuales hacen sentir que Spotify acostumbra a su público a escuchar las canciones en pésimas condiciones.

Lo cierto es que Spotify sigue manteniéndose a la cabeza del mercado, pero con prácticas poco éticas como las que se mencionaron anteriormente, ¿vale la pena mantenerse en un servicio caro que ofrece una calidad inferior?