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Aquiles: el hombre Dios

Por: MGT. Andrés Salomón Pedraza
Maestro en Gestión turística del patrimonio cultural y natural por la Universidad de Barcelona
andres.salomon@strategamagazine.com

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“Es el hombre más grande que he visto, yo no lo enfrentaría”… le comentaba con incredulidad un niño al mismísimo Aquiles, quien se encontraba acostado, acompañado, desnudo y que, mientras empezaba a incorporarse para armarse e ir a pelear, le respondió: “es por eso que nadie recordará tu nombre”…

Esta escena de la película Troya, en donde un ser semidivino, musculoso, bien parecido, tomando sus armas y colocándose su armadura para ir a poner fin a la vida de un soldado enemigo para así salvar las de otros miles, aunado a la frase anterior (la cual sólo un héroe de esas dimensiones podría ingeniar), describe a la perfección lo que representó, corrección, representa Aquiles, “el de los pies ligeros”.

¿Mito, leyenda o realidad? ¿Héroe o villano? ¿Dios u hombre? La verdad es que nunca lo sabremos. Lo que sí podemos rescatar, gracias a titanes de la literatura como Esquilo u Homero, son sus hazañas (ficticias o no), sus amores, su nacimiento y su muerte. Para empezar, Aquiles es hijo de Peleo, rey de los mirmidones, y Tetis, una ninfa marina. La razón de esta unión fue que Temis (diosa de la justicia) previó que Aquiles sería más grande que su padre; Zeus y Poseidón no iban a jugársela y fue así que delegaron el rol de progenitor a un mortal. No se le fue una a este par…

Con respecto a su divinidad, se dice que su madre lo sumergió en la laguna Estigia, la frontera entre el Hades y la Tierra, para convertirlo en un ser inmortal; sin embargo, olvidó sumergir el talón de donde lo sujetaba, dejando así vulnerable a su hijo en este punto y más adelante Paris, un príncipe de Troya, acertaría una flecha justo en esta zona del pie en la batalla más épica de la literatura universal.

Durante su juventud, cuenta la leyenda que su padre Peleo lo llevó con Quirón, un centauro sabio, quien lo instruyó en la elocuencia, el tiro con arco y, además, lo alimentó con entrañas de león y médula de oso para obtener un brío jamás antes visto. Calcante, un vidente, predijo que su vida sería corta pero gloriosa. A pesar de que Aquiles se casó con una princesa y tuvo un hijo, fue Patroclo –uno de sus comandantes más leales– su amor más profundo, según varios relatos y autores; sí, justo como sucedería siglos después con Alejandro Magno (de hecho, se dice que fue pariente de Aquiles por el lado de su madre, Olimpia) y Hefestión.

Cuenta la mitología que en las bodas de Peleo y Tetis fueron invitados reyes y dioses, excepto la diosa Eris, quien provocó una disputa con una manzana de oro que rezaba: “Para la más bella”. Así fue como nació el famoso juicio de Paris (Hera le ofreció ser rey de Asia; Atenea, el guerrero más temido y Afrodita a la mujer más hermosa, Helena) y el rapto de la princesa de Esparta, incitando la furia de Menelao (su esposo) y la de todos los reinos griegos, creando una alianza en contra de Troya; llevándoles la guerra hasta sus puertas.

Fue durante la guerra de Troya (ubicada hoy en día en la costa oeste de Turquía y no en Grecia) en donde nuestro héroe dejaría grabadas en letras de oro su divinidad, su intrepidez y su gloria. Y es que bastaba con que el enemigo lo viera en el campo de batalla para hacer temblar desde a un simple soldado hasta a un rey.

Durante la guerra se dice que hubo una discusión entre Aquiles y Agamenón, comandante en jefe del ejército griego; entonces, Aquiles decidió no ir a una batalla defensiva, y los troyanos estaban ganando terreno. El príncipe Héctor de Troya mató a Patroclo porque este utilizó la armadura de Aquiles para hacerse pasar por él y levantar el ánimo de los soldados. Como represalia, Aquiles fue hasta las murallas de Troya retando al príncipe a una lucha mano a mano. Héctor, con gallardía aceptó y le dio pelea; sin embargo, con una lanza en el cuello y una vez muerto atado al carro de caballos del semidiós, fue arrastrado por nueve días, cesando con la ira de Aquiles. Poco le duraría, ya que fue el hermano de Héctor, Paris, quien se comería ese plato frío de venganza…

Concluyo con Pitágoras: “El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos” …