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Cambio climático y salud mental: ansiedad justificada

Por: MA. Clara Franco Yáñez
Master en Asuntos Internacionales, por el Instituto de Posgrados en Estudios Internacionales y del Desarrollo en Ginebra, Suiza
clara.franco@graduateinstitute.ch

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El cambio climático es una realidad innegable que afecta todos los aspectos de nuestras vidas, desde la economía hasta el medioambiente. Sin embargo, un área menos discutida, pero igualmente crucial, es su impacto en la salud mental de las personas, especialmente los jóvenes, más expuestos a la información por cuenta de las redes sociales y por ser un mensaje que probablemente han oído durante toda su vida consciente. A medida que los fenómenos climáticos extremos se vuelven más frecuentes y las temperaturas globales continúan aumentando, los efectos adversos en la salud mental se están volviendo cada vez más evidentes.

Uno de los impactos inmediatos del cambio climático es el aumento de la ansiedad y el estrés. Los eventos extremos, como huracanes, inundaciones e incendios forestales, pueden provocar sentimientos abrumadores de miedo e incertidumbre. Las personas que viven en áreas propensas a desastres naturales enfrentan constantemente la amenaza de perder sus hogares, capitales y, en casos extremos, sus vidas. Esta constante sensación de peligro puede desencadenar trastornos de ansiedad y estrés postraumático.

Además de la ansiedad, el cambio climático también puede contribuir a la depresión y la desesperanza. El deterioro del medioambiente, la pérdida de biodiversidad y la escasez de recursos naturales pueden generar sentimientos de impotencia en quienes se preocupan por el futuro del planeta. La depresión relacionada con el cambio climático puede manifestarse como una sensación persistente de tristeza, falta de interés en actividades cotidianas y dificultad para encontrar motivación para el futuro. Muchos jóvenes hoy en día afirman no querer tener hijos exclusivamente por la razón de que la Tierra ya se encuentra “en la unidad de cuidados intensivos”, como para traer más personas al mundo que no disfrutarán de la naturaleza como ellos la conocieron.

El llamado “trauma ambiental” es otro aspecto preocupante del impacto del cambio climático en la salud mental. La gente que experimenta directamente los efectos devastadores de los desastres naturales, como la pérdida de seres queridos o la destrucción de sus hogares, puede enfrentar un trauma psicológico duradero. Incluso quienes no están directamente afectados pueden padecer angustia emocional al presenciar la devastación a través de los medios de comunicación o al preocuparse por amigos y familiares.

El cambio climático también puede incrementar los conflictos sociales y la tensión interpersonal, lo que contribuye a problemas de salud mental. La competencia por recursos escasos, como agua y tierras agrícolas, puede provocar conflictos y desplazamientos forzados, lo que a su vez puede aumentar la ansiedad y la angustia en las comunidades afectadas. Además, los desafíos económicos relacionados con el cambio climático, como la pérdida de empleo en sectores vulnerables, pueden generar estrés financiero y tensiones en las familias.

Es importante tener en cuenta que los impactos del cambio climático en la salud mental no afectan por igual. Grupos vulnerables como adultos mayores, comunidades indígenas, gente de bajos recursos o personas con discapacidad (y ni qué decir de quienes pertenecen a varias a la vez) enfrentan mayor riesgo de sufrir consecuencias negativas debido a su limitado acceso a sistemas de apoyo. Además, las disparidades socioeconómicas pueden exacerbar los efectos del cambio climático en estas poblaciones, lo que agrava aún más sus problemas.

Es fundamental abordar estos desafíos de manera integral, implementando políticas que mitiguen los efectos del cambio climático y proporcionando apoyo psicológico y recursos a los afectados. Si bien es cierto que las amenazas son muy reales, convendría también dar a las personas más jóvenes la perspectiva de que cada generación ha enfrentado sus propias grandes amenazas (como lo hicieron quienes vivieron la Guerra Fría y el permanente “fantasma nuclear”), algunas de ellas rodeadas de narrativas apocalípticas… y que, hasta ahora, con creatividad y resiliencia, se han superado y seguimos aquí.