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El boom del boxeo de exhibición

Por: LCC. Jorge Aguillón Rodríguez
Periodista independiente; escritor de columnas en diversos medios informativos
@JorgeAR_RJ

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El pugilismo es un deporte en el que trascienden los atletas más fuertes y los más disciplinados, es por esto que los combates profesionales son auténticos espectáculos en los que sale avante quien resulte mejor preparado o logre tirar el golpe más fuerte y certero. Sobra decir que ambos combatientes exponen su integridad física al enfrentarse y eso hace que cada pelea tenga una seriedad importante, sea o no de campeonato.

Hoy en día, el boxeo profesional es un negocio extremadamente lucrativo. Quienes se dedican a este deporte normalmente se ubican en las listas de los mejor pagados en el mundo. Y no es para menos, los atletas se preparan por meses para enfrentarse en un combate que atraerá millones de aficionados y curiosos que quieren ver batallas sangrientas.

Como en todos los aspectos de la vida actual, la crisis sanitaria hizo mella en el potencial económico de los Pago Por Evento, una de las grandes fuentes de ingreso del box. Esta y más razones generaron que se redujeran las posibilidades de que se vivieran algunas peleas pactadas a lo largo del 2020.

A diferencia de algunos deportes que tienen eventos con más constancia, que les permitieron programar sus calendarios incluso sin público, el pugilismo encontró pocos momentos que se pudieran aprovechar al máximo para hacer eventos rentables.

Por otro lado, no sólo los profesionales se suben al ring a demostrar de lo que están hechos. El Boxeo de Exhibición es algo que siempre ha estado ahí. Con abismales diferencias a su contraparte profesional, y casi siempre limitado al impacto que puede generar a peleas que se realizan en vivo.

Entre las principales diferencias en estos combates destaca la reducción de asaltos, la duración, el uso de protección facial y, por supuesto, la velocidad en la que se ejecutan las acciones.

El pasado 6 de junio, una pelea de exhibición atrapó las miradas del mundo. En circunstancias que podrían considerarse extrañas, pero que, debido tal vez a la larga ausencia de algunas grandes funciones profesionales y posiblemente en gran parte gracias al morbo, funcionó. Un pleito pactado en 8 asaltos y sin protecciones faciales de por medio que se vivió en Miami, Florida, en un esbozo del regreso a la vida tras el descalabro mundial del coronavirus, generó ganancias millonarias. Y no era para menos.  El combate significó ver de vuelta en el ring a uno de los grandes campeones del mundo, Floyd Mayweather (ya retirado) enfrentándose a uno de los influencers más populares y polémicos de Estados Unidos, Logan Paul.

Un combate que muchos expertos y conocedores reconocieron como insípido y no muy espectacular, pero que, sin duda, causó un vuelco importante en la industria del deporte/entretenimiento. En esta exhibición se vio un flujo de dinero que está reservado normalmente a acontecimientos profesionales. Algunos medios especializados aseguran que, sólo por aceptar la pelea, Mayweather se embolsó 10 millones de dólares mientras que su contrincante se llevó más de 200 mil dólares.

Si bien este tipo de pugilatos no está tan regulado y medido como los profesionales, y por lo mismo muchas cifras serán desconocidas, se habla de casi 50 millones de dólares sólo por transmisiones, falta lo que cada peleador generó en sus esquinas por patrocinios y otros contratos, que seguro fueron bastante poderosos.

Esta pelea resultó tan llamativa que, aunque tuvo y tiene sus detractores, no será un caso aislado y, sin duda, puede ser el inicio del boom del Boxeo de Exhibición. Habrá que ver qué dice el público.