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El estado del cine mexicano en la actualidad

Por: Esteban Cortés Sánchez
Compositor de música para cine y director de orquesta
lecscorp.com

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Las salas en las que se proyectan largometrajes y cortometrajes nacionales están llenas de gente, como hacía mucho que no se veía; eso, aunado a la exposición que se ha tenido en el extranjero de la mano de cineastas como Guillermo del Toro y Emmanuel Lubezki, ha puesto un reflector sobre los proyectos nacionales. Según Jorge Magaña, director del festival Shorts México, el cine mexicano siempre ha sido un referente internacional, sobre todo en Latinoamérica. Hoy en día se han incrementado las producciones y ha crecido el público; hasta ahora, en México, lo que ha tenido más éxito comercial son las comedias románticas, pero los dramas han puesto el nombre de nuestro país en alto. Con lo dicho anteriormente, se podría pensar que el cine hecho en casa está en su mejor momento. Nada más lejos de la verdad.

Nuestros cines están claramente dominados por películas extranjeras, sobre todo provenientes del vecino del norte, lo que es lógico debido a la cantidad de dinero que se invierte en promedio en cada uno de los “Blockbusters” que proviene de allá: alrededor de $150 millones de dólares por película. En México, obtener recursos no es fácil, directores como Ulises Castillo no dejan de participar en las convocatorias de Instituto Mexicano de la Cinematografía (IMCINE), “no obstante, hay otras formas bastante limitativas de conseguir recursos: donaciones, intercambios, fondeadoras y, sí, ahorros personales, pero no se compararán jamás a tener detrás el peso de ganarse un apoyo”, comenta el también productor. Por otra parte, hay casos como el del sinaloense Raúl Rico, quien apostó por la autofinanciación y su cinta Los Débiles se realizó al margen de las instituciones.

Recaudar el dinero para una producción cinematográfica es un camino difícil de recorrer, ya sea como una de las miles de personas que aspiran a los apoyos de IMCINE, tocando cientos de puertas (a veces literalmente) de empresas privadas o llegando a extremos poco envidiables en cuestiones de ahorro, el llevar un filme a la pantalla grande es una labor titánica.

Después de lo anterior, la pregunta obligada aparece: ¿es rentable hacer cine en México? Para Jorge Magaña únicamente lo es para los exhibidores, puesto que no se ha creado una industria para proyectos autosustentables, que tengan retorno de inversión. Sólo alrededor del 3% de lo que mediante IMCINE se produce queda “tablas” o recauda en taquillas un 1 o 2% sobre lo que se gastó, “hablamos de un promedio de 15 a 20 millones de pesos sólo para la producción, algo con la calidad mínima necesaria para que lo acepten las grandes cadenas de cines en México, toda vez que se haya conseguido quién distribuya las copias”, asegura.

Todo lo anterior dibuja un panorama complejo. Hay que dejar en claro que si bien han sido varios compatriotas los que han triunfado en “el mundo” del séptimo arte a nivel internacional, lo han hecho con equipos de trabajo de otros países, lo que, por supuesto, incluye productores, es decir, los encargados de conseguir el financiamiento (hago la aclaración de que Roma es un caso excepcional). Los mexicanos que se quedan en México y realizan producciones para sus connacionales “la tienen” más difícil.

Entonces, ¿por qué hacer cine? Para alguien como Raúl Rico, manifestar pensamientos sobre temas específicos es necesario; que se escriba desde la trinchera personal y que los autores regionales reflexionen sobre su propia historia, de carácter ficticio o científico, no importa. Muchos creadores, como Jorge Magaña, piensan que el cine es un arte que engloba más artes, un medio de expresión, comunicación y entretenimiento; la mejor manera de llegar a la gente y contar grandes historias. O, tal vez, como lo dice Ulises Castillo, los humanos necesitamos historias para mantener vivas las ilusiones, y es necesario que alguien las haga y las cuente, porque en ellas se potencia la imaginación de todo ser humano. Las historias que el cine nos regala alimentan el espíritu de quien sea.

El cine mexicano no vive una nueva época dorada. Sí, algunos mexicanos han logrado llegar a lugares privilegiados con base en tremendo esfuerzo y, a veces, un poco de suerte, pero no aplica para la mayoría. En todo caso, esas obras criticadas por “banales” (pero que generan empleos) están ayudando a mantener viva una industria que es constante víctima del malinchismo y eso podría ser el primer paso hacia una industria que se sustente en todos nosotros, como debe ser; ese “es bueno porque es americano” es correcto, sólo recuerden el tamaño de América.