Estamos a mediados de 2022 y se empiezan a perfilar los fines del sexenio. La gran pregunta es ¿junto al regreso en las formas del antiguo PRI disfrazadas del color guinda volverán las crisis transexenales? ¿Qué podemos esperar?
Por lo pronto, el gran barómetro de una economía, que es el tipo de cambio, se ha mantenido más o menos estable, no podemos decir sólido, porque su fortaleza se ha debido más a la debilidad del dólar, que a la virtud del peso. Las tasas de interés han subido, con la intención de disminuir la inflación, podrían alcanzar incrementos superiores al 9% hacia el final del año. Esto aumenta el costo financiero de la deuda, pero, sobre todo, tiene efectos contractivos. Si la decisión dependiera de Keynes, sería partidario de una rebaja en las tasas, pese a una inflación más elevada, para evitar efectos recesivos sobre la economía.
México viene de una contracción cercana al 8.3% de 2020, y de una débil recuperación del 4.8% en 2021. Si en 2022 logramos un crecimiento cercano al 1.5%, todavía no habremos alcanzado los niveles prepandemia. ¿Caerá nuestro país otra vez en el agujero económico? La palabra recesión luce como la más codiciada por nuestros líderes económicos: tal parece que estamos condenados a repetirla de manera incesante, al poco tiempo que tenemos cierto grado de crecimiento. A ello hay que sumar el alto grado de posibilidad de nuestro vecino del norte de caer en el mismo flagelo, cuando se acaben los efectos de la calentura de trillones de dólares con que Joe Biden inundó la economía estadounidense. Cuando Estados Unidos tiene una gripe, México se contagia de neumonía. El país de las barras y las estrellas ha sido el mesías de la recuperación de la economía nacional, gracias a la triple salvación: remesas, turismo y exportaciones. México puede superar en 2022 cifras récord en exportaciones hacia Estados Unidos. ¿Nos salvará esto de la depresión?
Como siempre, depende de quién estemos hablando. Nuestro país acarrea, desde la época de la colonia, una dualidad, descrita con terrible actualidad por Alexander von Humboldt en 1808: somos el país de la desigualdad. Junto al México incorporado a la modernidad, con alto poder adquisitivo, que viaja en avión y tiene ahorros en el extranjero, nuestro país arrastra a su otro yo desde las filas de la miseria, donde más de 60 millones viven en la escasez, la falta de acceso a servicios básicos y la inseguridad es el pan de cada día. Estos dos “Méxicos” conviven diariamente el uno con el otro, sin mezclarse (la riqueza, decía el economista Cosío Villegas, no es contagiosa). El México moderno atado a Estados Unidos; el atrasado, sobreviviendo a los alfilerazos, gracias a los subsidios del gobierno de López Obrador. ¿Llegarán las dos mitades hacia el final del sexenio?
Un oscuro gris otea en el horizonte, a menos que Estados Unidos o nuestro mesías tropical hagan el milagro. Es muy probable que la guerra de Ucrania y el final del estímulo monetario lleven al vecino del Río Bravo hacia un duro golpe en su trayectoria; esto implicaría un recorte de tijera a nuestras exportaciones. ¿Podrá López Obrador ser esta vez el salvador económico? Mucho me temo que será cuando el rey aparezca desnudo. Dependerá de nuestra capacidad de manejo del conflicto de nuestros “Méxicos” la transición hacia 2024.
Alexander von Humboldt?