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PANORAMA POLÍTICO

¿Gastar más?… Gastar mejor

Por: MAPPP. Samantha Aurora Acosta Cornu
Economista, maestra en Asuntos Políticos y Políticas Públicas, docente y doctorante
samantha.acosta@uaslp.mx

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Durante el cierre del año pasado, y los primeros meses de 2023, se tuvieron muchas expectativas sobre el presupuesto para este nuevo año fiscal. Los comentaristas económicos y políticos han criticado los recortes de por aquí y por allá, que si la educación, que si el bienestar social, la seguridad y, según el corte ideológico que prefieran, dirán que hace falta más gasto para una causa u otra.

Lo que es un hecho es que el gasto público tiene un efecto en el crecimiento económico y que ambos son dinámicos. En esta ocasión, quiero poner sobre la mesa el para qué sirve el gasto público y, si en esta situación de “país en desarrollo” –condición en la que llevamos varias décadas–, tiene algún sentido pensar que debemos incrementar ese gasto en aras del tan anhelado “crecimiento”.

Vale la pena mencionar que hay muchos académicos escribiendo e investigando sobre la correlación entre las variables macroeconómicas y el crecimiento a mediano y largo plazo, en el mundo y en México; la lógica nos puede decir que aumentar el gasto público debería tener un efecto positivo en el crecimiento del PIB en corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, ¿es esto cierto?, ¿basta con aumentar la cantidad que se invierte? Y, en caso afirmativo, ¿aplicaría lo mismo invertir más en salud que en educación, o en seguridad?

El gasto público, dejando de lado el que corresponde a gasto corriente –aunque también abona a la causa–, tiene una función como estabilizador de la economía en tiempos de desaceleración económica –recordemos las lecciones de J. M. Keynes– y para incentivar el crecimiento económico. En un artículo de 2020, que lleva por nombre “Gasto público y crecimiento económico: controversias teóricas y evidencia para México”,se explica ampliamente ese efecto y se realiza un análisis econométrico para determinar las variables que pueden influir más en el crecimiento económico y toma como referencia el periodo de 1995 a 2018.  Los resultados mostrados son interesantes, pues destacan que en general todos los elementos tienen más o menos el mismo impacto en el crecimiento del PIB. Por otro lado, recalca la necesidad de una reingeniería del gasto, lo cual es un punto vital para lo que quiero discutir.

Generalmente las “reingenierías del gasto” se deciden privilegiando las circunstancias políticas sobre las técnicas. Es por eso que se puede ver que, a pesar de que pasamos de invertir el 25% del PIB en 2018 a aprobar poco más del 26% en 2023, según el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), tenemos recortes o reservas condicionadas en áreas electorales, transparencia y de educación, para aumentar en áreas como la del Bienestar Social y la Seguridad Nacional.

Para la reflexión, estamos en una era en la que podemos investigar, manejar bases de datos enormes, nutridas, y evaluar de manera técnica los resultados que las acciones anteriores y presentes han tenido, tienen y pueden tener. Con todo esto a mano, y con gente haciéndolo, ¿por qué no usamos esa información para tomar decisiones?

Si no tenemos evidencia que nos diga en qué invertir o no la consideramos, estamos atendiendo a la inercia, a una intención de exhibir aumentos presupuestales en ciertos rubros, descobijando otros, sin una justificación convincente. Quiero destacar que en ningún momento digo que se debe aumentar el presupuesto para partidos políticos y operaciones electorales, no; lo que digo es que debemos gastar mejor, y eso implica aumentar el presupuesto y el gasto en aquellas áreas que tienen las variables con un efecto directo positivo en el crecimiento económico y en el desarrollo económico y social.

La discusión sobre la diferencia conceptual entre crecimiento y desarrollo es material para otra colaboración, baste decir que son cosas distintas y no necesariamente aumentan y mejoran en la misma cuantía y al mismo ritmo.

Para entender dónde gastar y para gastar mejor, debemos evaluar los resultados de ese gasto, más allá de formularios mecánicos y homogéneos; y verdaderamente diseñar las políticas públicas con orientación a evaluación y a resultados para dejar de andar a ciegas, pero parece que tenemos un recelo a ser evaluados, y nos condenamos a repetir los errores cada año, se gaste más o menos, según el caso.