
No es ninguna novedad que el mundo como lo conocíamos ya no existe, y no hablo del mundo en el que crecieron mis padres o mis abuelos, hablo de aquel en el que yo crecí. Cuando era una adolescente, las redes sociales no existían, al menos su auge no había llegado a México, apenas comenzaba a ser moda el tener un blog personal y, si acaso, chatear en tiempo real durante una o dos horas (lo que te diera la tarjeta de Internet en el “ciber” más cercano). ¿Quién iba a pensar que unos años más tarde estaríamos tratando de cambiar el mundo desde la palma de nuestra mano mientras vemos una serie en streaming?
La forma de vivir y coexistir en sociedad se ha revolucionado con los teléfonos inteligentes y las interacciones en tiempo real. No sólo en cuestión económica, sino en los aspectos social y político, el impacto de las redes sociales es cada vez más tangible.
Algunas de las universidades más famosas del mundo (y otras igual de buenas, pero no tan famosas) han dedicado algunas investigaciones y tesis a describir, explicar y hasta proyectar este fenómeno. Y es que, con un manejo adecuado, el conocimiento preciso sobre los temas y tiempo para gestionarse, se puede colocar casi cualquier tópico como algo relevante en las redes sociales.
Recordemos que, así como rápidamente se puede “hacer viral” algo, también puede olvidarse, ese es uno de los riesgos y contras de estos espacios. Algunas cuestiones suben como espuma, pero la espuma casi nunca dura. Sin embargo, podemos hacerla durar si seguimos agitando, si seguimos dándole atención.
Las redes sociales no son justas, no son equitativas, son una especie de tierra de nadie, una arena donde el entretenimiento hará lo suyo y mantendrá las tendencias, los números, pero las causas sociales, las problemáticas “reales” tienen un comportamiento diferente.
Hay muchos riesgos en hacer política y promover causas sociales mediante redes, uno de ellos es lo que antes se planteó, lo efímero, la banalización de los argumentos para mantener la atención de la audiencia, y la normalización ante la exposición prolongada.
Hay aspectos que seguramente abonan a mantener los temas vigentes, sobre todo en política. Atender a los ciclos políticos (como las elecciones en un país) y “fluir” con ello es una gran estrategia. Basta recordar las campañas de Obama, Trump, Milei, y las dos últimas presidenciales de México. Todas ellas tuvieron una actividad muy notoria en redes sociales, ya fuera con militancia oficial o extraoficial, y la intensidad correspondió a la forma en que se desarrollaron los calendarios, incluso con grandes estrategias de marketing digital para llevar la actividad política en esos espacios.
Por otro lado, la ventaja de colocar agendas en redes sociales es que quienes están en las esferas políticas aprovechan este comportamiento para medir las inconformidades sociales y recuperar los temas populares para sus propias estrategias.
Pero no todo es para los llamados “políticos”, recientemente, Venezuela nos ha dado un ejemplo de cómo las redes movilizan a la gente alrededor del mundo. Algunas personas, fuera del país, se ocuparon de hacer eco de lo que los habitantes dentro les comentaban, buscaron proporcionar la información de primera mano y aún quedan algunos frentes activos. Como en todos los casos, los picos de atención varían y hay que esperar a que retomen el ciclo o desaparezcan, dependerá de la reacción de las masas.
Lo que es seguro es que siendo una herramienta se pueden utilizar para los fines que más convengan, y parece increíble la rapidez y el alcance con el que todo se coloca y pasa. La responsabilidad, en todo caso, es grande; hay que cuidar lo que ponemos en boga, pero también es cierto que las posibilidades de hacer llegar una causa o un tema a los confines del planeta son enormes y cada vez más aprovechadas.