Las organizaciones, las instituciones... todos y todas hablamos de ellas, las caracterizamos y responsabilizamos como si tuviéramos dominio conceptual sobre ello y no las confundiéramos.
Entender a las organizaciones y a las instituciones requiere de, al menos, dos cosas: tener claro el marco de referencia conceptual con el que las vamos a observar, y aprender a ver más allá de lo obvio.
Vamos a empezar separando a la organización de la institución. En un sentido teórico, las instituciones son todos aquellos arreglos, acuerdos y normas que constriñen el actuar de los seres humanos en sociedad. De manera formal están escritas y dichas, pero hay instituciones informales que se sostienen en el tiempo y se tejen en las relaciones sociales que los individuos construyen.
Por otro lado, la organización, en un sentido simple, constituye un grupo de personas que comparten una visión, ciertos valores, objetivos y metas; y se orientan hacia ellos.
Dicho esto, es mucho más sencillo comprender el planteamiento que presentaré. Cuando hablamos de la organización en un sentido general y decimos: tal organización ha tomado la decisión de, o la organización dio un giro a sus acciones, quizá la organización será sancionada por tal o cual; en cada una de esas ideas se tiene un ente despersonalizado.
Entender a la organización como un conjunto de personas que se relacionan bajo las reglas del juego institucional cambia por completo el sentido del análisis porque la organización por sí misma no actúa, lo hace la gente.
A partir de ello, se puede entender que los hilos se mueven de acuerdo con lo que los individuos quieren y tienen por intereses. Las decisiones, acertadas o no, las toman las personas bajo un marco institucional (formal o informal).
Los intereses y la orientación de una organización, entonces, pueden cambiar drásticamente cuando los actores cambian, porque responden a su esquema interpretativo.
Y considerando a los actores y a las instituciones sería lógico decir que hay que poner atención a las normas, a las reglas escritas para que podamos diseñar las organizaciones para conseguir la mejor de las conductas, actitudes, ideas y acciones de quienes participan en ellas.
Sin embargo, nunca es tan sencillo como lo describí en el párrafo anterior, y se debe a que casi siempre las instituciones informales que las y los actores desarrollan entre ellos tienen mucho más peso y más impacto.
¿Por qué cuando un gran gerente de una compañía se va, la compañía sigue operando y la gente a su cargo continúa como si nada?
Sucede que se internalizan las cosas, las y los actores hacen suya una cultura organizacional y le imprimen su sello. Jefes y jefas van y vienen, reglamentos se hacen, modifican y eliminan; los recursos se consiguen, se ejercen, se pierden, pero la gente siempre está; las historias están, los tours por las oficinas, las reglas de comportamiento no escritas, los “aquí no hacemos eso”, todo eso es parte de las relaciones que las y los individuos construyen entre sí y que son la base y la estructura de cualquier organización, incluso si no está por escrito.
Para muestra basta un botón, dicen por ahí, y yo –después de estudiar Teoría Organizacional y haber analizado varios casos– vine a comprenderlo y a vivirlo hasta que tuve que asumir un cargo con alrededor de 33 personas como mi responsabilidad. En ese entonces yo era muy joven, todos y todas eran mayores que yo; con menor o igual preparación académica y comprendí que de quiénes más debía y podía aprender era de la gente.
Tras convivir con personas con 15 o 20 años en el mismo sitio, aprendí quiénes mueven los hilos y deciden las reglas de un juego que parece dirigido por las cabezas, cuando en realidad se dirige con las manos y los pies.