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Impeach The CEO

Por: MBA. Horacio Marchand Flores
Fundador de Hipermarketing.com, el portal más grande de mercadotecnia en Iberoamérica
@HoracioMarchand

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Era cuestión de tiempo para que las instituciones y los enemigos políticos del presidente pudieran encontrar un ángulo para frenar al remolino trumpiano. Fascinante como la Constitución norteamericana permite el ejercicio legal del contrapeso al grado de poder quitar a un presidente. ¿Por qué no poder quitar al CEO de una empresa? ¿Por qué no al consejo de administración?

Hay directivos cuyas organizaciones funcionan bien a pesar de ellos: son negocios tan buenos que aguantan muchas malas decisiones.

Es decir, hay directivos que gozan de las buenas decisiones de sus antecesores. En el complejo sistema de una organización, necesariamente hay un desfase considerable de tiempo entre la causa y el efecto, por lo que no siempre pueden relacionarse los resultados actuales con la toma de decisiones en curso.

Por otro lado, también hay directivos que padecen las malas decisiones de sus antecesores. Por más buenos que ellos sean, las decisiones que se tomaron años atrás afectaron sistémica y estratégicamente a la empresa y se requieren a veces años para revertirlas.

También hay CEO que son dañinos para la organización; ya sea por su incompetencia, su falta de carisma y liderazgo o por algún tipo de padecimiento emocional.

Por ejemplo, existen numerosos estudios que confirman la existencia de un alto porcentaje de directivos que tienen características de psicópatas, narcisistas y sociópatas (Snakes in Suits/Babiak & Hare). Este grupo de personas anteceden sus necesidades sobre las de la empresa sin remordimiento.

Y retomando el tema de Trump, ya un grupo de psiquiatras en EUA publicó un libro alegando las fallas emocionales del presidente: The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President.

También hay que decir que, por ley, un psiquiatra no puede diagnosticar a una persona si no la trata como paciente. La discusión ahí seguirá.

El punto es que, al final del día, los presidentes y directivos son seres humanos, vulnerables y con defectos. Me voy a algo más sencillo que una psicopatología: los complejos que todos tenemos, los sentimientos de inferioridad o inseguridad y en ocasiones lo irracional que podemos ser en la toma de decisiones.

Está inflada la concepción de que los humanos somos racionales. A la hora de las decisiones, el complejo va por delante. También se anteponen a lo racional elementos como el instinto, la protección del ego, los sesgos, la falta de sensibilidad al entorno y la ceguera personal, entre otros.

Nos inventamos historias que sean compatibles con nuestras ideas; descontamos lo que no "nos cuadra"; cuidamos al ego a costa de reducir la objetividad y, finalmente, la parte fallida la hacemos inconsciente.

Los tomadores de decisiones, sobre cuyo juicio y lucidez dependen el retorno de inversiones, fuentes de trabajo y el camino que determina el futuro, tienen que tomar en cuenta al factor de autoengaño como algo natural e inevitable en las personas.

¿Qué pasa cuando la restricción de un negocio es el director general y/o su equipo directivo? ¿O cuando es el mismo consejo de administración que ignora, deja pasar o está sesgado? Típicamente formado como un club de amigos, son pocos los consejeros independientes y expertos que participan, y cuando hacen comentarios que se "salen del código", los retiran. Esto refuerza al Group Think, o sesgo de grupo, donde los individuos privilegian a la cohesión de grupo sobre la lucidez.

No hay líderes para todas las épocas ni para todas las circunstancias ni para diferentes niveles de complejidad. Los líderes también prescriben, se hacen obsoletos y tienen el potencial de convertirse en el principal problema. No está fácil.