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Las heridas de la infancia

Por: LN. Laura Sánchez Flores
Terapeuta especialista en cognición, lenguaje y biodescodificación
sanlauris@hotmail.com

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La etapa de la niñez es de las más importantes en la formación de nuestra personalidad. En este periodo suele haber un sinfín de experiencias, unas muy alegres y agradables, otras no tanto. Algunos de esos momentos dejan huellas en nosotros que se convierten, al paso del tiempo, en generadores de respuestas específicas en la interacción con los seres queridos, es decir, si vivimos situaciones de maltrato, abandono, desprecio, tendremos “cicatrices psíquicas” que nos van a dificultar las relaciones interpersonales. A estas les llamaremos “heridas de la infancia”. Varios psicólogos han investigado al respecto y la mayoría las cataloga en cinco tipos diferentes: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia. Cabe mencionar que estas heridas se forman, generalmente, de la interacción con los progenitores o quien se encargue del cuidado del menor. Pueden ser causadas por una o varias situaciones negativas, o que el niño interprete como negativas. Para lograr una convivencia sana con los que te rodean es importante identificar tu herida predominante, todos tenemos los cinco tipos, pero hay una que destaca en nuestro reaccionar. Con cada una aprendemos a ponernos una “máscara” para protegernos del sufrimiento y el dolor que nos puede causar. La herida de rechazo tiene que ver con experiencias en donde no nos sentimos aceptados por nuestros padres, abuelos, maestros, amigos de la escuela. La persona cree que no es digna de amar ni de ser amada; para protegerse desarrolla la máscara de huidizo, reflejada en la desvalorización constante de sí misma y la búsqueda del reconocimiento de los demás. Si te identificas con esta herida, recomiendo que te atrevas a confiar en tus capacidades, a decir tus ideas y validarlas, pero, sobre todo, a darte el derecho a existir. La herida de abandono se genera cuando el niño sintió que le faltó cariño, amor, compañía, protección; son personas que tienen mucho miedo de estar solas. Su máscara es depender de los demás, aferrándose y aguantando lo que sea. Si te reconoces como alguien dependiente, recomiendo que te atrevas a decir lo que sientes y necesitas, explora lo bueno que hay en ti, deja de quejarte y creer que todo está mal, haz el compromiso de amarte. La herida de humillación nace de la vergüenza que siente el niño ante las burlas o críticas que hacen las figuras de autoridad sobre él. A estas personas les cuesta trabajo ver sus cualidades y no son capaces de mostrarlas; usan la máscara de masoquista. Si quieres sanar esta herida debes provocar espacios para disfrutar en libertad, escuchar y respetar tu cuerpo, reconocer tus cualidades y poner límites a los demás. La herida de traición tiene que ver con momentos en los que te diste cuenta de que tus figuras de autoridad te mintieron o no cumplieron sus promesas. Estos sujetos desarrollan un miedo a ser engañados y se vuelven posesivos. Su máscara es ser controladores, para sanarla puedes aprender a decir lo que necesitas, establecer relaciones de libertad, ser auténtico con tus sentimientos. Por último, la herida de injusticia se crea cuando, de niño, por más esfuerzo que hacías nunca era suficiente ante la exigencia de las figuras de autoridad. Dichos individuos usan la máscara de ser rígidos, desarrollan un carácter predominantemente inflexible y no saben pedir ayuda. Para sanarla, debes darte permiso de equivocarte, realizar muchas actividades que realmente disfrutes, la compañía de mascotas es un buen recurso, equilibrar el deber ser con el querer ser y hacer cosas sin planearlas tanto, procura la espontaneidad en tu vida. Esta fue una breve descripción de cada una de las heridas y algunos consejos para sanar, pero la mejor recomendación es que acudas con un especialista a terapia.