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Obesidad emocional

Por: LN. Laura Sánchez Flores
Terapeuta especialista en cognición, lenguaje y biodescodificación
sanlauris@hotmail.com

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Cuántas veces al sentirnos tristes o eufóricos pensamos en comer, repasemos las situaciones alegres de nuestra vida y siempre hay comida de por medio. Así nos damos cuenta de que tenemos asociadas las emociones con los alimentos.

A veces comemos compulsivamente cuando sufrimos procesos ansiosos, queremos llegar a esa felicidad a través del azúcar. Esto puede hacer que subamos de peso y alcancemos niveles que pueden ser una obesidad.

Entonces pensamos en hacer dietas, buscamos ingerir menos calorías de las que podemos gastar, dejamos los carbohidratos, o vamos con nutriólogos que nos mandan una lista de alimentos que nos van a ayudar a disminuir el peso corporal y eliminar la grasa que tenemos en exceso.

También hacemos deporte y tratamos de llevar una vida sana, solamente que olvidamos algo muy importante, las emociones que nos llevaron a comer en exceso no están sanas, no las estamos atendiendo y cuando alguna vivencia las hace aparecer en nuestra vida, se olvida todo el régimen y regresamos a la acumulación de grasa y el aumento de peso.

Por lo tanto, es necesario indagar en las causas emocionales. Muchas veces comemos por llenar vacíos emocionales y no por hambre. Te has preguntado ¿dónde sientes el hambre?, la respuesta esperada sería en el estómago, pero no necesariamente.

Se puede sentir el hambre en la cabeza, en el estómago, en el pecho, dependiendo de qué emoción esté detrás de esas ganas de comer. Las tres emociones principales que se asocian a la ingesta desmedida de alimentos son la ansiedad, la tristeza y la soledad.

Casi siempre, comenzamos a sentir ansiedad como la respuesta a una amenaza o ataque, ya sea real o imaginario. Así que se dispara la señal de alimentarnos para obtener calma. Obviamente esto no sucede y sólo se intensifican las sensaciones, las cuales volvemos a llenar con comida y así sucesivamente, hasta no poder más.

La ansiedad es más difícil de combatir porque, por lo general, no se sabe la causa, es un miedo a una amenaza futura, que no es real en el momento de la sensación.

Hablando de la tristeza, también es un factor que motiva a comer para calmarla, no me refiero a la depresión, ya que el apetito desaparece por completo. En estos casos, sí podemos conocer las causas que originan esta emoción, lo que hace más fácil su tratamiento.

Y, por último, la soledad, se come de más cuando hay necesidad de llenar el vacío que dejan las personas cuando se van. Y aunque te termines el refrigerador y la alacena entera sigues sintiendo el vacío.

Lo que puedo recomendar para tomar el control de tu peso corporal es, aparte de llevar una vida saludable, hacer un análisis acerca de lo que comes y el porqué lo comes, si realmente tienes hambre en ese momento o si es un hambre emocional.

Masticar lentamente ayuda a concientizar cuando ya estás satisfecho o si todavía necesitas más. Procura comer a tus horas habituales y evita la ingesta entre comidas de víveres poco nutritivos o chatarras. No te “malpases” ni dejes los alimentos para cuando termines lo que estás haciendo.

Revisa tus emociones, muchos casos de obesidad están relacionados con eventos de abandono, de falta de protección, de carencias o hambrunas.

Te recomiendo que te organices, que combatas la impulsividad a la hora de querer comer, sé consciente de los traumas que puedan estar detrás de una desmedida ingesta de alimentos y que realices actividad física que te ayude a tener un mejor aprovechamiento de las calorías consumidas.