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México y el sueño de ser sede de un 3er Mundial

Por: LCC. Jorge Aguillón Rodríguez
Periodista independiente; escritor de columnas en diversos medios informativos
@JorgeAR_RJ

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Cada cuatro años el futbol congrega a millones de aficionados en algún punto del globo terráqueo. Fue en 1930 que se realizó la primera edición del Campeonato Mundial de futbol. Hoy por hoy el Estadio Centenario en Montevideo, Uruguay, es un vestigio de aquella primera competición que sigue dejando réditos.

Imaginen la cantidad de atención que puede acaparar una zona del mundo cuando es sede de un mundial. Ahora, consideren la posibilidad de promover un sin fin de marcas, productos y servicios tomando como ventaja toda esa atención mediática. Bueno, pues esa es solo una de las situaciones que provocan que las candidaturas por albergar una justa mundialista se conviertan en una competencia importante.

La Selección de sedes, origen de los recientes escándalos en FIFA

 La FIFA es un organismo que está conformado por 211 federaciones. Es decir, son más de doscientos países involucrados en el futbol a lo largo y ancho del planeta. Si esta cifra no te parece lo suficientemente importante, debes tomar en cuenta que la ONU está compuesta por 193 países.

Con tantos países involucrados resulta más evidente la injerencia que puede tener el factor negocio en torno a un evento tan importante. Es por esto que la elección de un país sede se torna en una situación que se puede prestar a decisiones polémicas y diversos asuntos turbios.

Un factor importante en el proceso de selección radica en las capacidades que cada candidato tenga en ciertas cuestiones específicas. Estadios con capacidad y categoría de nivel mundial, capacidad de medios de transporte eficientes, capacidad hotelera, distancias entre las posibles sedes, etc.

La elección de Rusia como sede del Mundial del 2018, acaparó polémicas. Sobre todo porque hubo un notorio impulso político que ensombreció esta elección. Los señalamientos fueron constantes y mucho se habló de una fuerte madeja de intereses cultivada por la relación entre Joseph Blatter y Vladimir Putin.

Por otro lado Qatar fue la gota que derramó el vaso, pues quedó en evidencia que la elección de las sedes mundialistas llegó a involucrar movimientos irregulares de dinero. Apenas unos meses después de que se confirmó la elección para el mundial del 2020, una investigación profunda destapó toda una red de corrupción que terminó con hombres importantes detenidos y la renuncia de Joseph Blatter, entonces presidente del órgano rector de futbol.

Estos últimos sorteos de sede han hecho que sea más evidente el cúmulo de  intereses que pueden “incentivar” a altos mandos federativos a inmiscuirse en el turbio mundo de la venta de votos. Esto refleja el interés de todo el mundo por estar bajo este gran reflector.

¿Es benéfico para un país ser la sede de un mundial?

 Si bien para hospedar un mundial, la inversión debe ser importante y para algunas naciones arriesgada, es importante considerar el amplio panorama de oportunidades que surgen gracias la intensa atención mediática que estos países atraen durante un ciclo mundialista.

Estas sedes se responsabilizan de la organización de dos torneos. La Copa Confederaciones, que se lleva a cabo un año antes del Mundial, y la propia Copa del Mundo.

El país sede se encarga en general de la organización y el correcto funcionamiento de este tipo de justas. Pero quien realmente “parte el queso” es el organismo rector que permite que el torneo se desarrolle. La FIFA es un organismo poderoso que muestra un crecimiento constante.

El mundial de Brasil produjo ingresos a FIFA de casi 6,000 millones de dólares. Tan solo la venta de boletos significó ganancias que superan los 500 millones. Pero la gran joya de la corona son los derechos de transmisión. El mundial de 2014 generó ingresos que rozan los 3,000 millones de dólares.  De este total de dividendos, el porcentaje que obtiene la nación sede radica en aspectos como los derechos de uso en cuestión de transmisiones, suelo y por supuesto en impuestos. El país también se beneficia del sinnúmero de marcas y patrocinadores que la FIFA trae consigo.

Otro foco de ganancia para las naciones radica en la fuerte derrama económica que deja el turismo. Aficionados de todo el planeta hacen inversiones importantes para viajar y apoyar a sus respectivas selecciones. La industria hotelera genera importantes dividendos en este rubro. Es incluso redundante recordar que la imagen internacional del país en cuestión se coloca y se explota de manera importante a nivel global.

Cabe recalcar que la inversión extranjera y la política exterior en muchos casos también se pueden ver fortalecidas gracias a estas justas. Un ejemplo de esto se vivió en el 2002  cuando Corea y Japón unieron simbólicamente sus fronteras para ser sede del Mundial.

México, posible candidato para el Mundial 2026

 Para México este panorama no es desconocido. Los mundiales de 1970 y 1986 se jugaron en tierra mexicana. El mundo seguramente recuerda con cariño estas copas en las que el Rey Pelé y el astro Diego Armando Maradona se coronaron como campeones del mundo. Uno en el ’70, el otro en el ’86.

La Copa de 2026 empieza a buscar un hogar, y el nombre de México sobresale entre los posibles anfitriones.

La cuestión es ¿México podría hacerlo? ¿Un país en crisis como México se puede arriesgar así? Encontrar respuestas a estos cuestionamientos resulta complicado.

En cuanto a la primera pregunta, México tiene como ventaja que la inversión privada prácticamente maneja la totalidad de los estadios en el país. Muchos de estos inmuebles son de élite mundial y no tienen nada que pedir a los grandes estadios europeos. Tomando esto en cuenta, el costo se reduciría de forma importante. Sin embargo eso es solo un aspecto. Hace falta ver si la infraestructura social lo permite. Y no hay que pasar por alto el desarrollo urbano y por supuesto el tema de seguridad.

En relación al segundo cuestionamiento, existe una referencia muy cercana. En pleno declive económico Brasil hospedó el Mundial del 2014, e incluso los Juegos Olímpicos de Río en 2016. El país amazónico gastó más de lo que podía y esto sólo fue un empujón más para ahondar la crisis que ya viven. Este ejemplo no debería pasarse por alto al buscar responder esta pregunta.

Con estos conceptos básicos lo único que queda en evidencia es que pensar en que México hospede un mundial es “posible”. Pero con una economía inestable y con el panorama complicado que se percibe en un futuro cercano, esta idea luce más como un sueño que como una realidad palpable.

 

Para pensar

 Visto con un enfoque positivo, la alegría y la unidad que una Copa del Mundo trae consigo podrían tener un efecto positivo al pueblo mexicano. Es evidente que la cultura mexicana se presta para ver con buenos ojos la idea de recibir a gente de todo el planeta para albergar una gran competencia.

Sin embargo, todo esto también detona un pensamiento muy pesimista. Este posible escenario luce como una gran herramienta para aquellos que busquen generar un distractor importante para hacer una de esas jugadas chuecas a las que lamentablemente... nos estamos acostumbrando.