No conozco a nadie a quien no le guste que le cuenten una historia. Desde que el mundo es mundo, nos hemos reunido alrededor del fuego para explicarnos el complejo entorno en donde nos toca vivir, para transmitir conocimiento, anécdotas o sabiduría ancestral. Las historias dan cuenta de lo sucedido, de los acontecimientos buenos o malos y de la naturaleza humana, eso lo sabían perfectamente Homero y Hesíodo.
A través de los años ha habido contadores de historias que, de forma oral o escrita, transmitieron narraciones extraordinarias en diversidad de formatos: poesía, cuentos, coros, epopeyas, crónicas o novelas. Y estos narradores han pasado a la historia de la humanidad como artistas, cuyas características evidencian el dominio de la palabra, ya sea hablada o escrita, por lo que la forma de contar historias no ha cambiado mucho, sin embargo, si antes teníamos acceso a libros, revistas, prensa y otros medios de comunicación para allegarnos de la información, ahora los dispositivos tecnológicos han generado un gran número de plataformas de comunicación encontradas principalmente en la gran Internet. Y el resultado puede ser abrumador.
Tal parece que se ha descubierto el “hilo negro”, me refiero a este recurso llamado storytell. Este término anglosajón se puede traducir como “contar historias”. Sin embargo, lo que ha cambiado es la forma de contar esas historias, ya que lo que importa es la visibilidad y acumular experiencias para alimentar esa visibilidad. Actualmente, podemos observar en redes sociales los reels, stories y videos en donde una persona a la par que se maquilla o ejecuta cualquier acción nos cuenta historias de su vida o bien de seguidores. Dejando de lado la gran carga de rumorología que puedan tener estos “creadores de contenido”, lo destacable de la situación es preguntarnos qué estamos consumiendo en redes sociales y otras plataformas en la Internet.
Por otra parte, la publicidad también ha dado un giro en sus estrategias de comunicación, y aunque muchos de estos recursos no han cambiado –seguimos creyendo lo que nos cuentan los líderes de opinión o los testimonios de usuarios de productos o servicios que “dan fe” de los resultados positivos de estos– ahora, las campañas utilizan recursos que antes pertenecían al mundo de la narrativa literaria: tenemos como ejemplo las campañas crossover, en donde las historias son narradas en gran diversidad de plataformas especializadas; desde un juego hasta realidad aumentada, adaptándose los contenidos a las características de cada uno de estos soportes digitales.
La publicidad transmedia también ha adquirido formas insospechadas de crear contenidos que incluyen la narración de historias que pueden ser interesantes para el usuario y este pocas veces se da cuenta siquiera de que el contenido pertenece a una campaña publicitaria, ya que los recursos narrativos apelan a lo que conocemos de un cuento o una novela: inicio, desarrollo, clímax y final. Incluso se pueden observar secuelas relacionadas en donde se les da continuidad a las historias de la campaña anterior.
Los consumidores se convierten en prosumidores –productores de contenido a partir de experiencias de consumo– y poseen competencias visuales que les permiten convertirse en translectores –lectores capaces de brincar de un medio a otro, de una plataforma a la otra encontrando la lógica de lectura-consumo de ese soporte–. Contar historias será siempre el recurso idóneo para mantener la atención del público en un mundo en donde la atención se encuentra perdida entre millones de terabytes de información.